Por Agustina Sucri
La Prensa, 1.12.2025
Así como en su momento el aborto se convirtió -casi en simultáneo- en distintos países del mundo en una prioridad para la agenda política, ahora parece ser el turno de la eutanasia. Una práctica a la que, al igual que el aborto, han intentado disfrazar con distintos eufemismos como “muerte digna” o “asistencia médica para morir”.
Lo cierto es que el mapa de los países que ya cuentan con leyes que legalizaron la eutanasia o el “suicidio asistido” incluye en Europa a los Países Bajos, Bélgica, España, Portugal, Luxemburgo, Suiza, Austria, Alemania e Italia; en Norteamérica a Canadá y algunos estados de Estados Unidos; en Oceanía a Australia y Nueva Zelanda; y en Sudamérica a Colombia, Ecuador y más recientemente Uruguay. En la Argentina, en tanto, ya hay varios proyectos de ley en trámite.
El creciente número de países que están abocados a introducir o revisar este tipo de legislaciones que favorecen la muerte es tan notorio que la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio se vio obligada a comienzos de este mes a publicar una declaración de posición respecto de esta cuestión.
La declaración ofrece una perspectiva basada en datos empíricos sobre cómo el suicidio asistido y la eutanasia se relacionan con el suicidio, el comportamiento suicida y los esfuerzos de prevención del suicidio.
En concreto, la IASP expresa sus preocupaciones ante el hecho de que “un número cada vez mayor de países y jurisdicciones están introduciendo o revisando leyes relacionadas con el suicidio asistido y la eutanasia, a veces denominadas 'asistencia médica para morir' o términos similares”.
“A medida que estas prácticas evolucionan, la Asociación destaca el importante potencial de solapamiento entre la muerte asistida y lo que normalmente se entiende por suicidio, especialmente cuando estas prácticas se ofrecen a personas con enfermedades crónicas que no se encuentran al final de su vida”, afirma la organización. “Las pruebas demuestran que las situaciones que parecen irremediables a menudo pueden cambiar y que las muertes prematuras pueden prevenirse mediante un apoyo, un tratamiento y un seguimiento eficaz”, advierte.
Desde la IASP piden que se investigue más sobre la relación entre el suicidio y la muerte asistida, y expresa su preocupación por la falta de pruebas confiables para determinar el pronóstico a largo plazo de las personas cuyo sufrimiento está relacionado únicamente con una enfermedad mental. Basándose en las pruebas actuales, la asociación concluye que el acceso a la muerte asistida no debe extenderse a este grupo.
La Asociación hace hincapié en que deben existir apoyos psicosociales, de salud mental, materiales y paliativos adecuados, y que éstos deben ofrecerse siempre de forma sistemática. La declaración refuerza la idea de que la muerte no debe posicionarse como sustituto de una atención insuficiente o de la falta de servicios accesibles.
EL CASO DE QUEBEC
Es precisamente este último el escenario que se presenta en Quebec, Canadá, según explicó en una entrevista con La Prensa el periodista y escritor canadiense Jérôme Blanchet-Gravel, quien es además jefe de redacción del medio independiente Libre Média.
En junio de 2015, Quebec se convirtió en la primera jurisdicción canadiense en permitir la muerte asistida médicamente como servicio médico, adelantándose a la acción federal en aquel país.
"Quebec es el 'campeón mundial' de la eutanasia. Esto fue muy progresivo y empezamos a ver el impacto de esta ley en los últimos dos años; ahora estamos viendo el resultado social de este fenómeno", lamentó
Blanchet-Gravel.
Para el periodista y escritor canadiense, la eutanasia se ha convertido “en una norma cultural y obedece finalmente a una pulsión de muerte colectiva”.
Además de las leyes provinciales sobre la materia, existe en Canadá desde 2016 una ley federal que, por ejemplo, "va a permitir a partir del 2027 pedir la eutanasia a partir de criterios de salud mental. Es decir, si tienes depresión o ansiedad, vas a poder pedir la eutanasia", remarcó
Blanchet-Gravel.
-¿Hay estadísticas actuales de cuántas personas ya se valieron de esa ley para solicitar la “asistencia para morir”?
-Sí, sabemos perfectamente que casi el 8% de todas las muertes en Canadá son por eutanasia. Y en ciertas regiones de Quebec hablamos del 13%. Obviamente que estas cifras van a ir aumentando. Porque al principio era una medida excepcional, pero ya vemos ahora que se convirtió en muy pocos años en una norma cultural. Al principio presentó la eutanasia como una medida liberal hablando de “tienes el derecho individual a pedir lo que llamamos también el suicidio asistido”. Ese es el problema.
A partir de la filosofía liberal, podemos entender que hay ciertos casos, muy excepcionales, de gente que tiene condiciones médicas muy específicas y tal vez a partir de su propia voluntad individual para tomar esa decisión. No podemos juzgar porque creo que cada persona tiene su propia libertad. El problema es cuando eso se convierte en norma cultural y obedece finalmente a una pulsión de muerte colectiva.
- ¿Hay una promoción de la eutanasia?
- Es muy polémico decir eso. Pero sí, hay presiones sistémicas que promueven la eutanasia, son presiones del sistema. Es muy popular en la izquierda el término “sistémico” y no tenemos que abusar de este concepto. Pero en este ámbito me parece legítimo usar estas palabras y hablar de presiones sistémicas.
Desde la pandemia, especialmente en Quebec, es como si el sistema ahora fuese más importante que la misma población. Durante toda la pandemia el mensaje del gobierno oficial no era salvar a la gente, sino 'tenemos que salvar el sistema de salud'. Eso lo escuchamos durante dos años. No importaba salvar vidas humanas y vemos que entonces la población está al servicio del sistema. Esto es muy importante de anunciar porque hay gente que me dijo que no es posible que el gobierno vaya a usar la eutanasia para ahorrar dinero y mejorar el sistema de salud. Y yo respondí que si el gobierno pudo encerrar nueve millones de quebequenses durante dos años para salvar el sistema de salud, sí puede usar la eutanasia como herramienta de mejoras del sistema de salud. De eso se trata justamente estas presiones sistémicas, cuando el sistema se vuelve más importante que la persona humana.
- ¿Cómo ha reaccionado la comunidad médica al verso obligado a acceder a este tipo de prácticas que van en contra del principio ético de “primero no dañar”? ¿Hubo alguna resistencia?
-Desafortunadamente no hay mucha resistencia. Los médicos aquí en Quebec no tienen mucha libertad de expresión porque el Colegio Médico impide a sus miembros hablar. Eso lo vimos también en la pandemia: muy pocos médicos tomaron el riesgo de criticar las medidas sanitarias y el confinamiento del gobierno. Todos tuvieron que obedecer, y es igual con la eutanasia. La verdad, escuchamos muy pocas voces de médicos que están cuestionando esta práctica, que es cada vez más común.
También está el tema del poder de los médicos. Con la eutanasia, el poder ahora de los médicos se vuelve cada vez más grande. Es un problema. Aquí tocamos el biopoder del filósofo Michel Foucault: cuando el Estado gobierna la salud, gobierna las vidas humanas…
Quebec se convirtió en un poco en una “médicocracia” y creo que no deberíamos dar un poder tan grande a cualquier gobierno en la Tierra, como es el poder de matar o no a personas.
La gran trampa es que se presenta como algo que decide la propia persona, que de manera voluntaria solicita a los médicos. De esa manera desaparece la figura de homicidio… Pero, además, la paradoja es que ahora los médicos se dediquen a matar en cambio de curar. Aquí en la Argentina, cuando se aprobó la ley del aborto, hubo grupos de médicos -principalmente católicos- que presentaron su objeción de conciencia y se negaron a practicarlos. En el caso de Quebec, me comentaba que tan solo unos pocos se resisten a la eutanasia. ¿Es también por motivos religiosos?
- No. Hay muy pocas organizaciones religiosas aquí. No hay mucho cristianismo. No conozco ningún médico en Quebec que haya escrito para algún medio o que haya tomado la palabra para contestar a esto. Tal vez haya uno o dos… Tal vez un veterinario (risas).
Y todos los que cuestionaron las medidas sanitarias en pandemia, son dos o tres que puedo nombrar, como el médico Robert Bélivau. Pero no hay ninguna resistencia, no hay resistencia pública organizada.
Los médicos aquí no son muy valientes. Es el dinero que manda aquí. No es como en México, donde mi esposa es enfermera y ve la diferencia. Aquí el médico que te atiende en la clínica es casi como si te hiciera un favor, son los reyes de la sociedad. Son los nuevos sacerdotes.
- ¿La sociedad avala este estatus de los médicos?
- La gente tiene miedo de criticar a los médicos porque temen que no quieran atenderlos. Tienen miedo de perder a su médico.
- ¿Conoce cómo se pagan estas prácticas de eutanasia a los prestadores médicos? ¿Hay un monto especial destinado a tal fin?
- Aquí los médicos son pagados, como decimos en francés, al acto. Es decir, que cualquier acto médico, es pagado por el Estado. En Quebec los médicos reciben una remuneración por la práctica de la eutanasia mediante un fondo previsto por la RAMQ, que es el seguro de Salud del gobierno. Se aclara que no existe ninguna prima o incentivo financiero adicional para estas prácticas, se trata de un acto médico codificado como cualquier otro.
- ¿Cómo funciona el sistema de salud en Quebec? ¿Tienen únicamente atención gratuita a través del Estado o también hay un sistema de salud privado?
- Tenemos muy poco privado. Y hace varios años que tenemos este debate, si tenemos que tener más privados en el sistema de salud, porque tenemos que entender que el sistema de salud de Quebec está muy mal. Es el gran debate. Hace 50 años que hablamos en Quebec todas las semanas en los periódicos de la saturación de las urgencias, de la saturación del sistema, de la falta de médicos. Aquí los médicos son un lobby, un grupo de presión que tiene muchísimo poder y no quieren que formemos tantos médicos. Son ellos los que controlan la cantidad de estudiantes que ingresan a las universidades para ser médicos. Lo que llamamos en francés el “modèle québécois”, el modelo quebequense no permite que haya más privados.
Aquí la atención médica va a carga del Estado, pero la verdad es que pagamos muchísimos impuestos. No es gratis. Los médicos captan casi el 20% de todo el presupuesto del gobierno del Estado de Quebec. El sistema de salud, que está muy mal, se lleva casi el 50% de todo el presupuesto del Estado. Es decir que sí mi hija tiene fiebre, voy al hospital y la van a atender después de 15 horas. Se supone que estamos en el primer mundo, pero si no tengo cáncer, nadie me va a atender aquí.
-¿La calidad de la formación médica es buena?
-Creo que sí, que tenemos muy buenas escuelas de medicina y gente con muy buenas competencias. Tenemos médicos bien formados, pero el problema es que tenemos muy pocos. El otro problema es la sobremedicación, que es una cultura también que participa de todo lo que describimos. En Quebec tenemos también estadísticas muy altas de consumo de medicamentos, en especial para la salud mental. Adentro de Canadá, en Quebec, lideramos el consumo de antidepresivos y ansiolíticos.
- ¿Cuál es el rango etario de las personas que recurren a la eutanasia?
-Obviamente, es mayormente gente vieja.
-Por el momento...
-Por ahora, sí. Depende de si abren los criterios, eso puede cambiar. Hay casos de personas más jóvenes que tienen enfermedades graves. Conozco gente de 50 años, por ejemplo, que lo pidió, pero con condiciones médicas muy específicas. Ahora es una gran mayoría de personas viejas, porque tenemos muchos viejitos. Otro factor que incide es que la gente vieja puede ser tan maltratada en los centros de ancianos del gobierno, que hay un temor de terminar su vida en estos lugares. Eso pertenece al discurso, lo escucho cada día, gente que dice en mis redes sociales “yo prefiero pedir la eutanasia que terminar mi vida en estos centros de ancianos donde dejan a los viejitos con sus pañales durante tres días”, por ejemplo.
Por lo tanto, no es libertad. Es decir, vamos a gente porque no somos capaces de mejorar nuestro sistema de salud. Es terrible. El cuidado no es adecuado. Y, cuando hablaba del biopoder, quiero precisar: el riesgo es que los gobiernos ven en la “asistencia médica para morir”, usando el eufemismo, una manera de reducir los costos vinculados al envejecimiento. Es decir, la eliminación de vidas consideradas demasiado costosas o pesadas. Ese es el riesgo del biopoder aquí.
- De modo que usted considera que éste es el principal motor de la ley de eutanasia.
- Pero no se dice. No podemos decir lo que estamos diciendo. Van a hablar de “desinformación”, de antipatriotismo… tienes que decir que tu país está perfecto, sino es un sacrilegio.
-La ley de eutanasia se da en simultáneo con un descenso importante de las tasas de natalidad a nivel mundial. Aquí en la Argentina ya se está evidenciando ese brusco descenso ¿Allí también está ocurriendo?
- Es uno de los principales problemas de Quebec. Hablo de eso en el libro que publicó recientemente con un amigo. De la falta de natalidad y la inmigración masiva. No somos capaces de regenerar la sociedad. El promedio de nacimientos es de 1.3 niños por mujer aquí.
- ¿Cómo se compone en la actualidad la pirámide poblacional de Quebec?
- La gente de 65 años o más representa el 20% de la población, de 0 a 20 años representan otro 20%, y un 60% son los de 20 a 64 años. Pero sabemos desde hace muchos años que ahora la pirámide está al revés. Por eso hay tantos inmigrantes y el gobierno no es capaz de sostener el peso del envejecimiento poblacional.
- ¿De qué procedencias son los inmigrantes que llegan a Quebec?
- Tenemos todo. Tenemos que separar Canadá francesa y Canadá Inglesa. En Canadá francés son principalmente inmigrantes de países francófonos, como los musulmanes de África del Norte. Tenemos latinos también. En Canadá inglesa son gente del ex imperio británico: Paquistán, India…
- Usted atribuye esta situación actual en Quebec a un problema cultural. ¿Es posible vislumbrar allí algún cambio de mentalidad para escapar de esta cultura de la muerte?
-Esperamos un cambio. Necesitamos un poco de esperanza para esta provincia. En el libro que publicó con Claude Simard, esperamos un cambio de mentalidad. Pero es muy difícil cambiar una mentalidad sin pasar por el Estado. Queremos menos Estado y una Quebec más viva de manera orgánica.
Hay una cierta franja de la población a la que le encanta la eutanasia. Uno escucha conversaciones en restaurantes, en las que gente mayor dice “qué bueno que tenemos la eutanasia”. Por lo tanto, el problema es el sistema y es la cultura. Es un movimiento doble. Esperamos un cambio, pero necesitamos primero hacer llegar la información, necesitamos otros medios de información para cambiar ese ambiente tan oscuro. No podemos quedarnos con los medios tradicionales, que celebran la eutanasia y que hacen mucha propaganda.
Las nuevas generaciones parecen mucho más rebeldes que la de los boomers. Y esto es interesante, porque muestra una cierta independencia de pensamiento. Así es que ponemos las esperanza en los jóvenes.