Guillermo Cherashny
A principios de año
el gobierno nacional puso en marcha su plan para sacarse de encima los subtes
porteños. Entre otros, quería evitarse un problema muy poco conocido por el público:
que los aumentos de los sueldos de los empleados se pagan con aumentos de los
subsidios, tal como sucede en los trenes y los colectivos. Por otra parte, se
trata de sueldos de 8.000 pesos de mínimo. En el caso de los subtes, los
metrodelegados en un principio estaban liderados por el Partido Obrero y el
Partido de Trabajadores por el Socialismo, liderados respectivamente por Jorge
Altamira y Cristian Castillo. Pero con el tiempo el gobierno colonizó a los
metrodelegados. De ahí que Luis Pianelli integra el Partido Nuevo Encuentro de
Martín Sabbatella y Néstor Segovia está encolumnado con Luis D’Elía. La
decisión del cristinismo fue tercerizar el ajuste de los subsidios y
transferirle a Macri el presente griego de los metrodelegados, que disputan la personería
gremial con la Unión
Tranviaria Automotor de Roberto Palacios, alineada con el
oficialismo.
La trampa
Esta situación no fue
correctamente evaluada por Mauricio Macri, que aceptaba hacerse cargo de los
subtes si el gobierno le suministraba recursos y avales para tomar crédito del
exterior destinado a la infraestructura del servicio. Pero no habría tomado
conciencia de la situación gremial y de la colonización por el cristinismo de
la conducción de la izquierda revolucionaria. En definitiva, una combinación
que se fue convirtiendo en una bomba de tiempo lista para explotar cuando se
discutieran las paritarias, que por la ley 14.250 se tienen que realizar entre
el Ministerio de Trabajo de la
Nación y la
UTA.
No hay ninguna duda
de que los metrodelegados, motorizados por la Casa Rosada , se
pasaron de vivos. Macri, por su parte, hizo bien al decir que el problema
tendrá solución en el largo plazo y que hay que explicarle a la gente que el
gobierno entregará la mitad del subsidio y sólo por un año. En este esquema,
según el jefe de gobierno, habría que aumentar el boleto a 5,50 pesos para
pagarles el aumento que exigen los metrodelegados. O sea que el aumento lo
pagarán el millón de personas que viajan todos los días. Así las cosas, todo
parece indicar que Macri no aceptará el sometimiento que intenta imponerle el
cristinismo. Para él, la actual situación tiene costos pero lo mismo vale para
la presidente. El paro actual -y los futuros- podrán continuar así hasta que a
los metrodelegados se les antoje o hasta que el gobierno dé la orden de hacer
un alto al fuego.
Informador Público,
11-8-12