sábado, 4 de enero de 2014

CON UN PAN ABAJO DEL BRAZO


POR HECTOR A. HUERGO

Las lluvias que cubrieron con generosidad la mayor parte del área agrícola anticipan una cosecha récord, aun cuando gambetearon caprichosamente zonas de alto impacto productivo. Situación típica de tormentas convectivas, cada vez más frecuentes en estas pampas. Al que le toca, le toca.

Pero en términos globales, llovió plata. Y bastante. Pero cuidado. Si algo quedó confirmado ahora, es la enorme tendencia a la homeostasis del sistema agrícola argentino.

Homeostasis es un concepto biológico que en general aplica bien a la economía. Se refiere a la tendencia a la estabilidad fisiológica de los animales superiores, capaces por ejemplo de mantener la temperatura interna a pesar de los cambios del ambiente exterior. De esta forma, las células siguen funcionando correctamente.

En nuestro caso, la homeostasis se expresa de manera muy clara en la ecuación PxQ (precio por cantidad). La Argentina, junto con sus “socios” del Mercosur, es formadora de precios. Es el principal proveedor mundial de harina de soja, el insumo clave de la alimentación animal en la era de la transición dietética hacia las proteínas rojas. Es también el producto industrial más importante del país, con embarques por 15.000 millones de dólares, y con una balanza comercial abrumadoramente favorable. Para producirla solo hace falta un poco de fósforo, porque el resto está bien provisto por la industria nacional: desde el glifosato hasta la cosechadora. Se suma el aceite, donde el país sigue liderando la oferta mundial. Un tercio ya se convierte en biodiesel, que sustituye importaciones y contribuye al balance de divisas.

Por eso no llamó la atención de nadie que los precios hayan acusado inmediatamente el impacto de las precipitaciones. No es una respuesta lineal. Pero es sensible y así deben entenderlo los funcionarios, que tienden a mirar lo que les conviene para su tentación (o vocación) de gastar a cuenta. Habrá una gran cosecha, esta vez sí por encima de las 100 millones de toneladas (sin el maquillaje patético del año pasado, cuando en la campaña electoral se inventaron 7 millones de toneladas de maíz que jamás existieron). Y es una buena noticia, porque reafirma el potencial, a pesar de la pérdida de competitividad y lo ajustado de los números. La soja de 300 dólares, o el maíz de 150, no generan rentabilidad alguna, apenas permiten “dar la vuelta” y continuar la huida hacia adelante.

Los farmers del Medio Oeste norteamericano acaban de entregar la mayor cosecha de maíz de la historia, con 355 millones de toneladas. Esto determinó el derrumbe más rápido de las cotizaciones desde 1960. Los precios bajaron de 8 dólares el bushel, a los 4 actuales, en apenas 15 meses. Los analistas lo inscriben en la saga de una caída general de los commodities. Pero el que más cayó es el maíz, y es nuevamente consecuencia del PxQ.

Sin embargo, y esto es fundamental, este nuevo nivel de precios del maíz habilita un mayor uso para elaborar etanol. El petróleo se mantiene en los 100 dólares el barril, y la nafta acompaña, generando una brecha de precios ampliamente favorable al mayor corte con etanol.

Las plantas están otra vez a pleno, entregando la semana pasada 950.000 barriles, casi al máximo de capacidad. Los biocombustibles se han convertido en un importante “piso” para el precio de los commodities agrícolas.

Los altos precios del maíz y la soja en los últimos años produjeron un fuerte ajuste en las industrias de valor agregado (feedlot, cerdos, pollos).

El stock vacuno en los Estados Unidos, un gran exportador de carne de calidad, cayó al nivel más bajo en cuarenta años. Así, ha generado una gran oportunidad para otros proveedores de proteínas animales, fundamentalmente sudamericanos.

Ahí estamos, en el arranque del 2014, que viene con un pan abajo del brazo.


Clarín, Rural, 4-1-14