El espionaje en EE.UU., un gigante fuera de control
Silvia Pisani
El latiguillo popular afirma que la vida ha cambiado mucho en este país después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Aunque, a veces, cuesta definir en qué.
Una investigación periodística acaba de traducir la sensación en dato al revelar una monumental multiplicación y superposición "sin control" de los servicios de seguridad, a tal punto de que hoy "nadie sabe bien cuántos son, para qué sirven, cuánto cuestan ni qué hacen". Todo eso con la agravante adicional de que semejante telaraña de agencias secretas -y su costo sin precedente- es tan cerrada que "no permite establecer su eficacia" a la hora de evaluar si el país, en definitiva, es hoy más seguro.
Semejante afirmación es fruto de un trabajo de investigación que durante dos años hizo el influyente The Washington Post , el mismo diario cuyo seguimiento a lo largo de un lapso similar del llamado caso Watergate terminó con la presidencia de Richard Nixon en 1974. Lejos de tanto dramatismo, lo que ayer logró instalar el diario fue un debate sin precedentes sobre la delicada materia, del que surge que una de cada 400 personas en este país es un agente secreto.
"La forma, el costo y la pretendida eficacia" que la seguridad tiene en este país quedaron en tela de juicio, en una sociedad que, paradójicamente, vive obsesionada con el tema. Desde el secretario de Seguridad para abajo, nadie quedó afuera.
"Esto no refleja la realidad", retrucó el director nacional de Inteligencia (DNI) David C. Gompert. "Los retos por delante son difíciles y complejos. Continuaremos escudriñando nuestras operaciones, buscando formas de mejorar y adaptarnos", añadió.
El funcionario habló desde su condición de "interino", porque una de las paradojas de la telaraña es que, desde hace un par de meses, no tiene jefe.
El cargo está vacante desde la salida de Dennis Blair, que se apartó en mayo, luego de 16 meses signados por disputas con la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) y por las críticas que provocaron los errores del gobierno ante el fallido intento de voladura de un avión en la pasada Navidad. El ataque se frustró por la impericia del terrorista y no por diligencia de las agencias de seguridad.
La Casa Blanca respondió con más cautela. "Creo que el Post reveló cierta preocupación" en la materia, concedió el vocero Robert Gibbs. "Es necesario equilibrar las necesidades para defendernos contra nuestros enemigos y, al mismo tiempo, contra el gasto", añadió.
Si algo reveló la investigación fue que el crecimiento de ese "submundo secreto" es fantasmal. Hoy, en Estados Unidos existen por lo menos 1271 organizaciones estatales encargadas de luchar contra el terrorismo. Por si no fuera suficiente, se suman otros 1931 servicios privados que se ocupan más o menos de lo mismo. En conjunto, esa fuerza se distribuye a lo largo de 10.000 localidades, donde el trabajo que se hace tiene una característica similar: es secreto.
"Esto es enorme", dijo John Dorsey, del Security Research Institute de la Universidad de Savannah. "Tiene dimensiones difíciles de abarcar para el ciudadano", añadió.
Gracias al cine y a las novelas de espionaje, buena parte del público ubica las actividades de inteligencia en un solo lugar: Langley, el cuartel central de la CIA en las afueras de esta ciudad. Pero nada más lejos de la realidad. Además del famoso Langley, en este momento, existen no menos de 33 edificios ya listos o en obra para albergar tareas secretas. "Esto equivaldría, más o menos, a tres edificios del Pentágono", concluyó el equipo de investigación.
"En total, desde el 11 de Septiembre, cerca de 854.000 personas realizan tareas secretas de seguridad", señaló el diario, y subrayó que semejante dotación supera holgadamente en número a la población estable de esta ciudad. Además, una de cada 400 personas en este país trabaja en algún servicio secreto. Y puede que el cálculo sea conservador.
Al igual que ocurrió con el caso Watergate, el Post tuvo que defenderse de quienes le reprocharon estar trabajando "para los enemigos" del país al revelar información sobre seguridad. Marcus Brauchli, editor ejecutivo del diario, refutó la acusación. "Fuimos muy cautelosos con lo que publicamos", señaló, y explicó que parte de la investigación fue enviada a funcionarios del gobierno, algunos de los cuales visitaron las oficinas del diario para evaluar el trabajo y que, a su pedido, se omitieron datos.
"Creemos que este trabajo es importante" para el debate en el país, dijo Brauchli. Su comentario y la acusación reflejan una vez más la tensión que suele existir entre el derecho de los ciudadanos a saber y el interés de los gobiernos en que no se difunda lo que les molesta.
La investigación comenzó en agosto de 2008, fue elaborada por un equipo de más de 20 personas y coordinada por dos periodistas de gran trayectoria: Dana Priest, dos veces ganadora del Pulitzer, y William Arkin, experto en temas de seguridad. Tanto celo se puso en el trabajo que nada estuvo al alcance de la redacción en general hasta el momento de su publicación.
Hoy, el diario promete más. Y entre los temas por develar figura la contratación de servicios a terceros. Una puerta que, en los pasados meses, deparó más de un escándalo a las autoridades.
La Nación, 20-7-10
DUDAS. EN LA CIA Y OTRAS DEPENDENCIAS DEL GOBIERNO YA NO SABEN CUANTOS CONTRATADOS HAY.
Investigación de The Washington Post, segunda parte
Según las leyes federales en Estados Unidos, para asegurar que las tareas más sensibles para el país sean realizadas por personas leales ante todo a los intereses nacionales, los contratistas privados no deberían realizar “funciones inherentes al gobierno”. Pero esta norma no se cumple.
Casi un tercio de quienes realizan operaciones de espionaje son contratados, muchos en forma temporal, reveló el diario The Washington Post . El dato preocupa a las autoridades.
En la segunda parte de una exhaustiva investigación sobre el gigantesco aparato de inteligencia de EE.UU., el diario estimó que 265.000 de las 854.000 personas con autorización de seguridad de alto secreto son contratados.
“Durante demasiado tiempo hemos dependido de los contratistas para que hagan el trabajo operativo” que deben hacer empleados de la CIA, admitió el director de la agencia de inteligencia, Leon Panetta, al Post . Y agregó que le preocupa que las corporaciones sientan más responsabilidad hacia sus accionistas que a su país. “Eso supone un conflicto inherente”, dijo.
El secretario de Defensa, Robert Gates, también planteó que las cosas no están funcionando como al gobierno le gustaría.
“Queremos a alguien que realmente esté en esto como una carrera, que esté apasionado con ello y que le preocupe el país y no sólo el dinero”, afirmó. Ambos fueron entrevistados para el trabajo que realizaron 17 periodistas del Post durante dos años sobre el vertiginoso crecimiento de los servicios de espionaje y las operaciones antiterroristas del país tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
En la primera parte, el lunes, el diario reveló que la estructura de espionaje en el país es tan extensa e inmanejable que nadie sabe cuántos empleados hay , cuánto cuesta o cuántas agencias realizan el mismo trabajo.
Ayer, señaló que “lo que comenzó como una solución temporal en respuesta a los ataques terroristas se convirtió en una dependencia que pone en duda si la fuerza laboral del gobierno incluye a demasiada gente que responde a sus empresas más que al interés público, y si el gobierno aún controla sus actividades más delicadas”.
A través del presupuesto federal, el gobierno de George Bush y el Congreso hicieron más fácil para la CIA y otras agencias contratar a trabajadores privados que a empleados del Estado. Así lo hacían más rápido y creyeron que sería menos costoso.
“Nueve años después, ya en el gobierno de Obama, la idea de que los contratistas cuestan menos fue rechazada, y el gobierno ha avanzado en su objetivo de reducir el número de manos contratadas en un 7% en dos años. Aún así, cerca del 30% de la fuerza de trabajo en agencias de inteligencia es privada”, informa.
Gates dice que quiere bajar la cifra de contratistas en Defensa. Pero admite: “Esta es una confesión terrible. No logro obtener el número de contratistas que trabajan para mi oficina”.
Según el Post, “los contratados asesoran, dan informes y trabajan en todas partes”. Desde septiembre de 2001, denuncia, “ han hecho contribuciones extraordinarias y han cometido torpezas extraordinarias que han cambiado la historia y confundido para el público la distinción entre las acciones de empleados que responden a EE. UU. y empleados de empresas privadas con poco más que una credencial de ‘seguridad’ y una pistola”.
Silvia Pisani
El latiguillo popular afirma que la vida ha cambiado mucho en este país después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Aunque, a veces, cuesta definir en qué.
Una investigación periodística acaba de traducir la sensación en dato al revelar una monumental multiplicación y superposición "sin control" de los servicios de seguridad, a tal punto de que hoy "nadie sabe bien cuántos son, para qué sirven, cuánto cuestan ni qué hacen". Todo eso con la agravante adicional de que semejante telaraña de agencias secretas -y su costo sin precedente- es tan cerrada que "no permite establecer su eficacia" a la hora de evaluar si el país, en definitiva, es hoy más seguro.
Semejante afirmación es fruto de un trabajo de investigación que durante dos años hizo el influyente The Washington Post , el mismo diario cuyo seguimiento a lo largo de un lapso similar del llamado caso Watergate terminó con la presidencia de Richard Nixon en 1974. Lejos de tanto dramatismo, lo que ayer logró instalar el diario fue un debate sin precedentes sobre la delicada materia, del que surge que una de cada 400 personas en este país es un agente secreto.
"La forma, el costo y la pretendida eficacia" que la seguridad tiene en este país quedaron en tela de juicio, en una sociedad que, paradójicamente, vive obsesionada con el tema. Desde el secretario de Seguridad para abajo, nadie quedó afuera.
"Esto no refleja la realidad", retrucó el director nacional de Inteligencia (DNI) David C. Gompert. "Los retos por delante son difíciles y complejos. Continuaremos escudriñando nuestras operaciones, buscando formas de mejorar y adaptarnos", añadió.
El funcionario habló desde su condición de "interino", porque una de las paradojas de la telaraña es que, desde hace un par de meses, no tiene jefe.
El cargo está vacante desde la salida de Dennis Blair, que se apartó en mayo, luego de 16 meses signados por disputas con la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) y por las críticas que provocaron los errores del gobierno ante el fallido intento de voladura de un avión en la pasada Navidad. El ataque se frustró por la impericia del terrorista y no por diligencia de las agencias de seguridad.
La Casa Blanca respondió con más cautela. "Creo que el Post reveló cierta preocupación" en la materia, concedió el vocero Robert Gibbs. "Es necesario equilibrar las necesidades para defendernos contra nuestros enemigos y, al mismo tiempo, contra el gasto", añadió.
Si algo reveló la investigación fue que el crecimiento de ese "submundo secreto" es fantasmal. Hoy, en Estados Unidos existen por lo menos 1271 organizaciones estatales encargadas de luchar contra el terrorismo. Por si no fuera suficiente, se suman otros 1931 servicios privados que se ocupan más o menos de lo mismo. En conjunto, esa fuerza se distribuye a lo largo de 10.000 localidades, donde el trabajo que se hace tiene una característica similar: es secreto.
"Esto es enorme", dijo John Dorsey, del Security Research Institute de la Universidad de Savannah. "Tiene dimensiones difíciles de abarcar para el ciudadano", añadió.
Gracias al cine y a las novelas de espionaje, buena parte del público ubica las actividades de inteligencia en un solo lugar: Langley, el cuartel central de la CIA en las afueras de esta ciudad. Pero nada más lejos de la realidad. Además del famoso Langley, en este momento, existen no menos de 33 edificios ya listos o en obra para albergar tareas secretas. "Esto equivaldría, más o menos, a tres edificios del Pentágono", concluyó el equipo de investigación.
"En total, desde el 11 de Septiembre, cerca de 854.000 personas realizan tareas secretas de seguridad", señaló el diario, y subrayó que semejante dotación supera holgadamente en número a la población estable de esta ciudad. Además, una de cada 400 personas en este país trabaja en algún servicio secreto. Y puede que el cálculo sea conservador.
Al igual que ocurrió con el caso Watergate, el Post tuvo que defenderse de quienes le reprocharon estar trabajando "para los enemigos" del país al revelar información sobre seguridad. Marcus Brauchli, editor ejecutivo del diario, refutó la acusación. "Fuimos muy cautelosos con lo que publicamos", señaló, y explicó que parte de la investigación fue enviada a funcionarios del gobierno, algunos de los cuales visitaron las oficinas del diario para evaluar el trabajo y que, a su pedido, se omitieron datos.
"Creemos que este trabajo es importante" para el debate en el país, dijo Brauchli. Su comentario y la acusación reflejan una vez más la tensión que suele existir entre el derecho de los ciudadanos a saber y el interés de los gobiernos en que no se difunda lo que les molesta.
La investigación comenzó en agosto de 2008, fue elaborada por un equipo de más de 20 personas y coordinada por dos periodistas de gran trayectoria: Dana Priest, dos veces ganadora del Pulitzer, y William Arkin, experto en temas de seguridad. Tanto celo se puso en el trabajo que nada estuvo al alcance de la redacción en general hasta el momento de su publicación.
Hoy, el diario promete más. Y entre los temas por develar figura la contratación de servicios a terceros. Una puerta que, en los pasados meses, deparó más de un escándalo a las autoridades.
La Nación, 20-7-10
DUDAS. EN LA CIA Y OTRAS DEPENDENCIAS DEL GOBIERNO YA NO SABEN CUANTOS CONTRATADOS HAY.
Investigación de The Washington Post, segunda parte
Según las leyes federales en Estados Unidos, para asegurar que las tareas más sensibles para el país sean realizadas por personas leales ante todo a los intereses nacionales, los contratistas privados no deberían realizar “funciones inherentes al gobierno”. Pero esta norma no se cumple.
Casi un tercio de quienes realizan operaciones de espionaje son contratados, muchos en forma temporal, reveló el diario The Washington Post . El dato preocupa a las autoridades.
En la segunda parte de una exhaustiva investigación sobre el gigantesco aparato de inteligencia de EE.UU., el diario estimó que 265.000 de las 854.000 personas con autorización de seguridad de alto secreto son contratados.
“Durante demasiado tiempo hemos dependido de los contratistas para que hagan el trabajo operativo” que deben hacer empleados de la CIA, admitió el director de la agencia de inteligencia, Leon Panetta, al Post . Y agregó que le preocupa que las corporaciones sientan más responsabilidad hacia sus accionistas que a su país. “Eso supone un conflicto inherente”, dijo.
El secretario de Defensa, Robert Gates, también planteó que las cosas no están funcionando como al gobierno le gustaría.
“Queremos a alguien que realmente esté en esto como una carrera, que esté apasionado con ello y que le preocupe el país y no sólo el dinero”, afirmó. Ambos fueron entrevistados para el trabajo que realizaron 17 periodistas del Post durante dos años sobre el vertiginoso crecimiento de los servicios de espionaje y las operaciones antiterroristas del país tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
En la primera parte, el lunes, el diario reveló que la estructura de espionaje en el país es tan extensa e inmanejable que nadie sabe cuántos empleados hay , cuánto cuesta o cuántas agencias realizan el mismo trabajo.
Ayer, señaló que “lo que comenzó como una solución temporal en respuesta a los ataques terroristas se convirtió en una dependencia que pone en duda si la fuerza laboral del gobierno incluye a demasiada gente que responde a sus empresas más que al interés público, y si el gobierno aún controla sus actividades más delicadas”.
A través del presupuesto federal, el gobierno de George Bush y el Congreso hicieron más fácil para la CIA y otras agencias contratar a trabajadores privados que a empleados del Estado. Así lo hacían más rápido y creyeron que sería menos costoso.
“Nueve años después, ya en el gobierno de Obama, la idea de que los contratistas cuestan menos fue rechazada, y el gobierno ha avanzado en su objetivo de reducir el número de manos contratadas en un 7% en dos años. Aún así, cerca del 30% de la fuerza de trabajo en agencias de inteligencia es privada”, informa.
Gates dice que quiere bajar la cifra de contratistas en Defensa. Pero admite: “Esta es una confesión terrible. No logro obtener el número de contratistas que trabajan para mi oficina”.
Según el Post, “los contratados asesoran, dan informes y trabajan en todas partes”. Desde septiembre de 2001, denuncia, “ han hecho contribuciones extraordinarias y han cometido torpezas extraordinarias que han cambiado la historia y confundido para el público la distinción entre las acciones de empleados que responden a EE. UU. y empleados de empresas privadas con poco más que una credencial de ‘seguridad’ y una pistola”.
Clarín, 21-7-10