El secretario general de la
CEE aporta 10 puntos a tener en cuenta de cara a las elecciones generales
Mons. Luis Argüello |
Revista Ecclesia
04 abr 2019
Los españoles estamos
llamados a las urnas para participar, en pocas semanas, en elecciones
generales, autonómicas, municipales y europeas.
«Cada cita electoral, cada
etapa de la vida pública es una oportunidad para volver a la fuente y a los
puntos de referencia que inspiran la justicia y el derecho. Cada uno puede
aportar su propia piedra para la construcción de la casa común» (Francisco,
Mensaje en la Jornada
Mundial de la Paz 2019).
Un voto libre y responsable
ha de tener como punto de partida el conocimiento suficiente de los partidos en
liza, su inspiración ideológica con los programas que la interpretan y la
credibilidad de las personas que han de traducirlas a medidas de gobierno. El
votante también valora cuál ha sido el comportamiento de partidos y personas en
el ciclo político que concluye.
Ningún programa político
agota las exigencias del Evangelio
Por su parte, un elector
cristiano, en su juicio, ha de tener en cuenta la luz de la fe, la enseñanza de
la Iglesia y los imperativos éticos que de ellas dimanan. Se requiere, pues, un
discernimiento de las opciones electorales aun sabiendo que ningún programa
político agota las exigencias del Evangelio; tampoco puede esperarse de la
política la salvación, ni de ningún programa de gobierno el establecimiento
pleno
de la justicia y el bien.
El elector católico
procurará inclinarse por aquel que, a su juicio, conduzca con mayor eficacia
hacia el bien común de la sociedad aceptando que la misma fe cristiana puede
conducir a compromisos políticos diferentes. (Cfr. Pablo VI Octogesima
advenies) Muchas veces no habrá otra salida que la del bien posible, la del mal
menor o la opción menos oscura, actitud siempre preferible a la de la
indiferencia.
Muchas veces no habrá otra
salida que la del bien posible
Ante las próximas
elecciones, subrayo algunos asuntos de especial relevancia: En sus 40 años de
vigencia, la Constitución ha mostrado ser un instrumento válido
para la convivencia entre los españoles. El respeto a las normas de convivencia
política que en ella se establecen sigue siendo el cauce adecuado para abordar
los diversos problemas y desafíos que se nos presen tan como sociedad.
Incluso quienes propongan
modificarla han de respetar el procedimiento legal establecido en ella. En este
cambio de época, la economía globalizada con sus grandes desajustes, la gran
transformación tecnológica y la creciente capacidad de manipulación
antropológica y de
conciencia están suscitando
problemas y generando caminos de supuesta solución que hacen crecer la inquietud
y la desconfianza
mutua entre personas y
pueblos a escala mundial, europea y también entre nosotros.
Se quiere dar por firme la
dramática aceptación social del derecho al aborto
Esta situación pide a los
católicos y a todos los ciudadanos que quieran acompañarnos, un compromiso
ético y de acción ciudadana que, más allá del importante y necesario derecho y
deber del voto que ahora ejerceremos, extienda su acción, en ambientes e
instituciones, a lo largo de toda nuestra vida social.
Por eso, en las elecciones
próximas y en la acción ordinaria en la vida social y pública conviene tener en
cuenta:
1. La dignidad sagrada de la
vida humana
desde su inicio a su fin
natural. Esta promoción y defensa radical de la vida ha de ser un dique ante
los abusos del «paradigma eficientista de la tecnocracia» (Laudato si’, 189)
que afecta a la vida en todo su desarrollo. Hoy, se quiere dar por firme la
dramática aceptación social del derecho al aborto y se promueve la eutanasia
bajo el atractivo disfraz de muerte digna. La vida ha de ser protegida
activamente y, en todo caso, promover el derecho-deber de la objeción de
conciencia a los actos que quieran destruirla.
2. En una situación de grave
crisis demográfica
y con grandes zonas de
nuestro territorio semiabandonadas, es imprescindible un apoyo claro y decidido
a la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer abierto a la vida.
Un apoyo que habrá de expresarse en el acceso a la vivienda, en particular a
los jóvenes; en el reconocimiento –incluso económico– del trabajo doméstico y
de los cuidados; en los beneficios fiscales, y de otro orden, especialmente a
las familias numerosas; en el salario familiar, etc. Las zonas de la «España
vacía» precisan un apoyo especial.
3. En este mismo contexto es
muy importante una comprensión antropológica respetuosa
del significado esponsal de
la diferencia sexual y su vínculo con la transmisión de la vida que impregne la
educación y la acción social. Es preocupante la reducción de la persona a
individuo de una especie animal más y la confusión entre el necesario respeto y
cuidado de los animales y su incipiente equiparación en dignidad y derechos con
la persona humana.
Ha de garantizarse el
derecho de los padres a escoger el modelo de educación integral que desean para
sus hijos
4. Los cambios que la
revolución tecnológica
está provocando en tantos
órdenes de la vida, la importancia de la conciencia, la libertad responsable y
las actitudes necesarias para la convivencia, reclaman un gran esfuerzo en la
calidad de la enseñanza. Ha de garantizarse el derecho de los padres a escoger
el modelo de educación integral que desean para sus hijos, lo cual exige un
apoyo equitativo a los centros de iniciativa social y una regulación
satisfactoria de la enseñanza religiosa escolar. El artículo 27 de la
Constitución es la expresión básica del pacto educativo que la sociedad
española precisa.
5. La incipiente «salida de
la crisis económica»
se ha saldado con una
extendida situación de precariedad laboral y de incertidumbres varias que
dificultan la organización de la vida personal y familiar. Ante las nuevas
situaciones, parece imprescindible buscar juntos un nuevo «pacto social».
También parece necesario abordar la reforma del «Estado del bienestar». En
ambos casos se ha de buscar el bien común y huir de la defensa de intereses
corporativos o ideologizados que buscan rédito electoral a corto plazo. Son
convenientes políticas que favorezcan la libre iniciativa social, la
incorporación de los jóvenes a la vida laboral, el trabajo que asegure la renta
familiar, la justa distribución de la riqueza y la moralidad en la vida
económica, así como el cuidado del medio ambiente. Reclaman una especial
atención los más desfavorecidos de la sociedad: pobres, inmigrantes, enfermos y
ancianos que viven solos, etc.
La política ha de abordar
las causas del problema migratorio y buscar ahí las posibles soluciones
6. Los inmigrantes
, además de ser una llamada
al reconocimiento de la dignidad humana y de la fraternidad universal que nos
piden cuidar la acogida y la integración de los que llegan, nos recuerdan las
obligaciones de nuestra nación con sus pueblos de procedencia, pues la solidaridad internacional es una exigencia
del orden moral, más aún en una economía globalizada. La política ha de abordar
las causas del problema migratorio y buscar ahí las posibles soluciones.
Cáritas española ha presentado a los partidos unas propuestas sobre los
asuntos de los puntos 5 y 6.
7. Los graves problemas
surgidos en la organización territorial del Estado
piden a los católicos y a
todos los ciudadanos favorecer una «cultura del encuentro». Esta cultura se
sostiene en un diálogo que tenga en cuenta el bien que ha supuesto nuestra
convivencia de siglos y se desarrolle dentro del cauce de la ley y de las
instituciones comúnmente aceptadas, en el horizonte de los desafíos globales
que afectan a las nacionalidades y regiones de España. Tanto en el campo de la
identidad nacional como en el de la identidad personal, el llamado «derecho a
decidir» no es moralmente legítimo en sí mismo, pues supondría la
absolutización de la voluntad de poder desvinculada de la moralidad del
contenido de la decisión y del marco social e institucional donde se toman las
decisiones.
Si, además, el ambiente
cultural en el que se promueve, de manera acrítica, tal autodeterminación está
dominado por emociones y sentimientos, el riesgo de decidir en contra de la
dignidad de la persona, de la justicia y del bien común es muy alto. Se
entronizan los sentimientos y se reclaman como derechos.
8. La crisis global y el
positivismo relativista que domina en la cultura occidental
están poniendo en riesgo la
democracia representativa que cada vez encuentra menos resortes para
regenerarse. Por eso son tan importantes las fuentes de valor moral de carácter
«pre-político». Entre éstas, destaca el factor religioso como integrante de los
bienes de una sociedad. Por ello, es muy importante que los poderes públicos,
desde una laicidad abierta y positiva, favorezcan la vida y expresión religiosa
de los ciudadanos no solo en el ámbito privado sino en su acción pública en
favor del bien común.
También los creyentes han de
comprometerse, pues «la política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental
de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse
verdaderamente en una forma eminente de la caridad» (Francisco, Mensaje en la
Jornada Mundial de la Paz 2019).
9. Europa como ámbito de paz
y de promoción de los derechos fundamentales
sigue siendo un proyecto
donde los cristianos han de estar presentes. Quizá la «construcción europea»
peque de exceso de burocracia y de resabios de ingeniería social en tantas de
sus directivas; también de cierta cerrazón en la defensa de su situación
privilegiada. No obstante, sigue siendo en el mundo un signo positivo de
respeto a la dignidad y de organización de la convivencia entre las personas y
los pueblos. La acogida de la vida y la solidaridad con otros ayudarían a
reverdecer sus mejores raíces.
Las obligaciones cívicas de los ciudadanos no
se extinguen con el ejercicio del voto en unas elecciones
10. Ante alguno de los
problemas de nuestras sociedades europeas
, qué gran valor tiene que
resuenen de nuevo con fuerza palabras fundantes de nuestra vida en común: «¡No
matarás, no robarás, no mentirás, no cometerás actos impuros! ¡Ama a tu prójimo
como a ti mismo; la verdad nos hace libres, no podéis servir a Dios y al
dinero; tratad a los demás como queréis que ellos os traten; sois hermanos!».
Las obligaciones cívicas de los ciudadanos no se extinguen con el ejercicio del
voto en unas elecciones.
Tras ellas, es obligado
acatar el resultado, respetar las instituciones y seguir colaborando al bien
del cuerpo social. Esto será difícil sin tener en cuenta lo que el Papa
Francisco aconsejó el pasado 4 de marzo a un grupo de jóvenes políticos
reunidos por la Pontificia Comisión para América Latina:
«Ser católico en la política no significa ser
un recluta de algún grupo, una organización o partido, sino vivir dentro de una
amistad, dentro de una comunidad. Si tú al formarte en la Doctrina Social de la
Iglesia no descubres la necesidad en tu corazón de pertenecer a una comunidad
de discipulado misionero verdaderamente eclesial, en la que puedas vivir la
experiencia de ser amado por Dios, corres el riesgo de lanzarte un poco a solas
a los desafíos del poder, de las estrategias, de la acción, y terminar en el
mejor de los casos con un buen puesto político pero solo, triste y con el
riesgo de ser manipulado».
Pidamos al Señor que nos
ilumine y a la Inmaculada Concepción y a Santiago apóstol que intercedan por
nosotros para que nuestro voto sea responsable y libre y las elecciones que se
anuncian contribuyan a la paz y al bien común de nuestro pueblo.