jueves, 13 de junio de 2013

SIN UNA NUEVA GRAN IDEA FUERZA Y UN PROYECTO QUE LA EJECUTE, NO SE MODIFICARÁ LA POLÍTICA ARGENTINA




Mario Cadenas Madariaga



En la historia argentina cada período histórico estuvo inspirado en una idea prevaleciente, capaz de movilizar todas las fuerzas sociales o al menos las mayoritarias.

Estas ideas fueron generadas por la realidad social de cada momento, conforme a su evolución, pero fueron elaboradas por sus respectivas conducciones.

Fácilmente podemos resumir que las ideas de la independencia, del federalismo, la organización nacional, la democracia, y la justicia social fueron las inspiradoras fundamentales de la historia patria, es decir del primer período de 1810 a 1830; del gobierno de los caudillos (1830-1852); de los gobiernos de la Organización Nacional (1853-1916), de los veinte años de 1916 a 1945 y de los últimos sesenta y ocho años que transcurrieron después, hasta el presente.

Esto no implica ignorar que fueron acompañadas por otras ideas también muy significativas, pero de papel secundario, como la del unitarismo en el primer y segundo período; de las resistencias telúricas, a las ideas de la modernización; o de las nuevas estructuras creadas frente a los riesgos de la democracia de masas; y finalmente las resistencias generadas por la distribución de la riqueza, o más bien a la forma que se introdujo en nuestro país.

Cada período tiene sus propias características, y en los dos últimos períodos hubo interregnos, en que dichas ideas no predominaron, al menos en la conducción del Estado, pero fueron las inspiradoras de la época, por acción o reacción, y en definitiva prevalecieron o cedieron al ser desplazadas por otras nuevas.

En general los períodos fueron abruptos, es decir no respondieron en forma coherente a la idea matriz, por falta siempre de un proyecto rector que las ordenaran. La excepción fue el proyecto militar de la independencia, que respondió a un plan preconcebido y ejecutado con orden. Asimismo la Organización Nacional respondió a un plan político y económico que se ejecutó con coherencia y de ahí sus resultados extraordinarios. No podemos decir lo mismo del proyecto de la democracia ni el de la justicia social.

También queremos insistir en la presencia de ideas secundarias, en el último período, como la del nacionalismo estatizante, el neoliberalismo privatizador y el desarrollismo, que jugaron un papel de importancia en algunos momentos.

Finalmente debemos anotar, que cada una de esas ideas se incorporó definitivamente a la personalidad de la Nación y la moldearon históricamente, de manera que no pueden ser desconocidas. Es como un edificio que se construye por etapas que se yuxtaponen.

Estamos frente a un gran vacío de conceptos rectores.

Con excepción del oficialismo que se mantiene con un proyecto que es un extremismo del peronismo histórico, las otras fuerzas políticas apenas alcanzan a esbozar su pensamiento remitiéndose a la Constitución Nacional. Esto es de una vaguedad muy amplia, porque en definitiva dentro del marco de la Constitución caben políticas de izquierda, con restricciones muy agudas a la iniciativa privada como al principio de la propiedad, a la vez que posibilita un programa de derecha, que imponga fuertes limitaciones a la forma en que se ejercen los derechos sociales.

La realidad política argentina se debate entre la agonía del plan kirchnerista, que debe simular actos de vitalidad insensatos y la esterilidad de la oposición. Cada semana se inicia con una nueva iniciativa o una exposición más extrema que las anteriores de la Presidenta, a lo que siguen las críticas de la oposición a los actos o la palabra presidencial. (1)

Es un escenario muy parecido al inicio de los años cuarenta.

Por una parte la sociedad que sale reiteradamente a la calle, o los sectores económicos que protestan en protección de sus derechos, y por la otra la conducción política absorbida en la mas descarnada lucha de personalismos, por ganar situaciones en la burocracia del poder político.

Es notoria la disparidad entre las preocupaciones de la sociedad y la ocupación de su clase dirigente, lo que abre un espacio vacío de toda evidencia, que se llenará en cualquier forma, pero que debemos tratar que sea por una alternativa inteligente y constructora de un gran futuro.

Así fue a principios de los años cuarenta, cuando una sensible mayoría que fue víctima de la Gran Depresión y se hallaba en plena etapa de incorporación a través de un proceso industrial que se iniciaba, no tenía interpretes ni conductores y fue ganada con un proyecto que se realizó con extraordinaria rapidez, y en menos de tres años se impuso hasta hoy en la Argentina.

El mejor momento internacional, ya ha pasado para los países emergentes.

El valor de la materias primas que sustentan la economía de los países emergentes, como el petróleo, el cobre, el hierro, el carbón, los cereales y oleaginosos, el café, la carne y los productos lácteos, hoy valen sustanciales menos que en los momentos más favorables de los años 2008 y 2011.

Es por eso que se percibe una incipiente huída de las inversiones extranjeras de esos países, como se observa en este momento en Brasil. Y esta evolución no prevista en la Argentina es una de las causas de los trastornos que sufre nuestra economía.

Como ha sucedido siempre, las élites deben construir el nuevo proyecto.

Desde el ejemplo de la Jabonería de Vieytes, las Logias, el acuerdo de los Caudillos, el pensamiento de los grandes Emigrados, la dirigencia antiroquista, o el GOU pero en particular uno de sus integrantes, el Coronel perón, fueron los creadores del pensamiento político que dominaría las épocas subsiguientes.

¿Dónde hoy se piensa el futuro proyecto político argentino?

Y a no confundir esa tarea con el confuso balbuceo de algunos políticos, que defienden sus intervenciones en el pasado reciente o pasado, o con lo que realizan en algunas jurisdicciones, o con sus propuestas de cambiar algunas modalidades, porque todo esto no tiene entidad suficiente, para representar el cambio que el país necesita.

Algunos pragmáticos sin experiencia, piensan que el objetivo principal del momento es sacudirnos de las amenazas que representa el “cristinismo” y luego ya habrá tiempo para pensar con más detenimiento. Pero sucede que este mal que sufrimos es más profundo que un simple personalismo, y ha demostrado ser indemne a las soluciones prácticas que siempre fracasan.

Consecuente con estas ideas recientemente he propuesto un proyecto de gran transformación, que sostiene como idea rectora la construcción de la Argentina como una gran potencia mundial (Ver “Argentina la gran transformación necesaria” Ed Grupo Unión, marzo del 2013).

1) Nos felicitamos de las propuestas publicadas por Javier González Fraga hoy en La Nación, y reconocemos que importantes economistas tienen proyectos de reformas, limitadas a su área, que no conforman un proyecto general ni alcanzan a modificar el proyecto justicialista en ejecución como es necesario hacerlo.

Informador Público, junio 13, 2013