miércoles, 10 de febrero de 2021

LA GUERRA SOÑADA

 

 


que no sucederá

por José Luis Milia

Informador Público, 10-2-21

 

NO había terminado el 10 de diciembre de 2019, que ya muchos lenguaraces se explayaban sobre la inminente “guerra política” entre Cristina Elizabet Fernández y Alberto Fernández. Que Al día de hoy, y discurriendo sobre este tema, se siga con esta tramoya ruin y que en su relato se destaquen algunos desfachatados meritorios -el “Turco” Asís, Guillermo Moreno o el puntero “emérito” de Lomas de Zamora- no significa que los “false flaggers” sean pocos; el éxito de estos chismosos radica en que son muchos los argentinos que quieren creer esta fábula porque suponen que esa “conflagración” salvará a la Argentina.

 

Lamento pincharles el globo, esa esperada guerra no se dará; que para muchos sea deseable no significa que no sea más que una fábula perfectamente urdida y mejor contada. Es imposible que se dé porque los personajes, o por lo menos uno de ellos, no está a la altura de la imaginaria circunstancia. Si no analizamos esta “deseada” confrontación desde bases sólidas y no desde nuestros deseos, una nueva decepción caerá sobre nosotros.

 

De los actores de esa anhelada, pero solo imaginada, conflagración política, ella, Cristina Elizabet Fernández no solo es la encarnación del resentimiento más perverso, sino que también es el político más inteligente de los últimos años. No en vano le hizo creer a Macri y a los pavotes que lo rodeaban que ella tenía la decisión de presentarse en 2019; más aún, les trocó como si de espejitos, cascabeles y cuentas de colores se tratara, la fantasía de que ella se veía a sí misma retornando en olor de multitudes, y a cambio de este truque bellaco, el gobierno de Cambiemos se tomó el trabajo de ralentizar los juicios que contra ella se llevaban a cabo, en la pueril autosugestión que, siendo candidata a presidente, al darse la madre de las batallas electorales, Mauricio la destrozaría.

 

No vale la pena contar lo que todos conocemos y como terminó -o empezó- todo, ella sacó de su arcón de trucos a un muñeco charlatán que traía en sus bolsillos el guion del nuevo relato pergeñado para perpetuar el poder de la señora, una quimérica pelea entre él y la Quintrala de El Calafate, guion que le asignaba a este cuatro de copas el papel de profesor y estadista de fuste aunque en la vida real nunca haya pasado de ser un ruin bellaco.

 

Viendo los antecedentes del vicario presidencial, ¿hay alguien que puede suponer que un timorato que toda su vida ha necesitado estar al lado de alguien fuerte, sea hombre o mujer, podría llevar adelante una lucha para hacerse con el poder? Si en un año no se ha animado, ni siquiera, a imaginar un espacio político que contenga a aquellos que temen a la señora tanto como él, mal podría tener los cojones necesarios para llevar a cabo ese enfrentamiento.

 

No nos ilusionemos, esta guerra es imposible por donde se la mire, toda la aspiración política a la que puede aspirar un ser minúsculo y despreciable, que eso y no otra cosa es Alberto Fernández, no es confrontar con quien manda realmente, él se conforma con vivir cuatro años en Olivos con su barragana y aparecer, aunque más no sea en dos líneas de un libro de historia como “presidente” de los argentinos.

 

Dejemos de pensar en algo que no sucederá; ya bastantes sapos nos hemos tragado y tratemos de buscar, juntos, aquello que nos saque de este tembladeral, tembladeral del que no se les puede echar la totalidad de la culpa ni a La Quintrala ni a su bufón, porque a esto llegamos por los otros, los que venían a cambiar la Argentina y les ganó el miedo cuando se dieron cuenta de lo ardua que sería la empresa