domingo, 2 de marzo de 2014

LOS INTELECTUALES SIN HORIZONTES


Por José Antonio Riesco

En el diario Perfil (Bs. As.) se difundió en fecha reciente un diálogo –sin mayor connotación polémica--  de dos figuras conocidas, sin dudas, con su nombre y renombre, que opinan cada tanto sobre cuestiones de la política argentina. La escritora Beatriz  Sarlo, de “centro-izquierda” como ella dice, y el escritor Horacio González, director de la Biblioteca Nacional,  vocero y líder de “Carta Abierta”, el grupo de kirchneristas que cada tanto se pronuncian a favor de cualquier medida o desatino del gobierno de doña Cristina,

En un país sumergido en una preocupante crisis económica  –cuyos efectos sociales ya están en la calle y en los supermercados--  de los intelectuales, si son tales, la sociedad espera algo más que divagaciones verbales. Una faena que en esta oportunidad brilló por ausencia; al extremo que, para decir algo, doña Sarlo se autodefinió de “centro izquierda” en un escenario, el argentino, donde nadie se anima a reconocerse “de derecha” pero a que todos, si podemos, nos encanta gozar de los derechos y privilegios del “sistema”.

De su parte, don Horacio, acorralado por el desastre del transporte y el déficit habitacional, que le endilgó la dama, fue sincero al confesar que el kirchnerismo pese a haber tocado en todas partes y hacerlo mal, tiene el gran mérito –como esencia de la vocación revolucionaria  del “modelo”—de haber sembrado “entusiasmo”. Tanto como puede hacerlo Messi con sus goleadas o Karina Jellinek exhibiendo las virtudes de la carne.

Acaso preocupado por la ausencia de valores rescatables en el intercambio, el director del diario, Jorge Fontevecchia, publicó una nota comentando el suceso (26.2.2014).. Viene de  un viaje a China donde seguramente aprendió que a la generación de Den Xiao-ping no le faltaron intelectuales que fueron y son útiles por que piensan y trabajan sobre el proceso real de  modernización de la nación. Se dice que, del millar de profesionales y técnicos que acompañaron a Den en los primeros pasos del gran cambio, casi todos eran egresados de las universidades del capitalismo.

En tiempos normales  --cuando un pueblo no soporta crisis profundas--  la intelectualidad no es criticable por que no aporte ideas-fuerza dirigidas a la superación de la mala situación.  Es así en los períodos donde quienes conducen el Estado, los políticos, tienen en claro la tarea realizar y a ello se dedican. Incluso en días de trastornos no falta un Keynes que haga su contribución positiva, ayudándole a Franklin D. Roosevelt para que sacara la economía de EE. UU. del desastre. O un Laureano López Rodó que mucho le ayudó al generalísimo Franco para que “civilizara” el régimen administrativo de España.

En los años 30 del siglo XX cobró notoriedad Karl Mannheim, un calificado pensador alemán, quien sacudido por los males sembrados por las parcialidades y el sectarismo ideológico y clasista, tuvo la ocurrencia de pensar en “los intelectuales” como árbitros de los desencuentros y la crisis. A su juicio es el sector social que existe y actúa sin  compromisos con los intereses y conflictos. Pero alguien le contesto que un intelectual imparcial es “una contradicción en los términos”, y que lo característico de los que tienen vocación por la política es, precisamente, su compromiso con las parcialidades. A no ser que sean mera “bosta de paloma”.

O sea, que no sirven para ayudar a que el país salga del pantano..? En absoluto; su formación académica y/o científica los torna necesarios, en especial si tienen una actitud realista de la situación del país. En general no sirven para el mando, aunque sí en funciones técnicas o de asesoramiento. A condición, claro está, que controlen las ideologías y el utopismo que los insertan en el gremio de los macaneadores. Su capacidad, para ser útil, debe en cambio concentrase en la realidad socioeconómica y cultural de la sociedad de que son parte. Y extraer de ella –no de la biblioteca y sin despreciar su utilidad--  los elementos para formular un diagnóstico en términos de procesos y cosas en concreto.

Se dice bien que por sus recursos humanos y naturales la Argentina posee los dos factores básicos para ser una estructura desarrollada. Pero además tiene una rica experiencia en materia de producción (urbana y rural), de funcionamiento de las instituciones y servicios públicos y privados, lo que la coloca en el camino de crecer en sentido cuantitativo y cualitativo. Y esto pese a que tiene un gran déficit en orden a disciplina social, que es la fuente principal de la corrupción en todos los niveles sociales y políticos. Pero en esa compleja experiencia (material y cultural) está el campo de trabajo de los intelectuales : establecer lo que tenemos, lo que nos pasa y lo que es necesario hacer y  especialmente corregir.

Una condición sustantiva para ser útil, es que los intelectuales abandonen el ideologismo que les llena de moscas el cerebro y que hagan el esfuerzo moral de no tomar partido ingenuamente por cualquier parcialidad, sea de la política o de la farándula. Y, sobre todo, que dejen de lado la vanidad de la popularidad, el vicio de los ambiciosos apurados.