sábado, 27 de octubre de 2012

LACLAU, SCOTTO Y VELAZCO:


¿un regreso a los setenta?

Daniel Vicente González

Ernesto Laclau pasó por Córdoba para recibir sendos doctorados Honoris Causa de la Universidad Nacional y la Católica.
No resulta extraña la coincidencia de ambas universidades, otrora impensada, en honrar y agasajar a uno de los principales teóricos del kirchnerismo. Carolina Scotto nunca ocultó sus preferencias políticas por el gobierno, a punto tal que hace ya tiempo se especula con su postulación en un lugar prominente de alguna lista K de Córdoba.
El caso del licenciado Rafael Velasco, SJ, es un poco más curioso. En algún momento hemos manifestado nuestra sorpresa porque bautizó con el nombre de José Saramago (un declarado enemigo de la religión y más específicamente de la Iglesia Católica), una cátedra de la UCC. Una muestra de amplitud, sin lugar a dudas.

Ambos rectores mostraron su perfil ideológico a tono con el homenajeado. Ciertamente no impostaron nada. En absoluto. Todos ellos ven con buenos ojos el proceso nacional en marcha al mando de Cristina de Kirchner y los tres quieren su reelección indefinida. Laclau lo dice con todas las letras; los otros, más pudorosos y recatados, lo dicen de un modo más indirecto y esquivo. Pero la unidad de pensamiento es inocultable, de modo tal que pese a su envoltura de acto académico, más bien se trató de un acto político en el ámbito universitario. Y si quisiéramos ser más precisos hasta podríamos decir que se trató de un acto a favor de la re-reelección.

Lo que dice Laclau
No nos internaremos en las teorías del politólogo, residente en Inglaterra desde 1967, y que habita las cimas del conocimiento académico. En sus libros, su lenguaje transita por los modos deliberadamente crípticos, tanto como en sus exposiciones verbales. Su objeto de estudio es la fisiología del poder, la relación entre el líder y las masas, la elaboración del discurso político, la construcción de las confrontaciones, único modo que permite avanzar en lo social, según su pensamiento.
La característica principal de sus textos es que Laclau prescinde de los elementos contextuales, de la secuencia histórica. Deja a un costado los acontecimientos de la historia para concentrarse, con exclusividad, en las relaciones de poder, representantes y representados, el funcionamiento de las instituciones, sus contenidos latentes y explícitos. Desde tan elevadas cúspides la política cotidiana es apenas una pequeñez formada por matices intrascendentes.

En una reciente conferencia dada en Buenos Aires ha dicho, en referencia al actual gobierno que, por primera vez, es optimista. Lo interesante de esta confesión no es tanto su optimismo actual sin su desencanto pasado, las desilusiones que omite. Es probable que haya tenido una larga ristra de motivos para el pesimismo: el hundimiento de los populismos latinoamericanos durante los ’70, el giro “derechista” de Perón en sus últimos años y, sobre todo, el hundimiento irremediable del mundo socialista construido alrededor de la URSS.

Ahora Laclau viene seguido a la Argentina. Quizá sienta que aquí se desarrolla una experiencia a tono con sus convicciones de todos estos años. La única que, según su propia confesión, le da motivos para el optimismo. Su entusiasmo está vinculado a la continuidad de Cristina Kirchner en el poder. ¿Cuál es el núcleo del pensamiento de Laclau?  Que las instituciones actuales son inconducentes a los fines de lograr la equidad y la justicia social. Hace falta reformarlas o bien transformarlas. Dice que las instituciones no son neutrales y que el sistema democrático está al servicio del conservadurismo y el status quo. Afirma que “las instituciones son una cristalización de la relación de fuerza (…). Por tanto, todo proceso de cambio radical de la sociedad, como el que estamos viviendo en nuestro país, en el que nuevas fuerzas sociales empiezan a actuar en la arena histórica, necesariamente va a chocar en varios puntos con el odio institucional emergente”.

¿Está en proceso un “cambio radical de la sociedad”? Es una lástima que Laclau no defina en qué consiste ese cambio que describe y promueve. Confesamos ignorar su verdadero alcance. Cambio radical suena a revolución. Y revolución suena a violencia. Eso nos inquieta.  
Pero aún acordando con Laclau que las instituciones no son neutrales y que conviene modernizarlas, modificarlas, cambiarlas e introducir en ellas toda la renovación que pueda ocurrírsenos, está claro que existe un procedimiento para hacerlo. En este caso, la reforma constitucional. ¿Está de acuerdo Laclau en que éste y ningún otro es el procedimiento? ¿O promueve que ese cambio institucional que propone debe realizarse como sea, incluso violentando las normas constitucionales?

La propuesta de Laclau es confusa al menos en relación con sus implicancias concretas. Laclau no se resigna a aceptar que tanto el socialismo, que promovió durante décadas, cuanto el populismo, que es su propuesta actual, han sido rechazados por la Historia y no han logrado demostrar su eficacia en ninguna parte del mundo. El estado fuerte siempre ha derivado en un gobierno fuerte, hegemonizado por un partido que sirve para que el poder finalmente se concentre en un único conductor, el dictador.
Es una lástima que Laclau se maneje con un elevado nivel de abstracción pues ese lenguaje cerrado y misterioso no nos permite acceder con mayor transparencia al núcleo de su pensamiento. La gran pregunta es qué ocurrirá si el proyecto en marcha, el que Laclau impulsa, no logra alcanzar una reforma constitucional que pueda asegurar la continuidad de Cristina Kirchner en el gobierno. Laclau no parece representarse –al menos no todavía- el acto de entrega del poder a cualquier sucesor.

Scotto y Velasco
Párrafo aparte merecen los rectores. Lejos estamos de reprocharles que concedan un título Honoris Causa a un intelectual y académico tan reconocido a nivel mundial. Pero es innegable la intencionalidad política (de política menuda) del acto. La preocupación central del trío ronda la re-reelección. La Licenciada Scotto se despachó: “El conjunto de su entramado teórico (de los ideales de emancipación e igualdad) no puede entenderse del todo si no se relaciona con el intento y preocupación de Laclau de comprender mejor el verdadero carácter de la democracia, no como un mero repertorio de procedimientos o como un conjunto de instituciones prefijadas, sino como un proceso abierto”.

 “Mero repertorio de procedimientos”… ¿a qué se referirá la rectora con esto? ¿A la existencia de tres poderes formalmente independientes? ¿Al procedimiento técnico existente para modificar la constitución? ¿Qué son las “instituciones prefijadas”? Son las existentes, que se fundan en las leyes. ¿Scotto tiene otras que pueda ofrecernos? ¿Cuáles son? Nos gustaría saberlo, para analizarlas y, en todo caso, adherir a ellas. Es una verdadera lástima que se reserve para sí una descripción más amplia y explícita.

El caso de Velasco es aún más llamativo, en materia de definiciones. Dijo: “Necesitamos democracia con justicia y equidad. Eso implica un replanteo de las instituciones de la democracia. En este punto el pensamiento de Ernesto Laclau coincide con el de los movimientos eclesiásticos de base que descreen que el mercado capitalista sea el que tiene la razón y replantean un cambio de las estructuras para hacer realidad las aspiraciones de justicia de las grandes mayorías”.

Es un retorno al pensamiento del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, una de las vertientes de la guerrilla de los años setenta. De nuevo: ¿Qué significa “un replanteo de las instituciones de la república”? ¿Podría ser más explícito el licenciado Velasco, SJ? ¿Qué significa exactamente “un cambio de las estructuras”? ¿Podría aclararlo el licenciado Velasco, SJ?

El intercambio de ideas, aún enérgico, no puede asustar a nadie. Es una de las conquistas más enriquecedoras del sistema democrático. Sin embargo, el debate es abolido por los regímenes socialistas y populistas, que no admiten discusión sobre sus puntos de vista.
La pregunta que nos hacemos es si estas ideas expresadas ayer en el acto académico conjunto no tienen implicancias políticas distantes de la paz y la convivencia democráticas. Nos preguntamos si no promueven, sugieren o proponen cambios que busquen canalizarse a través de la quiebra del orden institucional vigente, en el momento en que éste no resulte favorable a sus ambiciones de continuidad en el poder.

Alfil, 26-10-12