sábado, 13 de junio de 2015

BENEFICIOS DE LA ENERGÍA NUCLEAR


Por Juan Manuel Lozita*
La Voz del Interior, 11-6-15

Para comprender la importancia del complejo nuclear argentino cabe recordar de dónde partimos hace 60 años. La década de 1950 marcó el inicio de la investigación en este campo, con la fundación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (Cnea) y la creación del Instituto de Física de Bariloche, conocido como Instituto Balseiro, de donde egresan reconocidos físicos e ingenieros nucleares con prestigio internacional.

En la década de 1960, en pleno auge del desarrollismo, la energía nuclear fue conceptualizada por Jorge Sabato como una “industria industrializante”, que funcionaría como una “locomotora” para el resto del sistema productivo. Lo notable fue la convergencia de gobiernos civiles y militares que, en las convulsionadas décadas de 1950, 1960 y 1970, coincidieron en impulsar este sector.

El despegue de la actividad de la Cnea se dio entre 1958 y 1969, cuando entraron en operación los primeros reactores de investigación. A la construcción en el Centro Atómico Constituyentes del RA-1 le siguieron el RA-2, el RA-3 y el RA-4.

Asimismo, nuestro país cuenta con la planta de producción de agua pesada de Arroyito, en Neuquén, y una planta de enriquecimiento de uranio en el Complejo Tecnológico Pilcaniyeu, en Río Negro.

De forma paralela a este desarrollo, la Argentina inauguró –entre las décadas de 1970 y 1980– la Central Nuclear Atucha I y Embalse de Río Tercero. Quedó postergada la puesta en marcha de Atucha II hasta 2014, luego de la reactivación del Plan Nuclear Argentino, abandonado en la década de 1990.

Nuestro país cuenta con la ventaja de haber desarrollado todo el ciclo del combustible nuclear, desde la extracción del uranio hasta su utilización en las centrales.

Aplicaciones

La tecnología nuclear no se limita a la generación de energía eléctrica. En medicina, por ejemplo, su aplicación resulta de suma utilidad. En el país, sólo en medicina nuclear se invirtieron 2.900 millones de dólares, mientras que en todo el sector nuclear se invirtieron 11 mil millones de dólares en los últimos 10 años.

El diagnóstico nuclear no es un tratamiento invasivo. A diferencia de otras técnicas de diagnóstico que exigen cirugía o introducción de aparatos en el cuerpo, en medicina nuclear suele bastar con una inyección endovenosa. En la actualidad, existen casi 100 evaluaciones diferentes que se realizan mediante la medicina nuclear y no hay órgano que no pueda ser explorado por esta técnica.

Unos 60 mil pacientes por año se atienden en los consultorios oncológicos del Instituto Ángel Roffo, que es público. Unos 100 pacientes por día reciben tratamiento gratuito por radioterapia. En esta institución, se instaló un equipo Mammi Pet para detección temprana del cáncer de mama, que es el primero en Latinoamérica.

En la Argentina, se registran 18 mil casos por año de cáncer de mama, el de mayor incidencia en la mortalidad femenina.

Argentina fabrica un equipo de última tecnología como el Spect/CT (el Instituto Roffo también lo posee). Este equipo utiliza radioisótopo 99 y permite localizar y diagnosticar con mayor rapidez y precisión tumores neuroendocrinos, de cabeza y cuello, melanomas, estudios miocárdicos, diagnosticar infecciones, localizar el ganglio centinela y linfo-gammagrafía en cáncer de mama, detección de mucosa gástrica ectópica, localización de hemorragias digestivas, entre otros.

En 2007, se exportó a Australia un reactor de investigación para medicina nuclear que constituyó la mayor exportación tecnológica argentina bajo la modalidad llave en mano.

Se exportaron reactores de investigación nuclear a Perú, Argelia y Egipto. En aquel año, además, terminó la construcción del Centro de Diagnóstico Nuclear en Buenos Aires para diagnóstico cardiológico, oncológico y neurológico.

La Argentina es el tercer productor mundial de cobalto 60 –radioisótopo clave para radioterapia y uso industrial–, y hoy produce el cinco por ciento del radioisótopo molibdeno 99 para radiofármacos. Satisface la demanda local y de gran parte del mercado latinoamericano. Se exportan placas y plantas para la obtención de radioisótopos a Egipto, Australia, Argelia e India.

El complejo nuclear argentino tiene desarrollos en la elaboración de radiovacunas para combatir enfermedades parasitarias. En la agricultura, la tecnología nuclear se utiliza para combatir a las plagas que pueden atacar a los cultivos, en lugar de pesticidas químicos que generan efectos nocivos en el organismo humano.

La radiación aplicada a semillas permite modificar la información genética de ciertos vegetales para lograr una mayor resistencia y productividad.

La hidrología también se ha visto beneficiada por el uso de la técnica nuclear, ya que se aplica para medir las corrientes de agua de lluvia y de nieve, los caudales de los ríos, las fugas de los embalses y la dinámica de lagos y canales. Lo mismo sucede con las corrientes de agua subterránea.

En la industria, la elaboración de sustancias radiactivas establece variables relacionadas con caudales de fluidos, filtraciones, velocidad en tuberías, dinámica del transporte de materiales o cambios de fase de líquido a gas. También se han creado instrumentos radioisotópicos para realizar mediciones sin contacto físico directo y que aportan indicaciones de nivel, espesor o densidad.

Debate perimido

Más de seis décadas de desarrollo evidencian que el debate “tecnología nuclear sí o tecnología nuclear no” es un anacronismo al que sólo pueden apelar los sectores fundamentalistas de un ecologismo primitivo e inviable en pleno siglo 21.

Muchos de los detractores de la energía nuclear con fines pacíficos son elementos organizados internacionalmente, que buscan objetivos políticos y económicos de detener y abortar cualquier intento de avance tecnológico en países subdesarrollados como el nuestro.

Dar marcha atrás con la única política de Estado que posee el país desde la década de 1950 es un verdadero crimen para el pueblo argentino en su conjunto y para el desarrollo económico nacional que trata de independizarse de las energías emisoras de dióxido de carbono.

La energía nuclear es la única fuente que puede garantizar grandes cantidades de electricidad sin contaminar la atmósfera y que corta la dependencia con los recursos naturales, que son finitos y que sí tienen un alto impacto ambiental”.

Se presenta, en consecuencia, como parte de la solución al debate del cambio climático. En estos momentos, existen dos posiciones enfrentadas predominantes. La de los geofísicos, que afirman que el incremento de las temperaturas se debe a la actividad de las manchas solares. Y la de los climatólogos, que lo atribuyen a las emisiones de dióxido de carbono producidas por el hombre y los sistemas naturales.

Sin dudas, los accidentes que se produjeron en las centrales energéticas y las consecuencias que han generado marcan la necesidad de establecer cada vez más normas de seguridad y protocolos obligatorios de procedimiento nuclear, que prevengan los efectos no deseados de su aplicación.

Pero se trata de un desafío necesario por el aporte de esta tecnología –hasta ahora insustituible en términos relativos– al bienestar de la humanidad y nuestro ambiente natural.

*Politólogo, profesor de Política y Economía Ambiental en la UES 21