jueves, 17 de marzo de 2016

GERENCIAMIENTO


El crimen del gerenciamiento

Por José Antonio Riesco

El Presidente Macri sigue recibiendo recriminaciones por que en su primer mensaje ante el Congreso –y otras expresiones de la sociedad que asistían-- no mostró condiciones de orador al estilo de Belisario Roldán, Alfredo Palacios, o doña Cristina. Le faltó. parece, calor emotivo y la formulación de grandes objetivos de futuro.

A juicio de uno de sus impugnadores, vocero a la vez de los intereses políticos del diario “Perfil” (Fontevecchia), mentamos a doña Beatriz Sarlo, el Presidente expuso “el concepto de la política como gerenciamiento. Está convencido de que hay soluciones puramente técnicas para los problemas que la política tradicional describió como sociales, económicos o culturales.”

En el fondo. le imputa el pecado de no ejercer el gobierno con el estilo y la vocación del “guitarrero”, aquel que según el diccionario “improvisa sin conocer el tema”, como en su tiempo lo hicieron Isabelita Perón o Raúl Alfonsín. Dicho con todo respeto por estos antecedentes con nombre y apellido, a los que evaluamos por su rol dirigente y nada más, sus experiencias como gobernantes, con sus excepciones, fue un costo muy alto para el proceso que siguió a la muerte de Perón. Los discursos de Isabel eran heroicos y a la vez lamentables. Los de Alfonsín, no puede negarse, emocionaban a la audiencia, pero su gestión al frente del Estado apenas si, como mérito, dejó la ley de divorcio.

Pero está a la vista que presentar “el gerenciamiento” como una modalidad gubernati va equivocada y dañina por parte del Presidente, tal cual lo denuncia la columnista de marras, y reivindicar a la vez las propias de la “política tradicional”, tiene al menos dos capítulos. Uno implica ignorar la evolución de los criterios de manejo del poder público en las naciones que, ya de largo tiempo, dejaron de lado el caudillismo comiteril y el  clientelismo sucio y descontrolado, adoptando en cambio  los procedimientos propios del planeamiento y sin incurrir en la rigidez y excesos de la concentración autocrática que hemos sufrido.

En segundo lugar, conlleva ignorar que, junto a otras en el interior y exterior de cada nación, el Estado existe como “organización” cuya unidad, eficiencia y eficacia le impone disponer de funcionarios y formas de actividad que son propias de un sistema gerencial y no de uno de tipo guitarrero. Esto supone que la conexión cibernética o información siempre renovada y lo más completa posible, por parte de la conducción, requiere la mayor precisión y ajuste con la complejidad material, social y cultural que presenta la organización en su globalidad. Y en lo cual el auxilio de lo técnico es indis pensable, tanto en el orden privado cuando en el ”espacio público”.

Salvando la distancia entre un sistema democrático y otro de carácter totalitario (que todo lo decide y domina), bien se ha dicho que “en términos muy generales”, la regulación (o el “control”) de un sistema social está asegurada  por otro sistema (el gu bernativo) cuando los valores del sistema social que poseen las variables esenciales (partidarias, burocráticas, sindicales, empresarias, profesionales, etc.) o los estados de sus elementos, dependen de las decisiones que emite el de orden político. (Ley de Ashby) (c. Lapierre, J. W. p. 137)

El término “control”, en el sentido de “cyberne o timón” en la acepción griega, remite a la capacidad de un sistema de mando para, en la experiencia democrática, operar coordinando el consenso con la coerción, la cooperación y el poder. O sea una compo sición dinámica, a condición de que el gobierno se integre con elementos humanos y técnicos con aptitud suficiente al nivel de evolución de la vida social contemporánea y su cultura. A esta altura del tiempo, diría Ramón J. Cárcano, gobernar no es “soplar y hacer botellas”. Algo que no comparten muchos miembros de la “política tradicional”, esos que no explican por qué la Argentina en lugar de estar de pie y marchando apare ce caída y decadente.

De ahí que, en cada situación las decisiones y acciones de “la gerencia” incluyen tanto relaciones de carácter funcional cuanto social, que confieren a lo técnico una condi ción de legitimidad que no conoció el pasado. Esto hace del ”gerenciamiento” un com promiso operante que excluye un criterio de mando de índole pretoriana o autoritaria, ya se refiera al Estado o a una entidad privada que despliega algún tipo de poder.
Tampoco es acertado decir que “la técnica en el puesto de mando excluiría preguntas indiscretas del tipo: ¿a quién conviene esto?, ¿a quién perjudica?” – La columnista ignora cuestiones fundamentales –o lo hace para usar una falacia como argumento polémico-- ya que un sistema racional permite superar la oscuridad y el desorden en la  administración; y donde el capricho o la mala fe de los administradores se sustituya con la legalidad de las decisiones, la precisión del presupuesto, la contabilidad de cos tos, el control de los gastos e inversiones, la asignación de personal y funciones, etc.

Vale tener presente el manejo personalista, al margen de normas, que este país so  portó durante el gobierno kirschnerista, con sus excepciones, en las tres jurisdic ciones. Y vale recordar cómo el caos en el manejo de los recursos públicos encontró soluciones sustantivas en Francia con la reforma Debré (1945) y la incorporación del método PPBS (“Planning, Programming, Budgeting”) en los Estados Unidos (1965).

El gerenciamiento supone, asimismo, en la “sociedad activa” de nuestro tiempo, que la cúpula de la organización ejerce su función directriz asumiendo la problemática de ventas, producción, logística, financiamiento, etc. combinada con la de índole social y humana. Ya sea sobre el conjunto de funcionarios, colaboradores y mano de obra, sin excluir las condiciones del entorno, en el caso de las grandes empresas privadas; y asimismo de la población total y de su propia masa burocrática si se trata del Estado. Lo cual implica, junto a la aptitud para la dirección, un plus de idoneidad que mira hacia el liderazgo. Tal es el cometido y la eficacia de un sistema donde se sabe qué se gasta y en beneficio de quién; todo lo contrario del régimen de la politiquería tradicio nal, donde el reparto arbitrario e inmoral es la ley..

Otro gazapo conceptual de la columnista, se refiere a que el gerenciamiento implica “la creencia en que la razón técnica puede dominar conflictos y tensiones sociales”.  Decimos, de nuestra parte, que la sociedad –las interacciones que le dan vida--  es conflictiva en alta medida, una consecuencia de las diferencias de intereses y de la libertad de acción de que gozan los individuos y los grupos. También que en impor  tante proporción los entredichos se encaminan a soluciones formales (jurídicas) cuando se las somete al arbitraje administrativo o al conocimiento y resolución de los jueces.  Por caso los de orden laboral que suman miles.

Algunas disputas –en general de índole socioeconómica-- no se expresan francamente como tales, se mantienen en estado de tensión y comprometen a sectores sociales de más o menos envergadura.  Pero los de una y otra categoría, cuando superan los lími tes domésticos, requieren de la atención del Poder. A éste, personificado en el gober  nante, no puede faltarle la adecuada percepción realista aún con las restricciones cognitivas de la intuición del fenómeno, acaso inmediata, para atenderlo en la oportu nidad debida (la urgencia) y someter a control su evolución. La percepción aguda, en lo posible directa y con aprehensión de los elementos básicos y principales, es una de las “virtudes” del político esté o no en al frente del Estado.

Pero no basta, ni es suficiente un informe provisional o lo que aporta la prensa a veces muy útil. Si el problema presenta una cierta complejidad cuya escalada puede afectar un escenario social amplio, con repercusiones en la convivencia de miles de ciudada nos y la misma autoridad del gobernante, se torna inexcusable una “apreciación de situación” a cargo de expertos experimentados en la materia del conflicto.
Y con ello el diagnóstico completo con las propuestas de solución que sean pertinen tes para la negociación eficaz del asunto. A esto no lo sustituye el “ojo de buen cube ro” ni los chismes de un correligionario, pese a que los datos y consejos extra-sistema contengan elementos valiosos que cabe agregar al “expediente”. En la administración de Justicia la incorporación de expertos (ingenieros, contadores, médicos, psicólogos, técnicos en accidentología y en balística, etc.) en carácter de peritos, forma parte de la producción de probanzas

De manera que, como lo hacen los jueces con un conflicto bajo su competencia –dando garantías a las partes y a la sociedad-- no se ve que en el ámbito de los otros “poderes” el legislativo y, sobre todo, el ejecutivo, deba ser el imperio de los guitarreros que, a no dudarlo, añora tanto la ilustre Sra. Beatriz Sarlo.  Los poderes políticos y el jurisdiccional son diferentes en su misión, pero no tanto.-


-Lapierre, Jean-William: El análisis de los sistemas políticos; ed. Península, 1986. –

--Del autor: El gobierno – en Teoría del Estado Contemporáneo; ed. Alveroni, 1995.