sábado, 18 de julio de 2020

LOS GREMIOS NOS ACERCAN AL ABISMO



Por Javier Boher

Alfil, 17-7-20

Si se puede encontrar algo peor que la pandemia y la cuarentena, eso sería la forma en la que se han gestionado los intereses en medio de la crisis. Argentina desnuda, exhibiendo todas sus imperfecciones.

De aquellos comienzos malvineros a este delicado presente, todos empiezan a exhibir las huellas de una cuarentena desgastante, que afecta al bolsillo y la salud (física y psicológica) de todos los argentinos.

Como en estas tierras siempre vamos a encontrar al que quiere ganarle una moneda al nene que pide en un semáforo, al achicarse la torta de la economía todos quieren ir a ver que la porción que les toca tenga algunos confites más a modo de decoración o que no esté quemada. Ahí los sindicatos tienen bastante para reclamar.

Hace unos días, María Julia Oliván dijo algo muy cierto: a la flexibilización laboral la hace el mercado, por más que los gremios pataleen. Esos clubes de machos +60 siguen aferrados a un mundo que ya no existe, el del trabajo asalariado en blanco, en relación de dependencia clara y con expectativas de que sea de por vida. Ahí sólo quedan los empleados públicos y los de las grandes empresas, los únicos que pueden tener todo en regla.

Algunas veces, ni siquiera esos grandes empresarios pueden estar tranquilos en la relación con los gremios (productivos sólo en su voracidad para obtener concesiones, diametralmente opuesta a la pereza en la ejecución de sus tareas). En este contexto de fragilidad económica eso quedó bien a la vista.

Pasemos por alto lo obvio: los trabajadores independientes, cuentapropistas o empleados en negro sufrieron más que nadie el peso de una cuarentena excesiva. Además, los gremios privilegiaron mantener los puestos de trabajo antes que pelear por aumentos o beneficios (como los que contempla la Ley de Teletrabajo). Saben que, a fin de cuentas, las empresas que quiebran no mantienen los puestos de trabajo.

Sin embargo, esta última semana fue clara para dejar en evidencia la irracionalidad absoluta en la que viven los dirigentes sindicales, que aprovechan que el empresario está en el suelo para tratar de robarle la billetera.

Tres conflictos puntuales expusieron la brutalidad de los sindicatos, que empiezan a ver cómo flaquean sus arcas al reducirse el aporte de los trabajadores a estas organizaciones. Son los casos de los langostinos en el sur, la leche en la región Pampeana y el de Mercadolibre en Buenos Aires (que se suman a los conflictos que los cordobeses estamos sufriendo en carne propia, como los de transporte o los municipales).

En Puerto Madryn se perdieron 500 toneladas de langostinos (parte de mil millones de dólares en exportaciones que están en riesgo) por un bloqueo sindical que impidió transportar el producto a las plantas procesadoras. ¿La Mesa contra el Hambre que armaron los famosos se suspendió por la cuarentena?.

El conflicto en la zona tambera es aún más delicado, porque pone en riesgo la producción de leche, que afectaría a las empresas que verían caer la llegada de materia prima, pero también los consumidores (a los que les subiría el precio por la escasez) y a los productores (que necesitan ordeñar las vacas por una cuestión de sanidad animal y para tener ingresos). Poco parece importar que la caída del consumo por el cierre compulsivo de hoteles, bares y restaurantes esté haciendo peligrar a todo el sector: los gremios siempre van a querer más, aunque sea muy difícil hacer frente a sus pedidos.

El último de los conflictos (de esta lista, por supuesto) es el que ayer se suscitó entre camioneros y Mercadolibre. La empresa de Marcos Galperín alcanzó la semana pasada un valor mayor que las reservas del país. Pese a ello, acá se la combate al punto de ponerla al borde de una migración a tierras más amigables.

Ante la situación de la elevada cotización de la empresa, el gremio desde el que se hizo fuerte Hugo Moyano vio que podía aspirar a una parte, y apeló a su clásica receta del bloqueo de los depósitos de la empresa para obtener beneficios.

Al sindicato no parece importarle que hay un vendedor que necesita que ese paquete llegue a destino para poder cobrar la venta. O que tal vez el artículo comerciado es necesario para que siga funcionando alguna actividad de subsistencia a la que se han reconvertido aquellos que más están sufriendo el peso de la cuarentena, que están lejos de ganar las fortunas de los privilegiados trabajadores apadrinados por el clan Moyano.

Una vez más, el país queda al borde del abismo por situaciones que no maneja y que llegan de afuera. Sin embargo, los de adentro hacen todo lo que está a su alcance para empujarnos y dejarnos a todos parados en una punta que cada vez se hace más chiquita.