lunes, 27 de enero de 2014

EL SHALE, EN UNA CARRERA CONTRA MÉXICO Y RUSIA


POR SILVIA NAISHTAT
           

En momentos en que Argentina está rascando la olla en sus agotados pozos petroleros, la explotación de petróleo y gas no convencional (shale) es la luz al final del túnel. Fuertemente criticada por los ambientalistas, hace rato que ese tipo de producción dejó de ser un misterio. Hoy la cosecha de petróleo y gas convencional del país equivale a la de 1990 y es, tal vez, la principal causa de la actual crisis de divisas. El 86% de nuestra matriz energética depende de hidrocarburos.

Hace ya 34 años, acorralado por los rehenes de la embajada de EE.UU. en Teherán, el presidente Jimmy Carter imaginó que el petróleo escondido en las formaciones de esquistos y lutitas podía terminar con la dependencia del crudo de Medio Oriente. No se equivocó. Hoy se autoabastecen, exportan y están generando un orden nuevo en la política global. En la Argentina los petroleros aseguran que se está reinventando el negocio. Y están apurados.

Con 802 trillones de pies cúbicos (TCF, en sus siglas en inglés) en reservas de shale gas, somos, según la Agencia de Información de Petróleo de EE.UU. los segundos después de China. No solo se trata de Vaca Muerta que posee 302 TCF. El resto lo completan reservas en Salta, Chaco y la Patagonia. En shale oil tampoco nos va mal. Estiman 27.000 millones de barriles: somos los cuartos detrás de Rusia, EE.UU. y China.

Para Ernesto López Anadón, titular del Instituto Argentino de Petróleo y Gas (IAPG), la principal razón del éxito de EE.UU. fue haber bajado los costos y, de esa manera, el shale, cuya explotación es carísima, puede competir con el petróleo convencional. Un hecho que distingue este tipo de producción es que requiere inversiones de gran escala a lo que se añade la exigencia de innovación, equipos de alta complejidad y profesionales que no abundan. Argentina compite por esos recursos escasos con otros países que arrancaron con el shale: México y Rusia.


López Anadón asegura que vale la pena esa carrera por el efecto de prosperidad duradera en la economía argentina. Como dicen que dicen los jeques árabes, ojalá.

Clarín, 26-1-14