jueves, 5 de agosto de 2010

TORO

Muerte al niño, vida al toro
Por
María Lilia Genta

Ayer, Cataluña. “La Catedral de Lérida es mi gloria, / y campañas de César mi breviario” (Gerardo Diego).

Hoy, Cataluña. No quiere ser España. Tampoco es ella misma separada. Sólo es esclava del poder globalizado.

Primer corredor de la droga, sus playas. Capital del aborto, Barcelona. Y el último dislate: primera “autonosuya” que prohíbe los toros.

Muerte al niño, vida al toro. Hipocresía.

Dejando de lado la fiesta, popular si las hay como ninguna, pensemos en estos legisladores que en el exacto momento en el que la desocupación trepa por encima del 22 por ciento dejan sin trabajo a miles de catalanes. Desde las bordadoras de los soberbios trajes a los chavales que cepillan el pelaje de los toros. Detrás de cada desocupado, una familia. Aunque sean familias mayormente integradas por viejos -el índice de natalidad es muy bajo en Cataluña- son familias al fin.

Los legisladores van contra toda lógica y defensa del bien común del pueblo que representan porque deben obedecer. Obedecer ¿a quién? Al Gobierno Mundial, Global y Único que integran “verdes”, ecologistas y todas las malas yerbas conjugadas en un solo poder.

Cuando nuestros mayores alertaban contra el Poder Mundial, los vituperaban por alarmistas, locos y, por supuesto, “nazis” ya que advirtieron que en Nüremberg morían el Derecho y la Justicia soberana de las naciones. Comenzaba a regir el Poder Mundial.

Ahora, Nüremberg es esta justicia “marcha atrás” globalizada, que se aplica a los militares y afines que intentaron defender la identidad de sus patrias. En nombre de los Derechos Humanos se vulneran los más elementales derechos humanos. Hipocresía.

Sé que lo que voy a decir es políticamente incorrecto, culturalmente incorrecto y hasta religiosamente incorrecto porque, al parecer, la única “verdad revelada” es la “verdad ecológica”.

“Corresponde, me atrevo…” y lo digo: si hay algo que gocé en España es la corrida de toros. La Plaza “plena de leyendas”, la gente, los sonidos, el olor, el calor y ¡hasta las moscas! “Plaza de toros te vi llena/ en ti gocé sabor y fantasía. / Te vi colmada, muchedumbre insigne/ conocedora de los lances hondos” (Gerardo Diego).

Fui a los toros en Toledo, en Corpus, la Fiesta de Toledo. La corrida cierra los festejos durante la siesta caliente. La noche anterior, lo profano: “vamos subiendo la cuesta/ que arriba mi calle/se vistió de fiesta”. Por la mañana, la Misa, la Procesión de las Cofradías, la Custodia bajo los palios que cubren las callecitas con fragancia de romero, el desfile militar y, terminada la Fiesta religiosa, vuelve el pueblo a lo profano y colma la Plaza de toros.

En la arena, el hombre quieto: “mírale al toro quieto, quieto, quieto”. En las gradas señores y plebeyos con talante de señores. Fui a los toros en Toledo, con un señor toledano, Don Blas Piñar. ¡Envidia de mis amigos! En esa tarde de toros, sentí que estaba en España, en “la Piel de Toro” como la llamó Ximénez de Sandoval.

¿Será posible que la “ola verde” logre invadir también Castilla y se quede, sola y sin lidia, la Plaza de Toledo?

http://www.diario7.com.ar; 3-8-10