jueves, 31 de julio de 2025

LEÓN XIV CONCEDE


 el título de “doctor de la Iglesia” al cardenal Newman, canonizado por el papa Francisco


 

Elisabetta Piqué

Vatican Media, 31 de julio de 2025

 

ROMA.- El cardenal John Henry Newman, una figura muy conocida en la Argentina por el colegio que lleva su nombre, teólogo y sacerdote anglicano que se convirtió al catolicismo en el siglo XIX, canonizado por el papa Francisco en octubre de 2019, se convertirá en “doctor de la Iglesia Universal”.

 

Así lo decidió este jueves el papa León XIV, que al recibir en audiencia al cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos, “confirmó el parecer afirmativo de la Plenaria de los Cardenales y Obispos, Miembros del Dicasterio para las Causas de los Santos, sobre el título de Doctor de la Iglesia Universal que será conferido próximamente a San John Henry Newman, cardenal de la Santa Iglesia Romana, fundador del Oratorio de San Felipe Neri en Inglaterra; nacido en Londres el 21 de febrero de 1801 y fallecido en Edgbaston el 11 de agosto de 1890”, indicó el boletín diario del Vaticano.

 

“Doctor de la Iglesia” es un título otorgado por el papa o un concilio ecuménico a ciertos santos en razón de su erudición y en reconocimiento como eminentes maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos.

 

Newman nació en Broad Street, Londres, el 21 de febrero de 1801. Tras estudiar en el Trinity College de Oxford, se convirtió al sacerdocio anglicano en 1825. Pero posteriormente conmocionó a la Inglaterra victoriana al convertirse al catolicismo, siendo recibido en la Iglesia católica el 9 de octubre de 1845.

 

Tal como recordó Vatican News, en 1846 viajó a Roma con algunos compañeros anglicanos que se habían pasado al catolicismo, sin planes definidos. Aunque al principio se planteó ingresar en los Redentoristas, luego optó por unirse al Oratorio de San Felipe Neri; frecuentó entonces a la Chiesa Nuova de Roma y a los sacerdotes de esa comunidad. Ordenado sacerdote el 30 de mayo de 1847, recibió el cálido aliento del beato Pío IX.

 

Decidido a convertirse en oratoriano, Newman pidió permiso al Papa para fundar un oratorio en Birmingham, con el fin de adaptar las constituciones del oratorio romano a las necesidades del lugar. El nuevo oratorio comenzó en 1847, cuando él y seis compañeros iniciaron su noviciado en un ala de la Abadía de la Santa Cruz, que se había puesto a su disposición. Tras algunos traslados, la primera ubicación real fue en Edgbaston, en las afueras de Birmingham.

 

En 1854 el padre Newman fue nombrado rector de la Universidad Católica de Dublín, permaneciendo en el cargo cuatro años. En 1864 publicó la Apologia pro vita sua y en 1878 el Trinity College de Oxford lo eligió como su primer miembro honorario.

 

El papa León XIII creó a Newman cardenal en 1879. A partir de 1889 se produjo un creciente declive físico del religioso de casi 90 años; el día de Navidad celebró su última misa en público y el 11 de agosto de 1890 murió en su habitación de Edgbaston tras una vida extraordinaria. En su tumba quiso que se escribiera: Ex umbris et imaginibus in veritatem (De las sombras y las imágenes a la verdad).

 

Sus escritos teológicos tuvieron un impacto considerable en todo el mundo, especialmente en el Concilio Vaticano II (1962-1965). Influyeron en el papa Juan Pablo II, quien lo declaró “Venerable” en 1991, tras aprobar un decreto que reconocía que había vivido las virtudes teologales en grado heroico, así como en Pablo VI y Benedicto XVI. Fue el papa alemán, de hecho, quien beatificó en su viaje al Reino Unido de octubre de 2010 al cardenal Newman, cuya causa de canonización había comenzado en 1958.

 

Newman solía escribir que “vivir es cambiar” y “ser perfecto es haber cambiado muchas veces”.

 

Cuando el papa Francisco lo canonizó en una ceremonia solemne en Roma en octubre de 2019, en su sermón citó un texto de quien ahora será proclamado “doctor de la Iglesia universal”, que decía que “el cristiano tiene una paz profunda, silenciosa y escondida que el mundo no ve. […] El cristiano es alegre, sencillo, amable, dulce, cortés, sincero, sin pretensiones, […] con tan pocas cosas inusuales o llamativas en su porte que a primera vista fácilmente se diría que es un hombre corriente”.