sábado, 5 de agosto de 2017

HABLEMOS DE CORRUPCIÓN O MEJOR HABLEMOS DE VIRTUDES


o mejor               Por: Jorge Medina

 Especialista en organización del Estado y responsabilidad moral en las organizaciones

La Voz del Interior, 2-8-17S

HABLAR DE ETICA Y MORAL SIN CONOCER LAS VIRTUDES SERIA COMO PRETENDER DIBUJAR UN PAISAJE SIN CONOCER LOS COLORES.

Pregunta: ¿Existe el frío? No, por física se sabe que lo que existe es el calor. El frío es ausencia de calor.
¿Existe la oscuridad? No. También lo que existe es la luz. La oscuridad es la ausencia de luz.
Parafraseando, se podría preguntar si existe la corrupción. Diríamos que no, que sólo existen el mérito o la virtud. La corrupción sería la falta de virtudes.

Sin embargo, en todos los ámbitos sociales, empresariales y políticos se habla poco o nada de virtudes y sin ninguna precisión conceptual. Por el contrario, se habla todo el tiempo de corrupción. Se ignora que la carencia de virtudes es la verdadera causa de la denominada “corrupción”.

Parece más fácil generar cómodos contraconceptos al referirnos a las inconductas humanas. Por ejemplo, cuando se dice que alguien fue corrupto, sin ningún cuidado ni precisión, en vez de decir que a esa persona le faltó sinceridad, prudencia, justicia u honradez, según sea el caso.
Esto es semejante a la opción que tiene un médico de precisar de forma profesional cuál es la enfermedad de su paciente, o decir simplemente que está enfermo.
Aceptando que virtudes y valores no son lo mismo (aunque a veces se las utilice de manera indistinta) y que lo mismo sucede con ética y moral, hablar de ética y moral sin conocer las virtudes sería como pretender dibujar un paisaje sin conocer los colores.

Se desconoce que el tejido de la ética se fabrica con los hilos de las virtudes, entrelazadas y complementadas entre sí.
Al dar conferencias en organizaciones empresariales, estatales y universitarias, asombra comprobar el gran desconocimiento de sus dirigentes respecto de los verdaderos conceptos deontológicos o prácticos de las virtudes, en sus ámbitos.

Sin embargo, al ver las descripciones de las misiones y visiones de sus organizaciones, abundan en ellas objetivos ético-morales.
Ejemplo de esa falta de conocimiento y aplicación profesional de las virtudes es el hecho de que de manera analógica y cómoda se habla de transparencia en vez de hablar de sinceridad, que sería la verdadera virtud. La transparencia es sólo una propiedad física, nunca una virtud.
Otro ejemplo lo constituye considerar que sólo son inconductas las que producen daños económicos en las organizaciones, y se dejan de lado inconductas motivadas por falta de justicia, de prudencia, de sinceridad, de humildad, de laboriosidad, etc.

En la misma línea de razonamiento, se observa hoy cómo las organizaciones elaboran voluminosos código de ética, que regulan su compliance (compromiso con las normativas), aunque en su mayoría son códigos coactivos saturados de prohibiciones y con una casuística interminable de malas praxis, pero sin dedicar una sola línea a promover el mejoramiento de las defensas morales de la organización.
Es semejante al caso de un médico que observa que su paciente se enferma con frecuencia y no propone fortalecer sus defensas para así disminuir futuros episodios de enfermedad.

En las organizaciones político-partidarias y estatales, tampoco se dedican esfuerzos para levantar los valores morales de sus cuadros ni de la sociedad misma, para así intentar disminuir futuras inconductas de gobierno.
A modo de ejemplo, se puede referir que la Oficina de Anticorrupción podría llamarse con más propiedad “de Responsabilidad moral en el Estado”; es decir, ser preferentemente proactiva y preventiva.

Por suerte está naciendo una materia superadora y englobante, llamada “Responsabilidad moral en las organizaciones”, que actúa como garantía del mérito de una organización desde adentro y no sólo para exhibir una imagen externa de responsabilidad social.
Obsérvese que se habló de responsabilidad moral “en” y no “de” las organizaciones, ya que es el único tema indelegable y de responsabilidad individual, además de ser también el único tema universal, pues compete a todos los niveles de la organización.

La responsabilidad moral da sentido y autenticidad a los conceptos de calidad, sostenibilidad y responsabilidad de las organizaciones.
Por fortuna, están comenzando a surgir organizaciones, sobre todo empresariales, llamadas “virtuosas”, que promueven y ejecutan en todos sus niveles las buenas prácticas laborales, fundándose en el conocimiento y en la aplicación de las virtudes y valores y rigiéndose más por “Credos de méritos” que por Códigos policíacos de conducta o ética.