lunes, 25 de septiembre de 2023

LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

 


 en el contexto del proceso electoral

 

Por Pedro Javier María Andereggen (*)

 

La Prensa, 18.09.2023

 

La doctrina social de la Iglesia, que es Madre y Maestra, no es una carga sino un verdadero regalo de Dios a la humanidad, porque ilumina, a través del Espíritu Santo, sobre los correctos principios para la formulación de las leyes que deben regir las relaciones políticas, económicas y sociales.

 

A lo largo de la historia, ha recibido acusaciones extremas, en cuya raíz común subyace un escepticismo acerca de su verdadera idoneidad para comprender sobre aquello que toca a las realidades más temporales e inmediatas para el hombre. Se han producido, por esa incomprensión, graves insultos por algunas personas o sectores hacia el Santo Padre que la Corporación de Abogados Católicos ha rechazado enérgicamente.

 

En su conjunto, la doctrina social de la Iglesia es fuente de inspiración para todos los hombres, creyentes o no. No parece que puedan concebirse principios más perfectos, aún desde punto de vista humano, como son la promoción de la familia -con los padres como los primeros educadores- y la guía para que el hombre actúe, en todos los campos, con “la valentía de la libertad de los hijos de Dios” -según feliz expresión de la Oración por la Patria-, en perfecto correlato con el principio de la subsidiariedad estatal y el deber de asistencia a los necesitados.

 

Es evidente que no todo debe medirse bajo la eficiencia de la productividad económica inmediata. Existen otros valores que pueden resultar muy superiores desde el punto de vista moral, político y social, sin perjuicio de que redundan, finalmente, en beneficios económicos para el conjunto social.

 

EJEMPLO DE SOLIDARIDAD

Así, la República Argentina -en especial la Ciudad de Buenos Aires-, es ejemplo mundial de solidaridad asistencial a través de los hospitales públicos, como puede serlo México en materia de asilo político o Albania en la acogida de los refugiados. La hermandad latinoamericana es un elevado bien a preservar, que impide rechazar en términos absolutos toda asistencia a enfermos de los países vecinos. Los abusos de una atención masiva indiscriminada pueden evitarse a través de la intervención previa de comisiones médicas en colaboración con las autoridades extranjeras.

 

La educación pública de gestión estatal gratuita, en todos los niveles, es decir incluida la universitaria, también es necesaria para dar un mínimo de efectividad a la igualdad de oportunidades. Por supuesto debe ser libre de contenidos políticos e ideológicos y buscar la excelencia del conocimiento. Ello no excluye facilitar, para todos los niveles socioeconómicos, la elección de la educación pública de gestión privada, en especial cuando se procura obtener educación religiosa para los hijos, ciertamente la mejor forma de transmitir valores morales y cívicos a los ciudadanos. Por ello, Los aportes económicos a la educación privada son un verdadero derecho y no una concesión magnánima y graciosa sujeta al capricho y la discreción del gobernante de turno.

 

Es imprescindible una ley que favorezca los loteos y subdivisiones privados para familias de bajos recursos, de manera que se vean libres de trabas burocráticas y corrupciones, de los que no están exentos ni siquiera aquellos que se intentan realizar con propósitos altruistas. No es posible que en un país de semejante extensión y riqueza existan familias viviendo en la miseria a la vera de aguas inmundas. La vivienda propia es un pilar fundamental de la estabilidad familiar. Es necesario un régimen legal adecuado de financiamiento, exenciones impositivas y arancelarias, en especial para la adquisición de terrenos y materiales para la autoconstrucción de la vivienda única. Solo así se podrá dar posibilidad al derecho a la vivienda digna, desechando cualquier dádiva o prebenda estatal.

 

EMERGENCIA ALIMENTARIA

La emergencia alimentaria, por cuya declaración exhortó la Conferencia Episcopal Argentina, muy agravada en la actualidad, lleva a la obligación de considerar el componente fiscal directo o indirecto de los alimentos y otras necesidades básicas. La bendita Madre Teresa se indignaba no contra la comodidad, ya que decía podía haberse ganado trabajando, sino contra el dispendio y el derroche.

 

Es un purismo ingenuo e injusto que no se contemple debidamente, con diferencias fiscales sustanciales, aquello que constituye el alimento, el vestido, la habitación, la educación y la salud más imprescindibles -y los ingresos que se destinan a ellos-, de lo que se aplica al más grosero lujo y disipación.

 

El lujo excesivo en medio de la pobreza conduce al resentimiento social y, paradójicamente, a la ruina económica de personas y familias enteras a través de la imitación.

 

En los verdaderos cristianos -y en todo hombre de buena voluntad- la modestia y la austeridad es la regla, y en ellas se debe educar a los niños, especialmente a los de más acomodada condición, para ser ejemplo integrador de armonía y paz social.

 

El alimento de los niños -desde la concepción hasta los 18 años- es un derecho porque es necesario para el sostén de la vida, que el Estado siempre debe garantizar, y que también alcanza a toda persona vulnerable sin ingresos ni posibilidades de trabajar. La asignación universal por hijo, y las pensiones por discapacidad y vejez, son una ayuda justa que no merece la crítica genérica hacia otros planes sociales que, a veces por su inexacta formulación, asignación o falta de control, pueden dar lugar a abusos que conducen a la desidia o al manejo político.

 

Nunca debe ser vista como sospechosa la ayuda a los pobres por parte de ningún miembro de la Iglesia, de las otras confesiones religiosas ni de las organizaciones sociales que no dan indicios de insinceridad. Esa desconfianza impide el dialogo en la búsqueda de la equidad social sin incurrir en dogmatismos puramente teóricos.

 

La existencia de un sistema político, legal, económico y social inequitativo, producto del gasto público superlativo e ineficiente, y su correlato necesario en el brutal exceso de impuestos distorsivos, la inflación y las regulaciones agobiantes, no es justificativo para abandonarlos en esa triste y a veces desesperada situación, como si fueran los responsables de ese régimen perverso. Nadie puede quedar excluido de la caridad recuerda la oración de los Obispos.

 

El prudente equilibrio entre el mandato bíblico de ganar el pan con el sudor de la frente y las obras de misericordia evangélicas, como la de dar de comer al hambriento, vedan el asistencialismo improductivo -siempre injusto hacia los que trabajan- y la indiferencia ante las necesidades del prójimo, en especial de los más impedidos para trabajar.

 

El venerable Padre Federico Grote, el Beato Fray Mamerto Esquiu y el Siervo de Dios Enrique Shaw, nos sirvan de modelo en la búsqueda de las soluciones justas a los problemas sociales y económicos de nuestra Patria.

 

(*) Presidente de la Corporación de Abogados Católicos.