miércoles, 30 de junio de 2010

VINCULAN A FIDEL Y SU HERMANO RAÚL CON EL NARCOTRÁFICO


por Gonzalo Guillen

La vieja y aparentemente cada vez más confirmada denuncia sobre los vínculos de Fidel Castro y de su hermano Raúl con el narcotráfico internacional vuelve al ruedo de la actualidad con la aparición de El gran engaño, último libro del veterano periodista alemán-uruguayo José Antonio Friedl, quien concluye que al gobierno cubano le cabe el apelativo de Cartel de La Habana y agrega: nada tiene que envidiarle a otros carteles de la droga.

Friedl recuerda que Fidel Castro se encuentra entre las personas más ricas del mundo, de acuerdo con la revista Forbes, con un patrimonio estimado en $1,400 millones, y ocupa el décimo lugar entre los 200 hombres más acaudalados de la Tierra.

Esa fortuna de Castro, dice Friedl citando a Forbes, está representada en depósitos en diferentes países y bancos a través de testaferros.

Empero, este libro, editado en Buenos Aires por Editorial Santiago Apóstol, ofrece más evidencias y narraciones sobre vínculos con el narcotráfico por parte de Raúl Castro que del propio Fidel.

En este sentido, la obra de Friedl, cuya distribución en Miami estará a cargo de la Librería Universal, coincide con el libro, también próximo a aparecer en una coedición mexicano-argentina, de Jhon Jairo Velásquez Vásquez, Popeye, quien fuera secretario privado y tenebroso jefe de seguridad del extinto narcotraficante Pablo Escobar Gaviria.

En mayo pasado Popeye anticipó que revelará cómo Raúl Castro, vicepresidente cubano y hermano de Fidel Castro, mantuvo estrechos y constantes contactos con el cartel de la cocaína de Medellín y protegió durante años embarques de droga que llegaron a Miami a través de Cuba.

El que estaba enterado era Raúl, nunca se supo si Fidel sabía, aclaró Popeye, quien tras un silencio de doce años en prisión acaba de propiciar el arresto del ex senador liberal colombiano Alberto Santofimio Botero al que acusa de haber convenido con Pablo Escobar el asesinato, en 1989, del candidato presidencial Luis Carlos Galán, magnicidio por el que el propio Popeye está purgando una condena de 30 años de prisión.

El libro de Friedl es ante todo una meticulosa compilación de publicaciones y de documentos oficiales dispersos y algunos inéditos, en su mayor parte estadounidenses, que en diversas épocas se han ocupado de recoger información sobre el tráfico ilícito de drogas y el gobierno cubano.

El gran engaño despierta el apetito del lector con un capítulo de abrebocas en el que muestra cómo Fidel Castro y su régimen se alimentó por primera vez en 1956 con dineros del tráfico de marihuana.

Después de haber sobrevivido al desastroso desembarco con el famoso yate Granma, en el año 1956, Castro busca la protección económica de un tal Crescencio Pérez, un poderoso líder campesino que controlaba la comercialización de la marihuana en varias regiones de la isla, relata Friedl.

En los archivos del FBI, a partir de 1958 existe documentación según la cual desde La Habana ya se articulaba por entonces una primitiva red de narcotráfico que fue llamada Medellín-Habana-Conection, presuntamente ligada a la desbordante causa revolucionaria cubana. Un año más tarde (1959), con la orientación del propio FBI, las autoridades colombianas encontraron en El Poblado, cerca de Medellín, un laboratorio apropiado para procesar morfina, heroína y cocaína.

La obra de Friedl cita informes desclasificados de agencias de seguridad estadounidenses, según los cuales desde los años 60 Fidel Castro comenzó a servirse del dinero de la cocaína, cuando ese negocio era manejado a escala global por chilenos. Los colombianos comenzaron a tomar el control en los años 70.

En el verano de 1961, de acuerdo con uno de los informes desclasificados funcionarios cubanos del más alto rango se encuentran con el senador chileno Salvador Allende, para discutir el establecimiento de una red de distribución de cocaína que ayude a financiar la revolución en Chile y al mismo tiempo al régimen cubano que ya tenía carencia de fondos, revela Friedl.

Estos vínculos primitivos de los hermanos Castro con el tráfico de drogas se refrendarían de manera creciente a lo largo del tiempo y harían que los líderes de la revolución pudieran amasar capitales incalculables, muchos de ellos blanqueados y atesorados a través de la oficina MC (abreviatura de Moneda Convertible), apéndice del Ministerio del Interior. En La Habana era una broma muy conocida el llamar al MC como las siglas de marihuana y cocaína, apunta Friedl.

El virtual itinerario del castrismo por entre el narcotráfico tiene uno de los episodios más extendidos y vigorosos en la relación con el narcotraficante estadounidense Robert Vesco, a través del cual Fidel y Raúl habrían articulado una intrincada red de movimiento de cocaína colombiana con estaciones en Panamá, Nicaragua y Cuba. Las ganancias cubanas fueron multimillonarias.

El gran engaño abunda en informes y reseñas sobre las ya conocidas relaciones entre el tristemente célebre narcotraficante colombiano Carlos Lehder, los hermanos Castro, el ex dictador panameño Manuel Antonio Noriega y el régimen sandinista de Nicaragua.

Raúl Castro aceptó implícitamente la utilización del narcotráfico como venganza histórica frente al imperio americano, sostiene Friedl y una amenazante trifulca entre Noriega y los principales narcotraficantes colombianos por el allanamiento policial de un productivo laboratorio de cocaína en las selvas panameñas del Darién, en los años 80, fue dirimida directamente por Fidel Castro.

Entre las principales bases que Raúl Castro puso en Cuba a disposición del cartel de Medellín, a lo largo de los años 80, figuran la de Cayo Largo y la del pueblo de Moa, provincia de Oriente, donde funcionó una de las plantas de procesamiento de droga más importantes del mundo, expone Friedl.

El complejo de Moa estaba directamente bajo el control del Estado Mayor del Ejército Comunista Cubano y estaba custodiado por una guarnición especial al mando del general Fernando Vecino Alegret. Con el transcurso del tiempo Moa se iba a convertir en el paraíso para una serie de narcotraficantes internacionales requeridos por las justicias de sus respectivos países, asegura Friedl.

El gran engaño también abunda en detalles sobre las ligaduras de Pepe Abrantes, ministro cubano del Interior, con activas rutas de tráfico de cocaína a través de Cuba, Panamá, México y Nicaragua.

También ofrece nuevos detalles y reflexiones sobre el infortunado general Arnaldo Ochoa, quien tras un juicio sumario por narcotráfico fue fusilado junto con el coronel Antonio La Guardia y los capitanes Amado Padrón y Jorge Martínez Valdez. Con sus muertes desaparecieron potenciales testigos sobre los vínculos de los hermanos Castro con el cartel de Medellín y otras organizaciones mafiosas.

La droga llegaba directamente a Cuba. Lo hacían a veces a través de Centroamérica o directamente a Cuba, en aviones, y de ahí, en lanchas, a Miami, sostiene el colombiano alias Popeye sobre su libro Sangre, Traición y Muerte, que, por su parte, se pondrá coincidencialmente a circular con capítulos que tocan los mismos temas del libro de Friedl.

José Friedl, nació en Montevideo hace 62 años. Durante más de tres décadas ha sido analista político y periodista internacional para medios europeos e hispanoamericanos.

Tiene más de 10 libros publicados, uno de ellos sobre la revolución cubana y otro sobre Tania, la enigmática espía que vivió a la sombra del Che Guevara.

El socialismo se forja desde la envidia,

se administra desde la hipocresía,

se fortalece en la ignorancia,

y destruye la riqueza.

LUGARTENIENTE DE ESCOBAR DETALLA LAZOS DEL CAPO CON FIDEL CASTRO

El capo de la droga colombiano Pablo Escobar mantuvo una relación cercana con el presidente cubano, Fidel Castro, e hizo de la isla el eje de una ruta de narcotráfico a EEUU, afirma uno de sus lugartenientes en un libro próximo a publicarse.

'Popeye', alias de John Jairo Velásquez Vásquez, encarcelado y considerado como 'el hombre más cercano' al traficante fallecido en 1993 en un tiroteo con la policía en Medellín, asegura que los nexos entre ambos comenzaron en la época en la que Escobar estuvo en la Nicaragua sandinista, en la década de 1980.

'Nunca han hablado personalmente, pero sostienen permanente y fluida comunicación por cartas y terceras personas', sostiene Velásquez en 'El verdadero Pablo-Sangre, traición y muerte...', escrito por la colombiana Astrid Legarda y que recoge 'las confesiones' del lugarteniente, preso en una cárcel de Bogotá.

En 32 capítulos del libro, que saldrá a la venta el próximo jueves, 'Popeye' ofrece a Legarda su testimonio de una de las épocas más críticas de la historia colombiana por efecto de la guerra que Escobar le declaró al Estado, además de sus supuestos nexos con autoridades de otros países y grupos guerrilleros locales.

Según algunos extractos de libro adelantados hoy por la revista 'Semana', Escobar, quien fuera líder del otrora poderoso cartel de Medellín, 'siempre busca la forma de llegar con su droga a las calles norteamericanas, a través de gobiernos no aliados y enemigos de Estados Unidos'.

'Lo quiere hacer a gran escala; ya lo ha hecho a través de Nicaragua', dice 'Popeye', para apuntar que Escobar envió a Cuba a uno de sus hombres, que entró en contactos con el general Raúl Castro, hermano de Fidel Castro, y vicepresidente y ministro de Defensa cubano.

Allí se 'cierra' un acuerdo que le permite a Escobar traficar durante dos años grandes cantidades de cocaína, que según el testimonio eran embarcadas en el puerto suroccidental colombiano de Buenaventura, con destino a las costas mexicanas.

La droga era embalada en condones que se unían hasta que pesaran un kilo, afirma el lugarteniente, y agrega que los alijos eran transportados a Cuba por vía aérea desde México, en cantidades de hasta diez y doce toneladas.

En la isla caribeña, los cargamentos quedaban a disposición de militares cubanos, encabezados por el general Arnaldo Ochoa y el oficial Tony la Guardia, y luego eran enviados en lanchas a las costas estadounidenses, donde eran recibidas por un hombre del cartel de Medellín encargado de esconder los alijos.

Para 'Popeye', tras el descubrimiento de la ruta por las autoridades estadounidenses, que decomisaron un gran cargamento, el líder cubano 'ordena una farsa de investigación', que termina con la condena y fusilamiento de Ochoa y una decena de sus colaboradores en 1989.

El lugarteniente asegura que en la relación de Escobar con Castro mediaron los colombianos Alvaro Fayad e Iván Marino Ospina, fallecidos líderes del disuelto movimiento guerrillero 19 de Abril (M-19).

Fueron estos mismos rebeldes los que, según 'Popeye', pidieron a Escobar que les financiara la toma del Palacio de Justicia en Bogotá, a lo que el capo accedió, con la promesa de entregarles dos millones de dólares, aunque Escobar consideró que lo más conveniente sería una ocupación de la sede del Legislativo, señala el libro.

La operación guerrillera tuvo lugar en noviembre de 1985 y terminó con la muerte de más de un centenar de personas, entre ellas destacados magistrados de la Corte Suprema de Justicia y los insurgentes.

'Popeye' afirma que Escobar propuso en vano que los guerrilleros aceptaran para la toma a dos lugartenientes de él, con la misión de que quemaran los procesos sobre extradición que gestionaba el Supremo y asesinaran a los juristas.

El libro también recoge las versiones del lugarteniente sobre grandes atentados ordenados por el capo, como el derribo de un avión comercial en vuelo, o asesinatos que causaron conmoción, como los de Guillermo Cano, director del periódico 'El Espectador', y el ex candidato presidencial Luis Carlos Galán.

Política y Desarrollo, 29-6-10