lunes, 3 de octubre de 2022

EN BÚSQUEDA


 de los 'little platoons'


ABC / CEU, 2-10-22

 

Lucía Vallejo Rodríguez, profesora de Doctrina Social de la Iglesia del Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala, explica en este artículo la importancia de las «pequeñas agrupaciones», las que dan sentido a la vida y conservan todo para que tenga sabor a eterno

 

Hace un mes me encontraba en el seno de unas pequeñas comunidades ubicadas en Michigan, Hillsdale y Mecosta. Ambas representan lo que el filósofo angloirlandés Edmund Burke denominaba 'little platoons', aquellas «pequeñas agrupaciones a las que pertenecemos en la sociedad» y «el germen de todos los afectos públicos»; es decir, la familia, la iglesia, el municipio y todas aquellas asociaciones que impiden que nos convirtamos en una masa indiferenciada.

 

Estos meses, en esos pequeños pueblos, era como estar sumergida en la América que se encontró Alexis de Tocqueville en 1831, y que tan bien describe en Democracia en América. Resonaban en mi cabeza sus palabras cuando percibía el espíritu que impregnaba a estos vecindarios, un espíritu de asociación, de caridad, de ayuda mutua o de amor por la patria, y que eran incluso contagiosos.

 

En estas comunidades todavía se practican los principios conservadores originarios. Se cuidan las tradiciones religiosas, la cultura y la familia. Son lugares donde los amigos y los familiares aún conservan el arte de visitar, un arte que no requiere cita previa, de carácter espontáneo y acogedor.

 

Donde con asombro descubría que los vecinos se conocen entre ellos y que forman parte activa de la educación de los jóvenes de toda la comunidad. Donde la tradición representa una forma de conocimiento social, en la que las generaciones pasadas se abren paso para dar respuestas a preguntas olvidadas. Un lugar donde la intervención del Estado no hace falta para ayudar al necesitado y, mucho menos, para la crianza de los hijos.

 

Distinguidos por el alma conservadora, a estos vecinos les es natural echar raíces en sus comunidades. Mientras, en España, no sabemos ya de quién somos y de qué historia formamos parte. Estas pequeñas comunidades sembraron en mí una esperanza. Desmienten el mito que se instala con fuerza en Europa y en España, que solo un gran Estado puede cuidar de nosotros.

 

Este es el verdadero sueño americano al que deberíamos aspirar: recuperar el amor por nuestras «pequeñas agrupaciones», las que dan sentido a la vida y conservar todo aquello que tenga sabor a eterno.