viernes, 23 de julio de 2010

RATZINGER DOCENTE


El secreto del profesor Ratzinger

Por el
padre Piero Gheddo

Como libro para el verano he elegido Ratzinger professore de Gianni Valente (ed. San Paolo, 2008). Un texto verdaderamente interesante para conocer a Joseph Ratzinger en sus años juveniles y por tanto para comprenderle mejor hoy como Papa Benedicto XVI. El subtítulo dice: “Los años de estudio y de enseñanza en el recuerdo de los alumnos y compañeros (1946-1977)”.

En una paginita de Blog es imposible sintetizar la riqueza de esta reconstrucción de la juventud y madurez que el Señor Jesús eligió como su Vicario en la tierra para nuestro tiempo. Destaco solo dos puntos de los cuales resulta la continuidad de Joseph Ratzinger, de joven estudiante y sacerdote a Pontífice de la Iglesia universal.

Primero. La lectio magistralis pronunciada el 24 de junio de 1959 al inicio de su carrera de docente en la Universidad de Bonn lleva por título: “El Dios de la fe y el Dios de los filósofos”[1]. La “cuestión urgente” con la que el joven profesor (32 años) se mide es el divorcio moderno entre fe y razón, entre una religión confinada al campo personal y privado, intimista y sentimental, y una búsqueda racional que desde Kant en adelante se niega toda posibilidad de conocer y de acceder a Dios.

Citando a santo Tomás, Ratzinger afirma que es posible superar toda deletérea contraposiión entre el lenguaje de la fe y el lenguaje de la razón. El Dios que se manifiesta gradualmente en el Antiguo y en el Nuevo Testamento coincide al menos en parte con el “Dios de los filósofos”, es decir, con la búsqueda que los hombres hacen de Dios. El problema es el lenguaje. Los Padres de la Iglesia llevaron a cabo una admirable síntesis entre la fe bíblica y el espíritu helénico. De la misma forma, escribe el joven Ratzinger, “si (hoy) es esencial, para el mensaje cristiano, ser no una doctrina secreta esotérica para un limitado círculo de iniciados, pero el mensaje de Dios se dirige a todos entonces es esencial, por tanto, también traducirlo hacia el exterior en el lenguaje común de la razón humana”.

El joven sacerdote (desde 1951) y profesor alemán no se hacía sin embargo ilusiones. En un artíaculo publicado en 1958, el treinteañero Ratzinger escribió que considerar a Europa un continente “casi del todo cristiano” es un “engaño estadístico” [2]: “Esta Europa – continua – cristiana de nombre, es también desde hace cuatrocientos años cuna de un nuevo paganismo, que crece sin descanso en el corazón mismo de la Iglesia y amenaza con demolirla desde dentro”. La Iglesia católica de la posguerra le parece haberse convertido “cada vez más, de una forma totalmente nueva, la Iglesia de los paganos. Ya no, como antes, Iglesia de paganos convertidos en cristianos, sino Iglesia de paganos que se llaman aún cristianos y en verdad se han convertido en paganos”.

El segundo punto es la profundidad de pensamiento unida a la claridad del profesor Ratzinger a la hora de enseñar teología, que le atrae en seguida entre los estudiantes. Son muchos y concordes los testimonios de contemporáneos. En tiempos en los cuales los “barones de las cátedras” hablaban a menudo de forma difícil y no se preocupaban de ser comprendidos por los estudiantes, Ratzinger introduce un modo nuevo de dar lecciones: “Leía las lecciones en la cocina a su hermana María, persona inteligente pero que nunca había estudiado teología. Si la hermana manifestaba su agrado, éste era para él el signo de que la lección iba bien”. Así el biógrafo (pags. 64-65).

Y un estudiante de esos tiempos añade: “La sala estaba siempre llena hasta los topes, los estudiantes le adoraban. Tenía un lenguaje hermoso y sencillo. El lenguaje de un creyente”. El profesor Ratzinger no tenía muestras de erudición académica ni usaba un tono oratorio habitual en esos tiempos. Exponía las lecciones de modo llano, con un lenguaje de límpida sencillez incluso n las cuestiones más complejas.

Muchos años después, el mismo Ratzinger explica el secreto del éxito de sus lecciones [3]: “Nunca intenté crear un sistema mío, una teología particular. Si se quiere hablar de especificidad, se trata sencillamente del hecho que me propongo pensar junto con la Iglesia y esto significa sobre todo con los grandes pensadors de la fe”. Los estudiantes percibían, a través de sus lecciones, no sólo recibir nociones de ciencia académica, sino de entrar en contacto con algo grande, con el corazón de la fe cristiana. Este es el secreto del joven profesor de teología, que atraía a los estudiantes.

ROMA, viernes 23 de julio de 2010 (ZENIT.org).-