domingo, 21 de octubre de 2012

EN MANOS DEL NARCOTRÁFICO




El narcotráfico tiene en la Argentina una presencia desde hace tiempo cotidiana y cada vez más violenta. Así lo confirman no sólo los datos sobre secuestro de drogas, sino también la simple lectura de la crónica policial, que en forma creciente se ve poblada de asesinatos y ajustes de cuentas entre narcotraficantes. Se trata de un tipo de criminalidad que va en aumento día tras día y que hasta no hace mucho tiempo era poco común entre nosotros.

Desde hace tres años se ha incrementado en nuestro país la aparición de jefes y lugartenientes de los carteles extranjeros y sus familiares directos, junto con la acción de sicarios de diversas nacionalidades y el aumento de los decomisos de cocaína y del consumo de droga en general. La incautación, el año pasado, de la cifra récord de seis toneladas de cocaína no debe leerse como una victoria sobre el crimen organizado, sino todo lo contrario: es una grave señal de alerta, porque el aumento de los secuestros está indicando siempre un correlativo aumento en la circulación, la comercialización y el contrabando de drogas.

En abril de este año, una sola operación policial permitió capturar a 30 traficantes. El mes pasado cayó detenido en Venezuela el narcotraficante más importante de los últimos diez años, Daniel "El Loco" Barrera Barrera, quien acostumbraba entrar y salir de nuestro país con identidades falsas para visitar a su ex esposa y a una hija, que vivían en Tigre. Estados Unidos ofrecía cinco millones de dólares de recompensa por su captura.

En mayo del corriente año se secuestraron en Bulgaria 67 kilos de cocaína que habían partido desde el puerto de Rosario rumbo a Holanda ocultos en una cosechadora. En los paquetes de droga podía leerse la leyenda "Caballo", la misma que lucían los ladrillos de cocaína que pesaban 536 kilos y fueron secuestrados en el aeropuerto de Ezeiza el 19 de julio pasado.

En los últimos cinco años hubo por lo menos tres ejecuciones vinculadas con el narcotráfico en las que murieron ciudadanos de Colombia. Pocos días atrás, sicarios provenientes de Bolivia cruzaron la frontera entre ese país y Salta y, tras adentrarse en nuestro territorio, ejecutaron a tres argentinos que viajaban en un automóvil. Para la policía, se trató de un ajuste de cuentas entre narcotraficantes. Los asesinos emplearon fusiles rusos AK-47 y ametralladoras israelíes Uzi, lo que da prueba de su profesionalismo.

Otro de esos ajustes de cuentas en el mundo de la droga -por desgracia cada vez más habituales- se verificó el 1° del mes pasado, cuando una ciudadana argentina fue asesinada a balazos y un hombre de nacionalidad peruana resultó gravemente herido.

Una reciente información de la nacion contribuye a confirmar que la siniestra realidad de la droga es pareja en todo nuestro territorio. Según fuentes de la fiscalía de juicio de la ciudad de Córdoba, en la capital provincial, ocho de cada diez acusados por robos cometieron esos delitos para poder drogarse o comprar droga. En esa ciudad hay barrios donde funcionan 20 puestos de venta de droga en cuatro manzanas. Más grave aún es que más de la mitad de los 85 homicidios que hubo en 2012 en la provincia fueron por ajustes de cuentas entre bandas, y que en varias ocasiones la policía ayudó a los narcos a eliminar a la competencia. Como prueba de la inacción de las autoridades, una vecina del barrio Yapeyú se vio obligada a vender su casa porque hizo veinte denuncias contra los narcotraficantes y le balearon la vivienda, la amenazaron y atacaron a sus hijos, a pesar de tener una camioneta de la policía en la puerta como custodia.

No nos cansaremos de repetir que la Argentina sigue perdiendo no sólo la batalla contra la droga, sino la lucha contra el narcotráfico y la violencia que siempre lo acompaña. Es más: tal es la magnitud de la derrota que cabe preguntarse si esa lucha se libra en serio y con una real voluntad de liquidar el flagelo, o sólo se finge una falsa contienda mientras en los hechos se permite -¿a cambio de dinero?- la creciente radicación de esta atroz forma del crimen organizado.

La frecuencia creciente con la que personal policial aparece involucrado con bandas de narcotraficantes debe ser otro motivo de preocupación. En tal sentido, el jefe de la policía de Santa Fe ha renunciado al verse acusado de proteger a bandas de narcotraficantes. Estas realidades muestran cuán hondo llegan los brazos del tráfico de drogas y qué indefensa se encuentra la población. La experiencia que ha vivido Colombia y la atroz violencia que se ha adueñado de México deberían servir como espejo de un futuro cercano que es indispensable evitar. La experiencia de ambas naciones hermanas muestra que el poder corruptor del narcotráfico abarca tanto a la sociedad como a las instituciones. Ante esta realidad, el silencio cómplice de nuestras autoridades frente a este flagelo se vuelve tan incomprensible como preocupante. Y, como ya hemos dicho en reiteradas oportunidades, urge actuar antes de que sea demasiado tarde..

La Nación, editorial, 21-10-12