de un presidente católico
POR SANTIAGO
ROSPIDE *
La Prensa,
10.08.2025
El 6 de agosto
pasado conmemoramos el sesquicentenario del martirio del presidente católico y
arquetipo ejemplar ecuatoriano Gabriel García Moreno. Enseña el padre Alfredo
Sáenz que el arquetipo es aquella persona que nos golpea y nos atrae, que nos
ha dejado una marca con su ejemplo para iluminar nuestras vidas. Dice el padre
Sáenz: “El arquetipo es así una suerte de modelo original que impacta al hombre
y lo atrae por su ejemplaridad”. Precisamente el presidente ecuatoriano Gabriel
García Moreno es uno de esos arquetipos que aparecen como una estrella en medio
de la noche más oscura.
Luis Veuillot, ese
gran apologista católico francés de pluma vibrante y verbo encendido,
refiriéndose a la conversión de nuestro héroe durante su estadía en París dice:
“En San Sulpicio le han visto, sin duda, varios de entre nosotros. Nos
complacemos en decir que, tal vez sin conocerlo, hemos unido nuestra súplica a
la suya; en todo caso, era de los nuestros y reclamamos el honor de ser de los
suyos”. Son palabras que enaltecen la figura egregia de este hombre superior.
Durante su primera
presidencia a partir de 1861 se abocó a la organización de las fuerzas
militares, los arreglos económicos de su nación, la educación, las obras
públicas y el tema del Concordato con Roma que tanto le preocupaba al flamante
presidente.
Durante su
asunción presidencial –luego de prestar juramento en la catedral de Quito– lo
primero que señaló nuestro personaje fue que él venía a “restablecer el imperio
de la moral, sin la cual el orden no es más que tregua o cansancio y fuera de
la cual la libertad es engaño y quimera”.
CATOLICISMO
Rezaba el artículo
1° de dicho Concordato: “El gobierno del Ecuador desea únicamente que la
Iglesia goce de toda la libertad e independencia de que necesita para cumplir
su misión divina, y que el Poder civil sea el defensor de esa independencia y
el garante de esa libertad”. Ejemplar definición del Estado católico.
Durante su segundo
mandato a partir de 1869 se involucró insistentemente en que se sancionase una
constitución verdaderamente católica y patriótica. Para eso se necesitaba
armonizar las instituciones con la religión de la nación:
“La civilización
-dice- creada por el catolicismo, degenera y bastardea a medida que se aparta
de los principios católicos”. Era tan católico que consagró el Ecuador al
Sagrado Corazón de Jesús, siendo así el primer gobierno en el mundo en llevarlo
a la práctica.
Sus enemigos ya lo
declaraban entonces el san Luis de Francia del Ecuador, así como a nuestro don
Juan Manuel de Rosas el apátrida de Sarmiento lo rotulaba como al Felipe II de
América. En ambos casos era un verdadero elogio.
García Moreno
sabía que su misión era difícil pero no renunciaba a la lucha. Los enemigos
-especialmente los logistas masones- lo acechan y siguen sus pasos con la
habilidad del zorro. Pero él confía en Dios, en sus ejércitos que lo apoyarán,
en el pueblo que lo seguirá.
Poco después de la
asunción le escribe a su amigo Ordoñez unas líneas donde le explica la
confianza que tiene puesta en la protección divina, sabiendo que no le será
fácil gobernar pero que así todo aceptará el cargo: “Confío en que Dios me
seguirá protegiendo, puesto que busco la felicidad pública en la moral
cimentada en la religión católica”.
BIEN COMUN
Su desvelo por
realizar el bien común en su pueblo, apoyado y confiando sus acciones en la fe
cristiana no tiene parangón en la política de entonces, menos aún en la
nuestra. ¿Qué es lo que mueve a este hombre para demostrar tanto celo en
defensa de la fe católica? Pues bien, en primer lugar, sus convicciones
religiosas. Su accionar así lo demuestra, pero además es su piedad y su
religiosidad que hacen de García Moreno un hombre superior y muy culto entre
los suyos.
La colosal obra
regeneradora del presidente en lo moral, espiritual y material ha sido
ejemplificadora para la historia del Ecuador. Tanto había progresado la nación
toda que cuando desapareció de la escena política García Moreno, los sucesivos
mandatos, especialmente los administrados por candidatos liberales facilitaron
retroceder significativamente el progreso que se había alcanzado.
Obras públicas,
salud, educación, trato con los indígenas, justicia, todo era supervisado
personalmente por este presidente que, aunque la historia lo estigmatiza por su
mano dura y su justiciera vara, su actitud fuerte y decisiva en los momentos
difíciles y de zozobra institucional lo colocan en lo alto de los gobernantes
cristianos. Es así como decía: “Libertad para todos y para todo, menos para el
mal y los malhechores”.
Pues si seguimos
el significado antiguo que los griegos le daban al concepto de arquetipo,
García Moreno nos golpea, nos marca y nos alecciona con su vida virtuosa.
CONJURA MORTAL
Pero un hombre, un gobernante que quiere ser
santo, que se esfuerza por alcanzar las virtudes que lo asemejen más a su
Redentor, un mandatario que piensa en la salvación de las almas de sus
ciudadanos, que se apoya en los ministros de Dios para llevar a cabo su
mandato, mucho más no podían soportarlo los hijos de las tinieblas.
La voz de ataque o
el chispazo salió de una pluma venenosa, masónica y por ende anticristiana, un
personaje enemigo declarado de la religión católica. Este había dado a luz un
opúsculo suyo titulado: La dictadura perpetua, en cuyas páginas el escritor
progresista y defensor de la diosa razón lanza una batería de calumnias y
diatribas contra la obra y figura de nuestro héroe.
El libelo de
marras de este sicario intelectual había salido de una imprenta en Panamá
gracias al apoyo de quien sería el futuro dictador liberal del Ecuador: Eloy
Alfaro.
Por eso y
retomando nuestro hilo conductor, estos odiadores de aquella libertad que
proviene solo de la verdad crucificada no pueden tolerar la luz que emana del
Bien, la Verdad y la Belleza. Lo que vino después de todo esto fue un aquelarre
de pasión libertaria mezclada con la violencia que emanaron los “bellos
escritos” de los enemigos de Dios, ese Dios que no muere según la frase
garciana pronunciada antes de expirar.
En el momento en
que esta nación se estaba reponiendo después de décadas de involución política,
social, espiritual, institucional; asestada por revoluciones permanentes,
caudillajes sin liderazgo moral que los avale, el “bárbaro” de García Moreno
había logrado todo esto. Mientras tanto los hombres “civilizados” no podían
tolerarlo y había que borrarlo de la escena política, aunque ello no alcanzaba
pues lo habían hecho con la pluma revolucionaria y no lo pudieron derrocar.
Ahora por medio de la sangre había que llevar a cabo la conjura mortal.
¿Cuál fue la causa
principal por la que decidieron darle muerte? Si hubiera que circunscribir a
una sola la causa que empujó a asesinarle, no cabe duda de que sería esta: la
ambición de un Estado católico. Pues una Nación católica es algo intolerable e
inaudito para la razón liberal de los amantes de la política de Rousseau, la
religión de Lutero, y el razonamiento cartesiano. Nada más ni nada menos que
por ello, porque aborrecen de la Nación católica.
Cómo se habrían
retorcido si hubieran escuchado las palabras que tenía previsto pronunciar
García Moreno el día que asumiera su tercer mandato. No lo dejaron pronunciarlo
porque lo mataron, pero sus palabras siguen golpeando su bilis demoníaca:
“Desde que,
poniendo en Dios toda nuestra esperanza, y apartándonos de la corriente de
impiedad y apostasía que arrastra al mundo en esta aciaga época, nos
reorganizamos en 1869 como nación realmente católica, todo va cambiando día por
día para bien y prosperidad de nuestra querida patria”.
No lo dejaron
seguir, no soportaron semejante afrenta a la libertad endiosada. Todo se puede
permitir para los liberales, todo, menos que Cristo reine.
DIOS NO MUERE
Es primer viernes
de mes, día 6 de agosto de 1875. El presidente concurre a Misa y comulga. Se
dirige a la casa de gobierno. Atraviesa como de costumbre la plaza mayor y la
catedral que como testigo ocular va a presenciar el asesinato de uno de sus
hijos predilectos. Ya le falta poco, sube unos escalones y de pronto un
violento golpe le pega en la cabeza, son uno, dos, tres, intenta levantarse,
quiere sacar su arma para defenderse pero es tarde ya. Un disparo de un arma de
fuego asestado por otro de sus asesinos le pega a quemarropa. Huyeron los
novios de la libertad en su estado puro de naturaleza. Un sacerdote acude allí
rápidamente para darle la absolución final, era el padre Masamperó que pasaba
justo por ahí.
García Moreno
agoniza, fueron varios golpes y balazos. Su cráneo presentaba heridas profundas
y cortantes; sus dos manos también. En total: veinte heridas de las cuales ocho
fueron en la cabeza producto de los machetazos de Rayo, el homicida; y seis
disparos efectuados por Cornejo
.¡Muere verdugo de
la libertad!, ¡Jesuita con casaca!, ¡Tirano de la libertad! Gritaban sus
verdugos mientras lo ejecutaban a machetazo limpio y a quemarropa. Dicen que
cuando llegó la noticia a los oídos del escritor liberal Juan Montalvo, aquel
que fomentó con su libelo -La dictadura perpetua- el magnicidio, exclamó con
vehemencia: “¡Mi pluma lo mató!”.
OBRA DE GOBIERNO
¿Pudo haber sido un tirano, un verdugo de la
libertad, alguien que deja semejante obra en su nación, que levantó de las
ruinas su patria y la engrandeció? Creemos que no y por eso lo hicieron callar
sólo con la muerte. Después de su martirio el papa beato Pío IX hizo levantar
un monumento en homenaje de este gobernante que murió defendiendo el honor de
la fe católica. El mismo se encuentra en el Colegio Pío Latinoamericano de Roma.
Al pie del mismo se puede leer: Guardián de la religión.
Y el papa León
XIII al conmemorase sus bodas de oro sacerdotales recibió como obsequio del
Ecuador un precioso relicario que contiene el mensaje ensangrentado que García
Moreno tenía al momento de ser asesinado. El simbólico presente provocó tanta
admiración y respeto en el pontífice, que exclamó:
“Este mensaje
autógrafo que el insigne García Moreno se proponía leer en la cámara, cuando
cayó inmolado, lo conservaremos, como un triste recuerdo del hombre que fue el
campeón de la fe católica y en quien se aplican con justicia las palabras que
emplea la Iglesia para celebrar la memoria de los santos mártires, Tomás de
Canterbury y Estanislao de Polonia: Cayó por la Iglesia bajo la espada de los
impíos”.
Razón tenía el
eminente historiador español y sacerdote jesuita Ricardo García Villoslada,
quien -viendo en retrospectiva su obra de gobierno- afirmó lo siguiente:“La
figura de Gabriel García Moreno es en el aspecto político–religioso la más
alta, pura y heroica de toda América, y nada pierde en comparación con las más
culminantes de la Europa cristiana en sus mejores tiempos”. Es la mejor
síntesis que podemos dejar a nuestros lectores en esta breve apología del
gobernante cristiano ecuatoriano.
*Coronel retirado,
profesor universitario en Historia. Especialista en Historia Militar
contemporánea. Miembro de número del Instituto Argentino de Historia Militar.
Autor de ‘El sueño frustrado de San Martín, el militar que no traicionó la fe
católica para defender a la patria’, Milites Dei, 2023, y ‘La Revolución
francesa: una inspiración demoníaca’, Milites Dei, 2024. De próxima aparición:
‘Cuando el poder viene de Dios. Grandes reyes, gobernantes, caudillos y
arquetipos católicos ejemplares’, Milites Dei, 2025.