Héctor Huergo
Clarín,
20/04/2019
Más allá de la
polvareda urbana, que arreció esta semana, en la Argentina profunda hay
potentes signos vitales. Se está gestando un país nuevo, basado en la
bioeconomía, cuyo atributo distintivo es la circularidad. Está lleno de casos y
cada uno merece un artículo más detallado, pero vale la pena enunciarlos.
En Tartagal,
casi en la frontera de Salta con Bolivia, Desdelsur SA creció sin hacer barullo
hasta que la semana pasada nos enteramos que el BID había acordado un crédito
de 30 millones de dólares para apuntalar su expansión. La empresa, que nació
domando campo para producir legumbres, le pone fichas a la ganadería. Con un
doble objetivo: darle sustentabilidad a su negocio original, para lo cual
necesita incorporar el maíz y las pasturas megatérmicas en la rotación.
El problema es
que el maíz viaja mal, y hay 1.500 km hasta los puertos de Rosario. Entonces
había que convertirlo en algo de mayor valor. Ya hay 52.000 cabezas en un
feedlot donde llegan terneros de destete precoz de alta genética, que provienen
de Corrientes. La conexión NEA-NOA. La empresa entrega un acondicionador del
rumen a los criadores elegidos, para que desteten a los 90 días. Así, llegan
directo al corral, donde se recrían y engordan a un ritmo de un kilo por día y
salen al año con 450 kg, cuota 481. El objetivo para el 2021 es llegar a los
80.000 animales por año.
En la mismísima
Corrientes, Las Marías, ícono de la agroindustria argentina, está implementando
una elegante integración entre sus múltiples actividades. Está compostando
residuos de la industria forestal, donde cuentan con un importante aserradero
(que entre otras cosas provee la madera para los muebles del Instituto en el
que se forman las futuras generaciones de agro técnicos). Ese sustrato se
enriquece con los residuos de la cosecha de yerba mate y té, agregando también
estiércol de criaderos de cerdos de la zona. El compost va luego a enmendar los
propios yerbatales. Todo desarrollo propio.
Esta semana,
Tucumán inició la zafra. La ceremonia fue en el ingenio La Florida, uno de los
primeros, con 125 años de vida. La propietaria (Los Balcanes) ya no se ve a sí
misma como una productora de azúcar, sino como una empresa bioenergética. Generan
electricidad a borbotones con la biomasa, más del 75% de la caña se destina a
etanol, y acaban de inaugurar una planta de tratamiento del efluente, las
vinazas, una inversión de 20 millones de dólares.
En Córdoba, las
plantas de etanol fueron solo el primer paso. ACABio en Villa María entrega el
CO2 proveniente de la fermentación del maíz, a una empresa que en la misma
planta lo depura, comprime y envasa para proveerlo a las elaboradoras de
bebidas cola. Sustitución de CO2 no renovable por CO2 limpio. La burlanda va a
feedlots y tambos de la cuenca lechera circundante.
Más al sur se
abre paso Bio4, con su hermana Bioeléctrica que genera kilowatts a partir del
silo de maíz. Porta está haciendo capote con sus minidestilerías, que integran
la producción de etanol en pequeña escala, con feedlots que convierten la
burlanda en carne.
En Santa Fe,
Adecoagro lleva un año y medio generando electricidad con los efluentes de sus
tambos confinados. Convierten maíz y alfalfa en leche, valorizan la bosta y
fertilizan con el residuo final del biodigestor.
El gobierno de
Santa Fe implementó el transporte público de pasajeros con biodiesel al 100%.
Coherente para una provincia que ostenta el privilegio de contar con el mayor
polo biodieselero del mundo. Desde allí surgió la iniciativa de la Liga de
Provincias Bioenergéticas, un compromiso para impulsar estos desarrollos desde
los gobiernos provinciales.
Sí, en la
Argentina hay signos vitales. Más allá de Vaca Muerta, está la Vaca Viva.
Vivita, coleando, huyendo hacia el futuro.