Con motivo de conmemorarse hoy el día internacional de las Víctimas del Terrorismo, fijado por las Naciones Unidas, se realizo ayer una exposición sobre el tema indicado en el título, organizado por el Foro Social Carlos Sacheri.
Reproducimos una síntesis de lo expuesto.
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Haremos hincapié
en la metodología utilizada para enfrentar a los grupos subversivos en la
década del 70.
En un artículo del
General Osiris Villegas, éste sostiene que, cuando el Ejército argentino
recibió la orden de aniquilar la subversión, en 1975, “no estaba bien
preparado” para este tipo de operaciones, propias de una guerra interna, y tuvo
“que aprender a organizarse, redactar reglamentos e instruirse para adquirir la
técnica de combate necesaria”, para el cumplimiento de la misión asignada.
Debemos confrontar esta afirmación con otros antecedentes:
1. En el prólogo
del Nunca Más, se citan las palabras de despedida del Jefe de la Delegación
Argentina, ante la Junta Interamericana de Defensa, General Santiago Omar
Riveros, 24-1-1980: “Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las
órdenes escritas de los Comandos Superiores.”
2. En el mismo
número de la Revista Militar donde publicó su artículo el General Villegas, el
General Genaro Díaz Bessone, afirma que: “Cuando el Ejército fue empeñado en la
guerra revolucionaria, estaba preparado para ello, aún cuando la teoría
contenida en los reglamentos debió ser corregida por la experiencia derivada de
los combates”.
El mismo oficial,
acota en un libro, que estaban vigentes desde 1968, reglamentos militares
redactados para este tipo de guerra, agregando que: “Desde fines de la década
de los años 50 el Ejército Argentino se venía preparando para la Guerra
Revolucionaria”; dicha preparación tuvo “como base un cuerpo doctrinario
constituido por numerosos reglamentos militares”.
3. El Dr.
Florencio Varela, abogado de varios oficiales superiores, ha detallado el contenido
de dichos reglamentos:
RC-8-2:
“Operaciones contra las fuerzas irregulares” (20-9-68)
RC-8-3:
“Operaciones contra la subversión urbana” (29-7-69)
RV-150-10:
“Instrucción de lucha contra las guerrillas” (5-9-69)
ROP-30-5: “Prisioneros
de guerra” (26-8-69)
Verdadero
fundamento: la escuela francesa
Consideramos que
el antecedente en que se basaron las Fuerzas Armadas argentinas para la guerra
antisubversiva fue la llamada escuela francesa. Ni el General Villegas, ni el
General Díaz Bessone, en su libro de 373 páginas, se refieren al tema, pero, en
varios reportajes de los últimos años -que circulan en Internet y detallamos al
final-, algunos jefes militares han ido explicando esta cuestión.
El General
Reynaldo Bignone, último presidente de facto, reconoció que fue el General
Carlos Rosas el gestor de que el Ejército tuviera una asesoría francesa, y que
la forma de oponerse a la guerra revolucionaria fue adoptada del modelo
francés, que se volcó en los reglamentos que se aplicaron en dicha guerra.
La experiencia
militar que adquirieron los franceses en Indochina, dio lugar a la nueva teoría
contrarevolucionaria. En efecto, descubrieron que las tácticas y armamentos
utilizados en la Segunda Guerra Mundial no era apropiada para la guerra
moderna, donde no hay un frente y el enemigo está oculto entre la población. El
enemigo es interno lo que obliga a controlar a toda la población. La
inteligencia adquiere mayor importancia, la inteligencia implica el
interrogatorio, y en el interrogatorio, a veces, se debe aplicar la tortura.
Una de las
unidades que intervienen en Indochina, fue la Agrupación de los Comandos Mixtos
Aerotransportados (GCMA), cuyo jefe era el Teniente Coronel Roger Trinquier,
que llegó a tener bajo su mando cerca de 20.000 hombres. Este oficial leyó a
Mao Tse-Tung y su método, que era el que aplicaron contra Francia en Indochina;
volcó ese conocimiento en su libro “La guerra moderna”, que se convirtió en el
principal elemento teórico.
Después de la
derrota de Dien Bien Fu, las tropas francesas se ven obligadas a retirarse de
Indochina, pero los métodos que experimentaron en ese lugar, los aplicaron
luego en Argelia, y los transmitieron a los norteamericanos, quienes, a su vez,
los aplicaron en Vietnam. En la nueva guerra de Argelia, el Estado Mayor del
Ejército francés adhirió a la doctrina de la guerra revolucionaria, encomendada
al General Jacques Massu, de quien Trinquier fue asesor. Además, comenzaron a
enseñarse dichas técnicas en un Centro de Entrenamiento en Guerra Subversiva,
creado por el ministro de Defensa, Jacques Chaban-Delmas. La difusión de esas
experiencias se realizó desde la Escuela de Guerra de Francia, de donde egresó
en 1957 el entonces Coronel Carlos Rosas, que asumió como Subdirector de la
Escuela Superior de Guerra de la Argentina.
En 1959 suscriben
un convenio los ejércitos de Francia y la Argentina, que comienza a cumplirse
en febrero de 1960, con la instalación en Buenos Aires de una misión militar
francesa, integrada por tres oficiales veteranos de Argelia. Uno de ellos, el
Teniente Coronel Henri Grand d’ Esnon, pronuncia una conferencia en la Escuela
de Guerra, el 26-5-1960, en la que describe la guerra subversiva. Cabe destacar
que, en esa época, el Ejército argentino destinaba al mejor graduado de la
Escuela de Guerra a realizar un curso de perfeccionamiento en París, incluyendo
un mes de práctica en Argelia. Uno de los oficiales fue el entonces Teniente
Coronel Alcides López Aufranc, quien dirigió en 1961 el primer Curso
Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria, al que asistieron oficiales de
catorce países.
En 1963 la
influencia francesa se atenúa, pero en 1974 se reactiva la misión, quedando a
cargo desde el 15-4-74, del Coronel Robert Servant, ex combatiente de Indochina
y Argelia, quien se instala en el piso 12, donde funciona el Estado Mayor del
Ejército cuyo jefe era el General Jorge Rafael Videla. Al año siguiente,
comienza el combate a los grupos subversivos en la Provincia de Tucumán.
Evaluación de la
metodología utilizada
Sobre la
metodología empleada en la guerra antisubversiva argentina, caben dos tipos de
consideraciones, referidas al resultado de la misma y a la caracterización
ética. Previo a ello, debemos partir de
definir lo ocurrido en la década de 1970 en la Argentina como una guerra, y no
una acción represiva. En efecto, el Reglamento RV-136-1 “Terminología
castrense de uso en las Fuerzas Terrestres”, que estaba vigente en la época
estudiada, define a la represión militar en un sentido acotado a una zona de
emergencia.
Por el contrario,
el Decreto Nº 2772/75, en su Art. 1º, establece que: “Las Fuerzas Armadas bajo
el Comando Superior del Presidente de la Nación, que será ejercido a través del
Consejo de Defensa, procederán a ejecutar las operaciones militares y de
seguridad que sean necesarias a los
efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el
territorio del país.”
El mismo
Reglamento citado, define lo que se entiende por subversión: “Comprende las
acciones de los grupos de insurrección clandestina destinados a reducir el
potencial militar, económico, sicológico o político del enemigo mediante
actividades destinadas a agitar a la población contra un gobierno establecido o
contra una fuerza de ocupación.”
La Cámara que juzgó y condenó a los integrantes de las
Juntas Militares, afirmó que había existido una guerra. Asimismo, el prólogo del informe oficial de la
CONADEP -Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas-, comienza con la
frase: “Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror
que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda,
fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países.”
Las Fuerzas
Armadas cumplieron la misión encomendada: aniquilaron el accionar de los grupos
subversivos; es decir, lograron un éxito militar. Pero el método elegido para la guerra convirtió a los terroristas en
víctimas.
Así lo reconoce el
General Harguindeguy, ministro del Interior del Proceso: “ganamos la guerra
pero perdimos la paz”. Lo ocurrido queda bien reflejado en una frase de Jacobo
Timerman:
“La guerrilla...no
pudo competir. Y, sin embargo, no fue derrotada en el terreno ideológico,
moral, porque sigue esgrimiendo la irracionalidad de la represión, el abuso de
poder, la ilegalidad de los métodos. Y ésa es su carta de triunfo (…)”.
Ni siguiera puede
argumentarse que debieron utilizarse procedimientos especiales, propios de la
situación de guerra, puesto que se eludió deliberadamente el encuadramiento
del oponente como combatiente. Así queda de manifiesto en el RC-8-3: “El
activista, el perturbador del orden, etc., no será considerado prisionero de
guerra, y, por tal motivo, no tendrá derecho al tratamiento estipulado en las
convenciones internacionales (pag. 93)”.
En el documental
“Escuadrones de la muerte. Escuela Francesa”, realizado por la periodista
Marie-Monique Robin, el General Díaz Bessone admitió los procedimientos
clandestinos, y consideró que en la guerra contrarrevolucionaria los
desaparecidos y las ejecuciones extralegales son daños colaterales.
La metodología
empleada fue adoptada de la escuela francesa, cometiendo el error de seguir
recetas que, en realidad, ya habían fracasado en Argelia y en Vietnam, países
donde terminó triunfando políticamente el enemigo subversivo. Se desconoció que
la estrategia de una guerra interna excede el plano militar, y debe apuntar al
objetivo político de lograr la paz y asegurar la convivencia entre los
ciudadanos.
Especialmente en
el caso de una guerra revolucionaria, “lo importante no es tanto la derrota del
enemigo como la restauración de la confianza de la población”, para lo cual
deben evitarse “los excesos de violencia o reacciones incontroladas en la
represión, que sólo sirven para impedir o dilatar la reconciliación y la
concordia”.
Estas reflexiones
pertenecen a un libro publicado en 1970 por el Círculo Militar, y
lamentablemente no fueron tenidas en cuenta. (Crawley, Eduardo. “Subversión y
seguridad: la cuestión de la guerra de guerrillas en el contexto argentino”;
Buenos Aires, Círculo Militar, 1970, pgs. 107 y 110)
8.2. El hecho de
que se haya procedido siguiendo directivas gubernamentales, y aplicando
reglamentos que configuraban un derecho positivo, como alega el Dr. Florencio
Varela, en el artículo citado, no altera la cuestión de fondo: la ley si es injusta, no parece que sea ley
(San Agustín).
“La justicia que
no resiste la publicidad no es justicia, y entonces no limpia la ofensa al bien
común, sino que lo ensucia con demostraciones de falta de autoridad, de
responsabilidad, de razones y de coraje cívico”. “No conocemos un solo
argumento válido, ni moral ni estratégicamente, para justificar ejecuciones clandestinas”.
No puede negarse
que la violencia que enlutó al país, fue iniciada por grupos guerrilleros que,
desde el 24-3-1976, asesinaron a 711 personas, y por lo tanto el Estado tenía
la obligación de actuar contra dichos grupos con el máximo rigor. Por eso debe distinguirse entre la lucha
contra la guerrilla, que estuvo legalmente ordenada y moralmente justificada,
de los métodos empleados en esa lucha.
Las autoridades
estatales aceptaron el argumento perverso de que en una guerra
antisubversiva el fin justifica los medios, no pudiendo evitarse acciones
que en tiempos normales constituyen delitos. Así lo expresa, con toda claridad,
el General Díaz Bessone:
“Si ante la
agresión decimos que el fin no justifica los medios, preparémonos para ser
santos o esclavos, pero no gastemos dinero en prepararnos para la guerra, y
aceptemos que nos borren de entre las naciones libres de la tierra”.
En un reportaje,
expresó:
“¿Cómo puede sacar
información (a un detenido) si usted no lo aprieta, si usted no tortura?”.
“¿Usted cree que hubiéramos podido fusilar 7000? Al fusilar tres nomás, mire el
lío que el Papa le armó a Franco con tres. Se nos viene el mundo encima. Usted
no puede fusilar 7000 personas”. (http://200.61.159.98/diario/el
pais/1-24901.html
La doctrina
clásica de la guerra, por el contrario, enseña que en la misma es posible ser
eficaz y santo. Los principios contenidos en la escuela hispánica, que tuvo su
mayor exponente en el P. Francisco de Vitoria, son aplicables a la realidad
contemporánea.
También la Iglesia
Católica se ha pronunciado sobre la moralidad de los actos en este tipo de
conflictos, señalando que el secuestro,
la tortura y el homicidio, son siempre ilícitos, aunque la causa que se
defiende sea justa. (Conferencia Episcopal Argentina, 16-3-1972.) A su vez:
III Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano. “Documento de Puebla”, 1979, p. 531
Señaló:
“Si dichos crímenes son realizados por la autoridad
encargada de tutelar el bien común, envilecen a quienes los practican,
independientemente de las razones aducidas”.
Mario Meneghini
Bibliografía
consultada:
-Castro Castillo,
Marcial. “Fuerzas Armadas, ética y represión”; Buenos Aires, Editorial Nuevo
Orden, 1979.
-Contreras
Sarmiento, Jorge. “Manual de ética para las Fuerzas Militares y de Policía”;
Buenos Aires, Consejo Episcopal Latinoamericano-Ágape libros, 2005.
-Crawley, Eduardo.
“Subversión y seguridad, la cuestión de la guerra de guerrillas en el contexto
argentino”; Buenos Aires, Círculo Militar, 1970.
-Díaz Bessone,
Ramón Genaro. “Guerra revolucionaria en la Argentina (1959-1978)”; Buenos
Aires, Círculo Militar, 1988.
-Etchecolatz,
Miguel. “La otra campana del Nunca Más”; Buenos Aires, edición del autor, 1983.
-FORES (Foro de
Estudios sobre la Administración de Justicia). “Definitivamente...nunca más (La
otra cara del informe de la CONADEP); Buenos Aires, 1985.
-Miatello, Hugo.
“Una defensa militar institucional en la guerra librada contra la subversión”;
Buenos Aires, Círculo Militar, Ciclo Cultural, 1988.
-Verbitzky,
Horacio.”Díaz Bessone admite miles de torturados y ejecutados en la
clandestinidad”; (www.pagina12web.com.ar/diario/elpais/1-24949.html).