viernes, 16 de julio de 2010

MATRIMONIO GAY

Reflexiones de dos Obispos
Declaraciones de Monseñor Alfonso Delgado, luego de la votación del Senado (selección de párrafos)


Este panorama está sirviendo para que el pueblo empiece sacar cuentas: qué legisladores y gobernantes están a favor de sus convicciones y quiénes están en contra.
Un sector importante del oficialismo y quienes van detrás, han legislado unos derechos y unos beneficios para una minoría que ha sido respetada y no ha sido discriminada por nadie. En cambio, se ha dictado una ley en contra de los derechos de la mayoría del pueblo argentino y de los niños más vulnerables. Todos somos iguales ante la ley en las mismas circunstancias de la vida. Pero la diversidad que se proclama genera derechos y beneficios diferentes.

Quisiera felicitar a los ciudadanos, hombres y mujeres, que han expresado claramente sus convicciones con todo respeto, sin discriminar ni ofender a nadie. También quisiera felicitar a los legisladores y gobernantes que han sabido representar verdaderamente a la inmensa mayoría del pueblo argentino. El pueblo sabrá reconocerlo y recordarlo. En cambio, es de lamentar la conducta tan poco republicana de quienes han silenciado sus intenciones y no han tenido la valentía de expresarlas con anterioridad. También es de lamentar la conducta de los que han aplastado su conciencia y sus convicciones, sin la fortaleza necesaria ante los aprietes y presiones que acompañaron todo este proceso. Esto también sabrá recordarlo el pueblo, que quiere y valora a la familia tal como es. Son tiempos buenos porque son tiempos difíciles, que nos alientan aún más a fortalecer el bien común, la familia y la buena ciudadanía.

"El Dios de la esperanza acompaña a su pueblo en las situaciones más desafiantes y los anima a construir la paz y la solidaridad".
15-7-10
Homilía de monseñor Andrés Stanovnik, arzobispo de Corrientes (párrafos seleccionados)
Si Dios se revistió de un cuerpo humano real como el nuestro, quiere decir que nuestra carne es valiosa ante los ojos de Dios. Desde que él la abrazó por amor y la redimió de su tendencia autodestructiva, esta carne que llevamos es sagrada y no podemos hacer con ella lo que se nos ocurre, ni con la propia, ni con la de nuestros semejantes.
El cuerpo de Jesús no fue un cuerpo virtual, sino real, de carne y hueso; nació varón, como lo atestigua la Escritura: "y dio a luz a su primogénito y lo envolvió en pañales". No se hizo varón por una extraña operación mental, basada en fantasías y confusas inclinaciones afectivas: construyó su identidad a partir del don que recibió en su cuerpo y en su espíritu, a través del maravilloso cuerpo de mujer de su madre. Creció y maduró junto a María y a José, viendo en ellos y aprendiendo con ellos la belleza y el bien que hay en la diferenciación varón mujer, y al mismo tiempo, la complementariedad y comunión que se da precisamente a raíz de esa distinción y por esa diferencia. Gracias a ellos, su Hijo Jesús tuvo una humanidad real y verdadera, asumió nuestra naturaleza humana entera, sin modificar ni quitar fnada de lo que recibió, salvo el pecado. El pecado consiste precisamente en rechazar la condición humana así como fue creada, con sus exigencias y leyes propias y, en su lugar, construir algo mental, caprichoso y difícil de identificar con lo humano, algo que nadie sabe bien en qué consiste y hacia dónde nos lleva.
Sólo aquello que asumimos y abrazamos con amor, se transforma y crece. Sobre todo, cuando se trata de realidades fundamentales para nuestra existencia, como son el matrimonio, constituido por varón y mujer, la familia y la patria. Esto nos lo dicta la sana razón, sobre todo cuando dejamos que la ilumine Dios -fuente de toda razón y justicia-, quien primero asumió y abrazó con amor nuestra realidad humana, para redimirla y salvarla.
16-7-10