miércoles, 23 de julio de 2014

ALEXANDER DUGIN





CARLOS MARTÍNEZ-CAVA

El Manifiesto, 23-7-14



Ruso, disidente del comunismo y asesor de Vladimir Putin, Alexander Dugin es una de las figuras mas controvertidas y movilizadoras de ese universo cultural que se conoce como Nueva Derecha que, de pensadores como Alain de Benoist, Guillaume Faye o Dominique Venner, levantaron todo un frente de contestación ideológica al mayo del 68 y a la modernidad liberal.

Putin como líder una Rusia regenerada
Vladimir Putin no fue ni es solo un mero candidato político que accede el poder. Su voluntad de hacer de Rusia una potencia y romper el unilateralismo norteamericano tiene una explicación ideológica que sustenta esa voluntad. Y Alexander Dugin no es ajeno a todo ello. Su ultima obra, La cuarta teoría política, desarrolla el nuevo escenario ideológico del siglo XXI. 

Para Dugin, el liberalismo, el fascismo y el comunismo han muerto. Ninguna de esas tres teorías políticas pueden dar respuesta a los problemas de hoy. Como explica en su propia web, “el liberalismo, que siempre ha buscado minimizar la política, decidió, después de su victoria, eliminar por completo la política. Probablemente para no permitir la formación de una alternativa política y hacer eterno su reino, o simplemente debido al agotamiento de la agenda política debido a la ausencia de enemigos, que, según Carl Schmitt, son necesarios para la formación de una posición política”.

Una crítica a las “anteojeras ideológicas”
Es mal frecuente de nuestro tiempo analizar los conflictos sociales con las “anteojeras ideólogicas” de ideas que nacen de la Revolución francesa o que han probado en la práctica o en el campo de batalla su fracaso para ofrecer escenarios de paz y prosperidad. Todo eso, desde 1945 y, más en profundidad, desde 1990 en que cae el Muro de Berlín y la Unión Soviética deja de existir. El desarrollo y comprensión de esta reformulación política requiere modificar la interpretación de la historia política de los últimos siglos, adoptando nuevos puntos de vista, más allá del marco de los clichés ideológicos habituales de las viejas ideologías. También requiere darse cuenta de la estructura profunda de la sociedad global que aparece ante nuestros ojos, descifrar correctamente el paradigma de la era postmoderna y aprender a no oponerse a una idea política, a un programa o a una estrategia, sino al estado de cosas “objetivo”, al tejido social apolítico de la “post-sociedad” fracturada.

La religión frente al ateísmo obligatorio
Para Dugin, la Tradición, como concepto en el que engloba la religión, la jerarquía y la familia, ha sido abatida por la modernidad. Tanto Nietzsche como Max Weber hablaron de esa “muerte de Dios” y del “final de lo sagrado”. Y característica de ese tiempo es no la enemistad con la religión, sino la mas plena indiferencia. En el planteamiento de Dugin, el ateísmo ya no es obligatorio, del mismo modo que las teologías monoteístas no serán instancia de verdad.

Una reivindicación de Heidegger
Si algo tiene la nueva formulación de esta obra de Alexander Dugin es su reinvidicación de Martin Heidegger, con el que coincide en su aborrecimiento por el liberalismo como fuente del pensamiento calculador y del nihilismo occidental. Si se quiere comprender el papel de Rusia en este mundo multipolar tras el desplome de Estados Unidos como guardián del mundo, es de obligada lectura esta obra densa y, en muchos tramos, desconcertante. 

Siguiendo a Carl Schmitt, Dugin identifica a Estados Unidos y al liberalismo como el gran enemigo al representar “procesos de degradación y degeneración”. Como animador de un gran espacio económico y cultural, considera que la misión del movimiento eurasiático es luchar contra la hegemonía liberal y entablar una alianza estratégica con Irán, Turquía y países árabes de Oriente Próximo, ya que son pueblos con un modelo social más solidario que el capitalismo y la globalización propios del mundo anglosajón.

La importancia de la Geopolítica en la interpretación de la Historia
Con el libro de Dugin, uno tiene la sensación de estar ante una obra que se anticipa al porvenir o que es, sin duda, una antorcha de cómo pensar las futuras sociedades europeas. Es imposible interpretar la Historia de los últimos setenta años sin la participación de la Geopolitica. En ese mundo unipolar nacido de la dominación comercial y política de Estados Unidos sobre la Europa que fue ocupada tras Normandía, ésta es vista como parte misma de la America del Norte rica y próspera. Pero ahora esas viejas retóricas ya no funcionan. 

Ya no existe el comunismo, el ‘mal supremo’ al que apelar y con el que cerrar filas ante la presencia del miedo al secuestro de las libertades formales. El gran mérito de la obra de Dugin, como la de Alain de Benoist, es evidenciar la necesidad de una visión alternativa del mundo futuro que nos ofrece Norteamérica. Un mundo donde las raíces clásicas y la civilización de Europa hablan de otros modelos de carácter multipolar. Donde las diferencias entre civilizaciones no terminan en su arrasamiento cultural sino en colaboración y respeto.

La gran Europa soberana

Alexander Dugin imagina una ‘Gran Europa’ como poder geopolítico con su propia identidad cultural, sus propias opciones políticas y sociales y su propio sistema de defensa, su propio acceso a sus recursos energéticos y minerales y su capacidad intacta para la toma de decisiones políticas. En otras palabras, Dugin anuncia una Europa soberana con un procedimiento realmente democrático para la toma de decisiones. Frente a quienes se erigieron en guardianes del mundo, las ideas presentadas en este libro constituyen la oportunidad para encontrar naciones equilibradas, justas y mejores. Otro mundo alternativo donde cualquier cultura digna, sociedad y fe, tradición y creatividad, encuentren su propio lugar. Bienvenidos al siglo XXI.