Charles Reding, 9-3-2007 (www.forumlibertas.com)
Inicie usted un debate en Internet, en foros y chats, acerca de la Iglesia y antes o después le comentarán que "la Iglesia casi decidió que las mujeres no tienen alma". Algunos añaden "por un voto". O "por dos". ¿Y cuando decidió eso la Iglesia? "En el concilio de Nicea", dicen algunos copiando de Google pero sin saber en qué documento o párrafo. "En el año 585", dicen otros. "Lo dice Gregorio de Tours", añaden.
Los hay que en el bulo lo mezclan todo: por ejemplo, en esta web: http://es.geocities.com/sucellus24/3118.htm [ya no existe este servidor] dicen: "En el año 585, los obispos reunidos en el tercer concilio de Nicea discuten sobre si la mujer tiene o no un alma. Los partidarios del sí vencen por un porcentaje mínimo de votos."
Otros en cambio dice que venció el no, que durante mucho tiempo la Iglesia enseñó que la mujer no tenía alma. Así en esta web http://www.esci.es/escivista/num6/articles_mujeres.htm aseguran que "un hecho empírico que pone de manifiesto esta sumisión [de la mujer en la visión cristiana] se refleja en cómo durante mucho tiempo la Iglesia dictaminó que la mujer no poseía alma."
O que se dudaba que fuesen seres humanos. En la web http://www.rebelion.org/noticia.php?id=32589 dicen "En la Edad Media, los teólogos (todos ellos hombres) discutían incluso si las mujeres eran seres humanos. ¿Tienen un alma, o eran más equiparables a los animales superiores, como los caballos y perros?".
El bulo explicado
Uta Ranke-Heinemann, una teóloga feminista, liberal, que ha escrito en contra de la virginidad de María, nada sospechosa de ser ortodoxa o defensora del Magisterio, desmonta este bulo en este artículo (dedicado a criticar a Santo Tomás, por cierto): http://www.vallenajerilla.com/berceo/utaranke/mujer.htm
No, dirá la teóloga feminista radical: la Iglesia medieval y sus teólogos cometieron diversas barbaridades, pero dudar de que las mujeres tienen alma y son seres humanos NO fue una de ellas.
"Hay que decir con toda claridad que no es cierto que la Iglesia haya llegado incluso a dudar en algún momento de que las mujeres tengan alma o de que sean seres humanos. Se escucha y se lee con frecuencia que en un concilio, concretamente en el segundo sínodo de Macon (585) [un sínodo general franco convocado en el año 585 por el rey Guntram bajo la presidencia del santo obispo Prisco de Lyon], se llegó a discutir si la mujer tiene alma. Eso no es exacto.
No se habló en el concilio sobre el alma. Gregorio de Tours, que asistió a ese sínodo, relata que un obispo planteó la pregunta de «si la mujer puede ser designada como homo». Se trata, pues, de una cuestión filológica que, a decir verdad, se suscitó por la valoración más alta que los hombres se habían atribuido: homo significa tanto hombre (ser humano) como varón.
Todavía hoy es idéntico en todas las lenguas románicas y también en el inglés el término para hombre y varón. Si los varones acaparan para sí el término hombre, ¿qué queda para la mujer? ¿Es también ella un hombre-varón, un varón-hombre? Es claro que no puede ser designada como varón.
Informa Gregorio de Tours que los restantes obispos remitieron al interpelante al relato de la creación, según el cual Dios creó al ser humano (homo) como varón y mujer, así como también a la denominación de Jesús como Hijo del Hombre (filius hominis), a pesar de que él es, sin duda, «Hijo de la Virgen», es decir, hijo de una mujer. Mediante estas clarificaciones se dilucidó la pregunta: el término homo debe aplicarse también a las mujeres. Significa, junto al concepto de varón,
también el de ser humano (Gregorio de Tours, Historia Francorum 8,20).
Incluso en una época tan dura como los siglos VI al VIII, de violencia generalizada en la nobleza franca hubo grandes mujeres, santas reconocidas y admiradas por sus contemporáneos, como santa Radegunda (de Turingia, 518-587, esposa del Clotario I), la reina Batilda (antigua esclava anglosajona, 680), Bililda (siglo VIII), Gertrudis de Nivelles, Adelgunda, Odilia (720), Erentrudis (718), todas ellas fabricantes de civilización en tiempos de guerra y violencia.
Inicie usted un debate en Internet, en foros y chats, acerca de la Iglesia y antes o después le comentarán que "la Iglesia casi decidió que las mujeres no tienen alma". Algunos añaden "por un voto". O "por dos". ¿Y cuando decidió eso la Iglesia? "En el concilio de Nicea", dicen algunos copiando de Google pero sin saber en qué documento o párrafo. "En el año 585", dicen otros. "Lo dice Gregorio de Tours", añaden.
Los hay que en el bulo lo mezclan todo: por ejemplo, en esta web: http://es.geocities.com/sucellus24/3118.htm [ya no existe este servidor] dicen: "En el año 585, los obispos reunidos en el tercer concilio de Nicea discuten sobre si la mujer tiene o no un alma. Los partidarios del sí vencen por un porcentaje mínimo de votos."
Otros en cambio dice que venció el no, que durante mucho tiempo la Iglesia enseñó que la mujer no tenía alma. Así en esta web http://www.esci.es/escivista/num6/articles_mujeres.htm aseguran que "un hecho empírico que pone de manifiesto esta sumisión [de la mujer en la visión cristiana] se refleja en cómo durante mucho tiempo la Iglesia dictaminó que la mujer no poseía alma."
O que se dudaba que fuesen seres humanos. En la web http://www.rebelion.org/noticia.php?id=32589 dicen "En la Edad Media, los teólogos (todos ellos hombres) discutían incluso si las mujeres eran seres humanos. ¿Tienen un alma, o eran más equiparables a los animales superiores, como los caballos y perros?".
El bulo explicado
Uta Ranke-Heinemann, una teóloga feminista, liberal, que ha escrito en contra de la virginidad de María, nada sospechosa de ser ortodoxa o defensora del Magisterio, desmonta este bulo en este artículo (dedicado a criticar a Santo Tomás, por cierto): http://www.vallenajerilla.com/berceo/utaranke/mujer.htm
No, dirá la teóloga feminista radical: la Iglesia medieval y sus teólogos cometieron diversas barbaridades, pero dudar de que las mujeres tienen alma y son seres humanos NO fue una de ellas.
"Hay que decir con toda claridad que no es cierto que la Iglesia haya llegado incluso a dudar en algún momento de que las mujeres tengan alma o de que sean seres humanos. Se escucha y se lee con frecuencia que en un concilio, concretamente en el segundo sínodo de Macon (585) [un sínodo general franco convocado en el año 585 por el rey Guntram bajo la presidencia del santo obispo Prisco de Lyon], se llegó a discutir si la mujer tiene alma. Eso no es exacto.
No se habló en el concilio sobre el alma. Gregorio de Tours, que asistió a ese sínodo, relata que un obispo planteó la pregunta de «si la mujer puede ser designada como homo». Se trata, pues, de una cuestión filológica que, a decir verdad, se suscitó por la valoración más alta que los hombres se habían atribuido: homo significa tanto hombre (ser humano) como varón.
Todavía hoy es idéntico en todas las lenguas románicas y también en el inglés el término para hombre y varón. Si los varones acaparan para sí el término hombre, ¿qué queda para la mujer? ¿Es también ella un hombre-varón, un varón-hombre? Es claro que no puede ser designada como varón.
Informa Gregorio de Tours que los restantes obispos remitieron al interpelante al relato de la creación, según el cual Dios creó al ser humano (homo) como varón y mujer, así como también a la denominación de Jesús como Hijo del Hombre (filius hominis), a pesar de que él es, sin duda, «Hijo de la Virgen», es decir, hijo de una mujer. Mediante estas clarificaciones se dilucidó la pregunta: el término homo debe aplicarse también a las mujeres. Significa, junto al concepto de varón,
también el de ser humano (Gregorio de Tours, Historia Francorum 8,20).
Incluso en una época tan dura como los siglos VI al VIII, de violencia generalizada en la nobleza franca hubo grandes mujeres, santas reconocidas y admiradas por sus contemporáneos, como santa Radegunda (de Turingia, 518-587, esposa del Clotario I), la reina Batilda (antigua esclava anglosajona, 680), Bililda (siglo VIII), Gertrudis de Nivelles, Adelgunda, Odilia (720), Erentrudis (718), todas ellas fabricantes de civilización en tiempos de guerra y violencia.