Por Miguel Ángel
Iribarne
Foro Patriótico
Manuel Belgrano, 30/11/2025
Ultimamente se ha
viralizado una rumba flamenca (“Paco, Paco…´) que con gracejo y cierto realismo
ensalza a Francisco Franco, el que fuera
por casi cuarenta años dictador de España. (Decimos “dictador” en el sentido
técnico de la palabra y no en el denigratorio que, con ligereza, se ha impuesto
en el lenguaje político). Y el que
fuese, igualmente, con sus más y con sus menos, el generador de la España
moderna.
Podría dudarse de
la representatividad social de sus versos.
Suponer que se trata del objeto de culto de una secta exigua y
biológicamente condenada. Pero en este
punto vienen en nuestra ayuda, a fin de elucidar la cuestión, los datos de
variadas encuestas realizadas en las últimas semanas, con motivo del
cincuentenario de la muerte del Generalísimo, y útilmente comparables con las
de años anteriores.
En efecto, el
porcentaje de los que miran con simpatía los tiempos de la Dictadura ha venido incrementándose lenta
pero continuadamente desde comienzos del milenio. Y, lo que es más
significativo, en algunos sondeos sobrepasa el 40 % en la franja etárea
inferior a los 35 años. Es interesante anotar que Vox, el partido político que
más próximo podría considerarse a las posiciones franquistas, no pasa de un
apoyo electoral del 15 %, lo que podría acreditar que en política los vínculos
históricos y carismáticos resultan más fuertes que los escuetamente
ideológicos.
En cualquier caso,
Vox se incluye en el numeroso grupo de partidos politicos que, en prácticamente
toda Europa, se reconocen en el rótulo de “patriotas”,y que los escribas de las
variadas oligarquías en posesión de estado califican, en el mejor de los casos
, de ”populistas”, y en el peor de
“ultraderechistas”.
Para dimensionar
el papel de estas corrientes en la situación actual del Viejo Continente
conviene asomarse a la realidad interna de los tres países más fuertes del
mismo, económica y militarmente, y hecha excepción de Rusia, o sea Alemania,
Francia y el Reino Unido. En los tres casos los gobiernos establecidos tienen
cotas de apoyo popular no superiores al 20 %; y en los tres casos son aventajados en todos los
sondeos por fuerzas “patrióticas”, a
saber: Alternative fur Deutschland, el
Rassemblement National de Marine Le Pen y el Reform Party de Nigel Farage. En
el país que ocupa el cuarto rango continental los “patriotas” de Fratelli
d’Italia encabezan la coalición de gobierno desde hace tres años y Giorgia
Meloni va camino de batir el record de duración de un premier desde que existe
la República.
Algunas de estas
fuerzas han sido víctimas en el pasado, o son amenazadas de serlo hoy, de la
estrategia del “cordón sanitario” montada por la izquierda y la derecha
establecidas, pero la misma ha demostrado un rendimiento continuadamente decreciente, como lo prueba
–por ejemplo- el 42 % de Le Pen en la elección presidencial del año pasado,
comparable con el 19 % reunido por su
padre dos décadas antes en el ballotage. En países con menor solidez
institucional la intimidación puede dar fruto.
Así en Rumania, la proscripción del candidato soberanista luego de que
ganase la primera vuelta permitió el triunfo ulterior de las fuerzas del statu
quo.
Este conjunto de
realidades lleva a algunos analistas a hablar de una crisis de la
democracia. Para otros es la crisis del
liberalismo. Mientras no faltan los que
apuntan a la caducidad de esa frágil combinación de uno y otra que se fraguara
en la Europa del siglo XIX; lo que estaría surgiendo sería una “democracia
iliberal”, de la que serían cabales exponentes desde Trump y Putin hasta
Erdogan y Orban entre tantos otros. En cualquier caso, sin prejuicios ni
fetiches ideológicos, lo que resulta imperativo en la política contemporánea es
decidirse a pensar de nuevo.