domingo, 5 de enero de 2014

LA RECETA DEL DESASTRE


Cuando hace unos días, y en el marco de un final de año que todos quisiéramos olvidar, los integrantes del piquete que desde hace meses intentan frenar la construcción de la planta de Monsanto en Malvinas Argentinas fueron reprimidos por la Guardia de Infantería de la Policía de Córdoba, no sólo hubo que lamentar heridos y contusos. Como siempre ocurre en estos casos, la primera víctima es la verdad.

Podría decirse que este caso vale para ejemplificar la “teoría del fruto del árbol envenenado”, a la que suelen aludir los estudiosos del derecho. Esta se resume, sin mayor esfuerzo, como la imposibilidad de que un árbol enfermo produzca buenos frutos. Y, hasta donde alcanza la vista, nada de lo relacionado con esta planta de tratamiento de semillas deja bien parados al Gobierno nacional, ni al provincial o al municipal. Tampoco beneficia a la empresa en cuestión y, mucho menos, a sus detractores y defensores.

Todos y cada uno de ellos han contribuido para la construcción de un Frankenstein a esta altura inmanejable.

Del repaso, claro, tampoco salen indemnes la Justicia ni la Policía provinciales. Demasiados actores y ningún director; o lo que es peor, un guion en el que todos puedan apoyarse.

En primer lugar, coincidieron el Gobierno nacional y el provincial en anunciar pomposamente una radicación que no contaba con el imprescindible estudio de impacto ambiental. La empresa, por su parte, asumió que esos respaldos bastaban para legalizar lo que nacía vaciado de sustento. Y el municipio mostró lo que cualquier intendente quiere lucir como un logro de proporciones.

Todos soslayaron a la gente, dando por sentada su aprobación.

Este conjunto de acciones y omisiones fue la perfecta receta para el desastre.

No es casual que en ese caldo de cultivo se hayan nutrido los oportunismos de unos y otros y la posterior impotencia de todos los involucrados, que hoy tratan de descargar responsabilidades propias en terceros. Terceros que hacen lo mismo, claro, para dar la pincelada final a otro cuadro de la anomia argentina, porque de eso se trata finalmente: de la ausencia del más mínimo ejercicio de derechos.

Urge que cada uno de los responsables asuma su parte a nivel municipal, provincial y nacional. Pero, ante todo, es imperativo que actúe la Justicia, para que los sucesos de los últimos días no se repitan y las cosas no queden libradas al accionar de policías que a veces reprimen y otras toleran; manifestantes encapuchados; empresarios que apelan al sistema de ensayo y error, y funcionarios que esperan sencillamente que pase la tormenta. Empero, como en muchos otros asuntos de la nación, el requisito fundamental es un Poder Judicial que recuerde cuáles son sus obligaciones.


La Voz del Interior, Editorial,  5-1-14