“‘Felicitaciones, tienen un hijo trans’, nos
dijo la psiquiatra, sin siquiera conocer a nuestra hija”
Es la coordinadora de Manada
(Madres de Adolescentes con Disforia de Género). Aunque su caso está resuelto,
sigue en esta lucha por reformar la Ley de Identidad de Género y sobre todo
poner fin a la “romantización del mundo trans” irresponsablemente promovida,
sobre todo entre menores de edad, por escuelas, terapeutas, comunicadores y
autoridades
Claudia Peiró
Infobae, 02 Ago, 2025
Hace dos años, los testimonios de
un puñado de madres de adolescentes con disforia de género publicados en
Infobae, generaron una lluvia de mensajes de decenas y decenas de familias a lo
largo y ancho del país -y también del exterior- que vivían el mismo drama: sus
hijos, en realidad mayoritariamente hijas, declaraban de repente ser del sexo
contrario, ser “trans”.
A esta noticia shock, las
familias debían luego sumarle el descubrimiento de que la Ley de Identidad de
Género promulgada en 2012 los priva de herramientas para enfrentar este
problema, porque impone el respeto a la autopercepción de género, incluso en el
caso de un menor de edad. En concreto, se acepta el diagnóstico de un
adolescente o preadolescente cuando éste declara haber nacido en el cuerpo
equivocado.
Basada en una ideología que niega
hasta el sexo biológico, ha sido adoptada por médicos, psiquiatras y docentes.
Estos últimos, adoctrinados por una línea que baja de los ministerios. Eso
explica una frase tan delirante como “felicitaciones, tienen un hijo trans”.
La agrupación Manada (Madres de
Niñas/os y Adolescentes con Disforia de Género Acelerada), de la que Miriam
Domínguez fue una de las fundadoras, además de contener e informar a las
familias que atraviesan esta situación, alentarlas para que no tomen el camino
de la afirmación, que luego lleva a intervenciones invasivas y hasta
irreversibles en el cuerpo de niñas jóvenes aún, ha golpeado incansablemente a
todas las puertas posibles de los tres poderes del Estado.
En febrero pasado, el gobierno
nacional prohibió por decreto los tratamientos y las cirugías en menores de 18
años. Pero lo esencial es reformar la ley para definitivamente cerrar esa
puerta y además prohibir la llamada transición social de niños, es decir, el
cambio de nombre en su ambiente social, en los registros escolares y luego en
el registro civil.
La expresión “disforia acelerada”
alude al hecho de que se tata de adolescentes que, repentinamente, declaran ser
del sexo opuesto, sin haber manifestado con anterioridad ninguna incomodidad
con su cuerpo. No se sabe con exactitud el porcentaje, porque no hay
estadísticas oficiales, pero en una gran cantidad de casos, esta disforia
desaparece en pocos años, por lo que tomar medidas invasivas e irreversibles es
doblemente irresponsable.
Esta es la lucha que Miriam
Domínguez no ha abandonado, a pesar de que su hija ya dejó atrás esa etapa
“oscura”, porque se siente comprometida con esta causa, y no solo por las
familias de Manada, sino también por muchas personas que, luego de completar la
transición, ahora quieren dar marcha atrás y reconciliarse con su cuerpo y su
sexo biológico y en ese camino arduo y a veces imposible, están totalmente
desamparadas, porque el sistema que alienta las transiciones de género, no
tolera el arrepentimiento que pone en evidencia la superficialidad e
imprudencia con la cual se encaran estas disforias, cuando no la mala praxis.
— Sos una de las fundadoras de
Manada (Madres de Niñas/os y Adolescentes con Disforia de Género Acelerada), su
coordinadora y su cara más visible. ¿Cómo llegaste a esta pelea?
— Hace unos años, post pandemia,
padecí esto con mi hija que de un día para otro dijo sentirse un varón. No
entendía lo que estaba pasando y buscando información encontré un grupo de
España que se llama Amanda Familias, con casos muy similares. Les escribí y
resulta que ya habían recibido mails de madres argentinas, y nos pusieron en
contacto. Éramos poquitas, cuatro o cinco, pero había muchas similitudes en
nuestros casos. Un día nos encontramos con una nota tuya en Infobae. Era la
primera vez que leíamos algo sobre lo que nos pasaba en Argentina.
— Tu hija dice “soy un varón”.
¿Cómo reaccionaron ustedes?
— Era rarísimo, porque ella era
una nena fanática de las princesas de Disney. Hasta para ir al supermercado se
vestía de princesa. Y de golpe en la secundaria empiezan situaciones de
bullying, de acoso, y empezó a dudar de sí misma, a tener la autoestima baja.
Llega la pandemia. que hizo que mi hija, como el resto, rompiera con todas sus
estructuras y su cotidianeidad y estuviera permanentemente en la computadora,
en las redes sociales. Ahí empezó el cambio actitudinal. Ya no era esa nena tan
alegre, divertida, jocosa. Empezó a estar un poquito más sombría. Estaba muy
angustiada y no sabía por qué. Con el tiempo nos dimos cuenta que había estado
entrando en ciertos foros donde le sugerían que toda esa angustia se debía a
que era trans. Y empezó a tener contacto con chicas de distintos lugares que se
decían trans y a creer que todo lo que le pasaba era porque…
— ... había nacido en el cuerpo
equivocado. Era un varón en un cuerpo de mujer.
— Claro, porque además estaba
atravesando la pubertad, todo ese cambio físico que en general nunca es
agradable. La pubertad siempre trajo dudas y conflictos. Pero eso es algo
natural, inherente a esa etapa de la vida. No es algo que deba revertirse. Entonces,
lo primero que hicimos fue buscar ayuda profesional. Contacto a una psiquiatra
y la fuimos a ver mi marido y yo en la primera consulta para despejar todas
estas dudas y en 40 minutos, por lo que nosotros le referimos, porque no había
conocido a mi hija, recuerdo sus palabras: “Felicitaciones, tienen un hijo
trans”.
— ¿Felicitaciones?
— Felicitaciones. A mí me invadió
una angustia muy grande. Y cuando ella lo nota, me dice: “No hay por qué
angustiarse, no hay por qué sufrir, siempre es mejor un hijo trans vivo que una
hija muerta”.
— La extorsión afectiva.
— Eso. Creo que no hay nada más
cruel que se le pueda decir a una mamá. Y hoy en día sé que no hay nada más
falso. Pero en ese momento no lo sabía. Intentamos entonces como familia, en
base a esto que ella dijo, seguir la corriente y avalar. Era peor. Mi hija cada
día se sumía más en la angustia. Estaba cada vez más oscura. Hasta que llegaron
las autolesiones. Fue el límite. Ahí dijimos por acá no es, este no es el
camino. Empezamos otra búsqueda. Y en esa otra búsqueda, aparece Amanda de
España y se conforma acá un pequeño grupo de madres. Había un patrón, nuestras
hijas consumían las mismas redes, los mismos dibujos de animé, de manga. Son
dibujos que parecen muy naif, pero cuando empezás a mirar te das cuenta de que
detrás hay un mundo muy oscuro, muy perverso, con una exacerbación sexual muy
grande.
— ¿Qué hicieron entonces?
— Cuando contamos nuestras
historias de vida en Infobae, éramos unas diez en el grupo. Pero cuando salió
la nota, empezaron a llegar infinidad de mensajes de familias, todas
atravesadas por lo mismo y empezamos a ver que hasta había nenas muy chiquitas.
Diez, once años. Y no era solamente en Argentina, entonces empezamos a estudiar
las políticas y las leyes de otros países. Cuando leímos nuestra ley (de
Identidad de Género), nos preguntamos ¿en qué momento sucedió esto? Bueno, al
día de hoy, ya pasaron más de 700 familias por Manada.
— Setecientas en un par de años.
— Sí, y hablamos de las pocas
familias que se animan a seguir su instinto materno y paterno y decir esto no
está bien. Pero hay muchas familias que siguen avanzando en la afirmación del
género autopercibido de sus hijos porque están emocionalmente extorsionadas,
porque cuando tu hija o tu hijo, lo que vos más querés en el mundo, amenaza con
quitarse la vida o lo ves triste o sumido en una depresión, o se autolesiona,
es muy difícil luchar contra eso. Tu sentido común te dice no, no, esto es una
locura, pero en tu casa vos estás viviendo otra locura.
— Además está la presión del
entorno. La ley actual es extremadamente permisiva, no pone prácticamente
ningún reparo a la expresión de deseo de la persona, aunque sea menor de edad.
Y después está el colegio, los psicólogos, todos tienen el mandato de respetar
la voluntad del chico.
— No son todos los colegios, por
suerte, pero sí una gran cantidad que ve esto como una cuestión de derechos.
Porque ha habido un gran adoctrinamiento hacia maestros y directivos. Incluso
hay penalizaciones si no adhieren a estas políticas de género. Personalmente no
he tenido grandes inconvenientes, pero tenemos muchos casos de colegios que han
sido absolutamente abusivos en esto. Un caso muy particular es el del Colegio
Illia de Mar del Plata, de una mamá que acompañó a su hija durante dos años en
esta idea de sentirse varón y hasta habían cambiado su nombre en los registros
escolares. Pero cuando la chica decidió dar marcha atrás, la mamá fue a pedir
al colegio que volvieran a cambiarle la identificación a la hija en los
registros, y automáticamente la denunciaron.
— ¿Hablamos de una denuncia
penal?
— Sí, ya la absolvieron, pero
tuvo una denuncia penal. Inclusive le cuestionaron la tutela, intentaron
sacarle la guarda de su hija. Algo que me shockeó fue que la psicopedagoga del
colegio le dijo a la nena que en el caso de que su mamá se pusiera violenta -jamás
lo fue y la nena decía “me llevo muy bien con mi mamá”-, podían hablar con
“alguien en quien vos tengas confianza para que te acepten en guarda”. La
psicopedagoga llegó hasta a hablar con un familiar de la nena…
— Para quitarle la guarda.
— Sí. Y este familiar le dijo:
“Disculpame, yo conozco muy bien a esta persona, es una madre absolutamente
amorosa con su hija, ¿vos me estás ofreciendo la custodia de una menor de edad
sin conocerme?”
— Cuando hablabas del grupo que
formaron, hablabas en femenino, chicas, nenas. Casi siempre son chicas que
dicen sentirse varones. Si, como dicen los promotores de la transición
adolescente, hay más casos porque “ahora se puede hablar”, el porcentaje debería
ser parejo. Habría tantos varones como chicas trans. Pero no es así. Es una
epidemia social adolescente femenina.
— Exacto. Como no hay información
oficial de la cantidad de casos, hace alrededor de un año empezamos a hacer
nuestras propias estadísticas. Encontramos que de los casos que pasaron por
Manada, el 92% son mujeres. Y en un 40% son chicas que tienen patologías
previas de base, como TDH, autismo, TEA, Asperger, trastornos alimentarios. Sí,
esto afecta mucho más a las mujeres que a los varones. Creemos que tiene que
ver con que en la pubertad es más notorio el cambio en las nenas. Y sí, hay un
contagio social muy grande.
— O sea que muchas veces esta
supuesta condición trans se dispara por un malestar ante el desarrollo sexual
en la pubertad…
— Sí, pero son cosas manejables,
como lo fueron toda la vida. El problema es que desde hace unos años no
solamente los chicos están expuestos a un mundo paralelo en Internet, que les
ofrece una vida mágica, que les dice que de la noche a la mañana pueden
convertirse en otra cosa, sino que esto es avalado por el Estado y por las
leyes. Y un contexto social en el que lo políticamente correcto está por
encima….
— ... del sentido común
— Es muy difícil pararse en una
vereda lógica en este tema porque mucha gente no entiende que detrás de todo
esto hay un gran comercio, y la transición social es la puerta de entrada.
Estos chicos se ven expuestos a que su mismo entorno de pares los empuje a más.
Porque hay un bullying. “Sí, vos decís que sos un varón, pero yo no te veo como
un varón”. Entonces, la angustia que sufre esta chica por no verse como dice
que se siente, la empuja hacia un camino de hormonas y de cirugías.
— Aclaremos que la transición
social es la aceptación por el conjunto del nuevo nombre, una Alicia ahora se
llama Juan, y luego, eventualmente un nuevo DNI. Pero después viene la
intervención sobre el cuerpo. Frenar la pubertad, hormonar y, finalmente, la
cirugía, que implica infertilidad, castración… Cosas de las que se habla con
demasiada liviandad. Y los padres y madres que se enfrentan a esto descubren
que el Estado, a través de la Ley, se les ha metido en la casa y les dice lo
que tienen que hacer.
— Sí, tal cual. La ley de
Identidad de Género obliga a los papás a avalar esto, lo mismo que a los
colegios. Cualquier profesor o profesional de salud mental que cuestione esto
puede ser denunciado y perder la matrícula. Entonces la ley desprotege a esos
menores que tal vez estén pasando por una etapa de confusión. También
desprotege a las personas adultas que han intervenido su cuerpo y quieren
destransicionar. Manada muchas veces también debe albergar a estas personas.
Cuando criticábamos las transiciones de género en menores, nos catalogaban como
transfóbicas, se nos acusó de tener discursos de odio. Lejos de eso. Para poder
entender lo que estaban viviendo o sintiendo nuestros hijos, nos pusimos en
contacto con gente que ha pasado por esto y estas personas amablemente nos han
dado entrevistas vía zoom. Nos cuentan sus historias de vida, que ninguna es un
camino de rosas como lo quieren hacer ver.
— ¿Cuál es la realidad de una
transición?
— Bueno, antes incluso de los
bloqueadores de pubertad o de las hormonas, está lo que llaman binder, que es
una faja que comprime las mamas de tal manera que terminan desarrollando
nódulos, problemas en la piel, inclusive hay chiquitas que se han desmayado por
tener el pecho comprimido durante 12 ó 14 horas. Después, la droga que se
utiliza para bloquear la pubertad, que es la triptorelina, es la misma que
utilizan en Estados Unidos para la castración química de violadores. Y la usan
en chicos, para que no se desarrollen. Dicen que es para darle tiempo a ese
chico para tomar su decisión. Pero no solamente estás bloqueando los caracteres
secundarios del desarrollo sexual, sino también el desarrollo óseo, el
cognitivo, el neuronal. Hay un informe, el de la doctora Hillary Cass, del año
pasado, que estuvo cuatro años investigando...
— En Inglaterra.
— Ese informe advierte que no se
sabe a ciencia cierta qué va a pasar con estas personas a las que les han dado
bloqueadores de pubertad, a veces durante dos años o tres años. No se sabe
porque todo es experimental. Sin embargo acá, hay jefes de servicios de
hospitales públicos que han desestimado el informe, con una soberbia increíble,
argumentando que no fue hecho por especialistas en género. En primer lugar, no
sé qué título tienen ellos de especialistas en género más allá de haber
experimentado con un montón de personas con este tipo de tratamientos. Entonces,
si no pudieron rebatir este informe tan contundente, me parece muy soberbio que
se lo desacredite.
— Hablamos de un informe
encargado por el Gobierno del Reino Unido a una comisión independiente. No se
hizo en una semana. Durante cuatro años estudiaron cómo se estaban tratando los
casos de disforia en menores, en base a qué estudios científicos se aplicaban
bloqueadores y hormonas, etc. Ese informe es lo que acá un par de médicos
argentinos que se dedican a este negocio, ellos mismos dicen que es un
“negocio”, desestiman por “ideológico”.
— Es más, se hizo ese informe por
la cantidad de juicios que se le hicieron a la Clínica Tavistock. Por gente que
se sintió estafada porque les vendieron Alicia en el País de las Maravillas y
resultó que no era así. Es una película de terror la que viven y es
irreversible.
— Por el informe Cass
suspendieron los tratamientos en menores. Un menor no puede entender las
implicancias de estos tratamientos. Para eso están los adultos, para transmitir
experiencia.
— Sí, nos hicieron creer que
poner límites a los hijos es ser autoritarios. Pero no hay nada más amoroso que
poner límites a los hijos. Uno puede tener la mejor relación con ellos, pero no
somos amigos de nuestros hijos, y si nos convertimos en amigos, los dejamos
huérfanos. Los padres nos hemos ido achicando en nuestro rol, y lo que ha
ganado es esa idea de empoderar a los chicos; en el fondo es privarlos de ser
niños. El chico no tiene por qué cargar la mochila de ser absolutamente
responsable de su vida. Para eso están los padres. De mi caso puedo decir que
es uno de los más naif. Si bien estuvimos casi tres años con una angustia muy
grande y fue muy difícil…
— No se tomaron decisiones…
— No hubo decisiones
irreversibles. Y hoy tengo la tranquilidad de ver a mi hija otra vez contenta,
feliz, con proyectos. Pero tenemos casos dentro de la agrupación que son muy
duros. A veces los padres no se ponen de acuerdo. Una de las nenas más chiquitas,
de carácter apocado, tímida, de golpe, un día, empezó a creer que podía ser un
varón y cuando lo dijo en el colegio la aplaudieron, la vitorearon y pasó a ser
una heroína, pasó a ser popular. Entonces, cuando vos a un chico a los 11 ó 12
años lo ponés en ese lugar, es muy difícil que después pueda reconocer que se
equivocó, porque pierde todo eso. Los padres de esa nena fueron al Hospital de
Pediatría (Elizalde) buscando ayuda. En media hora, el pediatra le dijo a la
nena: “¿Ya tenés nombre de varón? Bueno, andá a empadronarte”. A las dos, tres
semanas, esa nena ya estaba en el consultorio de una endocrinóloga que de
inmediato le aplicó un bloqueador de pubertad. A los 14 años, tuvo una
menopausia precoz. A los 12 años, la endocrinóloga le dijo a la nena “pensá
bien si vas a querer ser mamá algún día porque vas a tener que congelar
óvulos”. A esa edad una nena no puede tener esa resolución en su cabeza.
— Es absurdo, por decirlo
suavemente, pensar que una niña de 12 puede comprender las consecuencias de
estas decisiones.
— Además, el consentimiento
informado de un bloqueador de pubertad tiene menos contraindicaciones que el
prospecto de una aspirina. Tenemos casos de personas en destransición, que en
lo psicológico es posible, pero la destransición física es muy difícil, en
algunos casos imposible. Nos cuentan que han firmado los consentimientos
informados entrando al quirófano. A las apuradas y en situación de
vulnerabilidad. Y eran adultos.
— ¿El Estado lleva una
estadística de estos casos?
— No, no lo hace. No se sabe
cuántas personas están en esta situación. Ni cuántos son menores.
— ¿Cómo trabaja Manada?
— Tenemos tres grupos de WhatsApp
en los que las familias interactúan 24 sobre siete, sin descanso. También
tenemos familias de otros países, entonces por la diferencia horaria pueden
llegar mensajes a cualquier hora. Además de brindar información científica,
hacemos reuniones por zoom con psiquiatras, psicólogos, endocrinólogos,
médicos, clínicos, pediatras. Y los abogados de la asociación Prodeci nos
asesoran generosamente. Tratamos de darles también una contención psicológica a
los padres, porque esto afecta a toda la familia que queda sumida en esta
situación que te abarca por completo la vida.
— Una dificultad es que los
padres no se pueden oponer abiertamente, porque exponen a los hijos, pero
además contradecirlos es un riesgo, sumado al entorno social que muchas veces
los descalifica y niega que exista la falsa disforia.
— Además muchas veces en la casa
se dice algo y el colegio lo revierte. Es muy difícil porque vos estás tratando
de que tu hijo tenga un razonamiento un poco más lógico, que espere, porque
tiene toda la vida por delante para tomar decisiones que van a ser
irreversibles, pero de repente una profesora le dice lo contrario, porque
también hay una romantización del mundo trans. Ser trans es lindo, es valiente,
está buenísimo.
— Es como un plus en la vida, una
suerte de heroísmo.
— Y prácticamente todo lo que
tiene que ver con la ESI está atravesado por esta idea. Los profesores hablan
con total desconocimiento, porque lo único que tienen son estos cursos que les
han hecho hacer a través de los ministerios o las secretarías de Educación…
— Ustedes han batallado mucho por
el cambio de la Ley de Identidad de Género, esencialmente para proteger a los
menores. Hay presentados algunos proyectos que quizás se debatan en la Cámara.
¿Qué cambios reclaman?
— Primero, un menor de 18 años no
puede hacer tratamientos invasivos en su cuerpo y estos tratamientos son
invasivos. Cuando los padres están de acuerdo es porque están desinformados o
emocionalmente extorsionados. Si no, no me lo explico, porque no creo que
ningún padre ni ninguna madre quiera hacer algo que dañe el futuro de sus
hijos. Por otro lado, que los consentimientos informados no los presente el
mismo médico que va a practicar la cirugía, porque hay un conflicto de
intereses. Estos consentimientos deben salir de un lugar oficial, para mí el
Ministerio de Salud, dárselo con tiempo a las personas adultas. Siempre estamos
hablando de mayores de 18 años.
— La asistencia a los
destransicionadores también.
— Eso es fundamental. Las
personas que ya hicieron la transición porque creyeron en este discurso,
creyeron que eso de verdad iba a aliviar sus vidas, y hoy se dan cuenta de que
no fue así y tienen un montón de daños y secuelas, muchas irreversibles, necesitan
atención urgente. Pedimos que la ley considere reparar esos daños. Pero les
sueltan la mano. Ya no son funcionales a un colectivo, ni a los médicos que se
promocionan con estas prácticas, entonces no son nada, quedan totalmente fuera
del sistema.
— Son testigos molestos.
— Si un varón dice sentirse
mujer, el Estado le financia las prótesis mamarias. Pero si una mujer quiere
volver a estar conforme con su sexo biológico, y como se hizo una doble
mastectomía ahora necesita implantes, en este caso el Estado considera que es
una cirugía estética y no lo cubre.
— Por último, ¿por qué seguís en
Manada?
— Primero, porque hice una
promesa. Si yo sacaba a mi hija de todo esto, iba a ayudar a otras madres. Y
porque las familias de Manada son mi familia. Porque veo el dolor, la angustia,
de un montón de mamás. Porque es injusto. Porque estas personas de las cuales
me hice muy amiga, son personas muy vulnerables. Se las utilizó.
— ¿Te referís a personas que
están destransicionando?
— Sí. Son personas a las que
empecé a conocer. Y ahora son amigos entrañables. Son personas maravillosas. Se
arriesgan un montón. Porque si salen a decir lo que saben sobre este comercio,
son atacadas. Y son inclusive más vulnerables que antes de iniciar todo esto.
Porque estas prácticas con testosterona, en el caso de las mujeres, las
terminan convirtiendo en pacientes psiquiátricos. Uno de los mayores efectos de
la testosterona a largo plazo es la depresión, la ideación suicida. Este cuento
que han hecho de que se van a suicidar si no transicionan es mentira. Tienen
mayor ideación suicida después de la transición, cuando se dan cuenta de que no
resolvieron los conflictos previos a esta angustia y ya es demasiado tarde,
porque no pueden reconstruir sus cuerpos, no pueden reconstruir sus vidas. Ahí
sí la autoestima está por el piso. Y es cuando todos le soltaron la mano. El
Estado, la familia, esos amigos que supuestamente están.
— El colectivo LGBT…
— El colectivo del alfabeto. Y
las únicas que estamos somos las mamás de Manada, las que contenemos a toda esa
gente. Eso me hace seguir y también el apoyo que tengo de mi familia. Porque mi
hija me banca, me dijo “sí, mamá, dale para adelante”.