La oportunidad perdida, la
guerra civil peronista que no fue
por José Luis Milia
Informador Público, 1-12-19
Creo que hoy, aun entre
aquellos que en su momento lo apoyaron, son pocos los que dudan que el golpe
del 24 de marzo fue un error garrafal de la conducción de las Fuerzas Armadas.
En 1973 luego de que Perón, al ser consciente de la traición de Cámpora,
pidiera la cabeza de éste, él y su mujer son elegidos para el período que
terminaría el 25 de mayo de 1977, es decir que entre el 24 de marzo de 1976 y
el fin del período presidencial había, aproximadamente, catorce meses. Es
cierto que no intentar restaurar un orden que se había deteriorado de manera
casi absoluta, era una jugada demasiado temeraria, ya que la subversión seguía
en una posición de fuerza que obligaba a definiciones apresuradas.
Si bien era un riesgo muy
grande sostener a un gobierno débil -luego de la muerte de Perón- que se
debatía entre las apetencias sindicales y empresarias y el corset de hierro del
peronismo político que, por la ineptitud intrínseca de sus dirigentes, jamás
hubiera podido implementar medidas eficaces, a lo que se sumaba el aumento de
la actividad guerrillera que a la fecha contaba con, aproximadamente, 7.100
combatientes entre Montoneros, 6.000, y estimados 1.100 del ERP (1)
combatientes a los que había que sumarles otros 35.000 individuos de apoyo,
logístico y sanitario, y activistas de organizaciones de superficie.
Con este panorama, si el
golpe del 24 de marzo no se hubiera realizado hubiera obligado a los políticos
a tomar actitudes enérgicas o a desaparecer de la escena nacional, a la
sociedad argentina a tomar parte activa, más allá de sus pedidos cotidianos de
patíbulos para los subversivos, en los problemas derivados de la actividad
guerrillera y, como correlato de esto, se hubiera producido a lo largo del país
la guerra civil peronista que habría posibilitado preservar a las Fuerzas
Armadas de determinadas situaciones imposibles de soslayar en una guerra sucia.
Estas acciones que el golpe de marzo impidió, sobre todo la guerra civil
peronista, hubieran dejado a la Argentina en una situación muy diferente de la
que hoy se vive.
La guerra civil peronista
que por falta de percepción impidieron los comandantes al levantarse contra
Isabel, no era algo muevo ni desconocido. Empezó a gestarse con el fracaso de
la Revolución Libertadora y, aunque sus causas son variadas, quizás la más
importante en sus comienzos haya sido la ambigüedad con que Perón se manejó,
ambigüedad que hizo que los dirigentes que quedaban en el país buscaran hacerse
depositarios de la “ortodoxia” y por ende del favor del “Viejo”, actitudes que
irían generando entre ellos rispideces que, lenta pero inexorablemente, irían
creciendo en violencia. A esto debemos agregar las tácticas pendulares de Perón
que, una vez en el exilio, incorporó a la izquierda en sus oscilaciones.
Sería estúpido creer que la
entrada de grupos de izquierda en el peronismo fue obra de estudiadas
estrategias “entristas” de estos grupos; nada más lejos de la verdad, esos
grupos entraron en el peronismo de la mano de Perón. Ya en 1964, en una carta a
Delia Degliuomini de Parodi (2), Perón expresaba que: “'[si los militares
persisten en su actitud] no tendremos, aún contra nuestra voluntad, más remedio
que recurrir a los que nos están ofreciendo ayuda desde hace tanto tiempo (…)
por esa razón, no hay que ocuparse demasiado de combatir el comunismo”, La
posterior correspondencia que mantiene Perón con FAR Montoneros nos da una
exacta medida de que pretendía Perón cuando les dice en su carta a la
conducción de Montoneros: "Totalmente de acuerdo en cuanto afirman sobre
la guerra revolucionaria.” (3), carta en la que incluso se muestra de acuerdo
con el asesinato de Aramburu. Ratificando esta posición, pocos días después, en
su mensaje a la juventud declara que: “Tenemos una juventud maravillosa, que
todos los días está dando muestras inequívocas de su capacidad y grandeza.
(...) (4). En verdad, el General sí que sabía sobarle el lomo a quienes
necesitaba mientras mantenía estrechas relaciones con aquellos a los que la
Tendencia Revolucionaria y la JP detestaban.
El cinismo, pero también la
inteligencia de Perón hicieron el resto, y las jefaturas de las organizaciones
peronistas radicalizadas se comieron el verso de general, no así el ERP, para
quien Perón era un burgués contrarrevolucionario (5). Lo que eran ataques
esporádicos de la izquierda peronista a la “burocracia sindical” de la CGT
quedaron en evidencia el día de la vuelta del “Viejo” a la Patria. Llegado en
olor de multitudes, la fiesta terminó en una de las peores tragedias del
peronismo cuando las “orgas” de la derecha peronista, todas bajo el mando de un
íntimo de Perón, el coronel Osinde, se enfrentaron con FAR y Montoneros y
armaron un degolladero de proporciones admirables. Pocos son los que habiendo
estado allí quieren hablar y tampoco son muchos quienes han visto la película
que filmó el servicio de inteligencia de la FAA, incluso es probable que haya
sido destruido; los cadáveres despatarrados o colgados de los árboles de Ezeiza
eran demasiados como para que se celebrase como un triunfo la vuelta del viejo
coronel
Es probable que fue en esos
momentos donde, además de no hablar nunca más de socialismo nacional ni de
jóvenes maravillosos, a Perón se le ocurrió retomar la idea del Somatén (6), ya
que, según cuenta Gloria Bidegain, Perón, en una reunión con su padre, Oscar
Bidegain, en Madrid, meses antes de su vuelta, le dijo a éste: “Lo que
Argentina necesita es un somatén”. Esto muestra que la idea de una “orga”
paramilitar que le parara los pies a la guerrilla estaba en la mente de Perón
mucho antes de su regreso ya que el entendía que luego del asesinato del Juez
Jorge Quiroga y el extrañamiento de los integrantes de la Cámara Federal que lo
secundaban no podía contar con que la justicia argentina tomara cartas en el
tema guerrilla. Además, como estudioso en profundidad de los conflictos bélicos
sabía que en una guerra contra el terrorismo, siendo el terror el arma a
utilizar, prevalecía quien la usaba mejor, y era consciente que en este tipo de
guerra era menester la eliminación física- fuera de las leyes de guerra y,
menos aún, civiles- de no solo los combatientes, sino, principalmente de
aquellos que cumplían funciones auxiliares- logísticas, sanidad, reclutamiento,
etc.- o políticas en las organizaciones paralelas de los grupos guerrilleros y
que era necesario el uso de la tortura como medio para obtener información
rápida de las actividades subversivas.
Perón imaginaba un somatén,
ya que entendía que estas actividades no debían estar en manos de los
militares, salvo en circunstancias excepcionales, y que debía dejarse a estos
la defensa de los cuarteles y operaciones territoriales, pero que era necesario
tener para las acciones “por izquierda” una organización armada paraestatal que
se encargara de las actividades reñidas con las leyes de la guerra, de ahí su
idea de la necesidad de una estructura paramilitar en la Argentina.
Que los lameculos de
siempre, para salvar la figura de Perón, quieran hacernos creer que el Somatén
que se movió por Argentina, la AAA (Alianza Anticomunista Argentina), fue un
invento de López Rega es un insulto a la inteligencia. Creer que un cabo de
policía con un disminuido coeficiente intelectual haya sido capaz de dar los
lineamientos de una agrupación terrorista que hizo, desde 1973 a fines de 1975,
un trabajo más que “aceptable”, consiguiendo información, eliminando o haciendo
exiliarse a muchos simpatizantes o integrantes de las organizaciones de
superficie de Montoneros y el ERP no es otra cosa que una fábula destinada a
salvar a Perón, haciéndole creer a las generaciones posteriores que él desde su
pedestal era incapaz de mancharse las manos con la sangre de hermanos.
Obviamente, para sostener esto hay que cerrar el cerebro y olvidarse de
Cipriano Reyes o de como trató a los obreros gráficos en 1948 o a los
ferroviarios en huelga en 1950.
A partir de los
enfrentamientos de Ezeiza y, especialmente, luego del asesinato de José Ignacio
Rucci las operaciones entre la derecha peronista y las “orgas” subversivas se
fue aproximando a una creciente guerra civil abundante en emboscadas, bombas,
torturas y asesinatos; el mismo Perón se encargó de soltarle el freno a la AAA,
cuando a principios de octubre firmó la orden reservada del Consejo Superior
Peronista donde movilizaba a “todos sus elementos humanos y materiales para
afrontar esta guerra…” (7) y, para que no quedaran dudas, en el punto 9 de la
misma, referido a los medios de lucha, decía: “Se utilizarán todos los que se
consideren eficientes, en cada lugar y oportunidad. La necesidad de los medios
que se propongan, será apreciada por los dirigentes de cada distrito…” (8)
Este “llamado a las armas”
quedaría refrendado en diciembre cuando en declaraciones al diario La Opinión
dijo Perón: “Sobre la violencia yo tengo mi criterio formado (...) Nosotros
estamos creando los anticuerpos, porque es la mejor manera de combatirlos y
terminar con ese tipo de delincuencia” (9) , conceptos que ratificó en enero de
1974 luego del asalto del ERP a los cuarteles de Azul, por cadena nacional
cuando de manera expresa dijo: “El aniquilar cuanto antes este terrorismo
criminal es una tarea que compete a todos los que anhelamos una Patria justa,
libre y soberana…” (10)
Perón era militar y tenía
una absoluta consciencia de lo que significaba el verbo aniquilar y exterminar.
Hacia mediados de julio de
1975, habiendo renunciado López Rega, la AAA fue disuelta. En el año y diez
meses que tuvo “vigencia”, la AAA eliminó a aproximadamente 1.100 personas que
pertenecían a las “orgas” guerrilleras o eran integrantes de agrupaciones de
superficie de éstas; se dice que los integrantes de la AAA una vez disueltas
estas pasaron a depender de la UOM, otros alegan que fueron disueltas porque
las agrupaciones que la componían habían tomado un sesgo independiente y nadie
las controlaba en su totalidad. De cualquier manera, las acciones contra las
agrupaciones de superficie de la guerrilla siguieron hasta el 24 de marzo de
1976.
Sólo la falta de imaginación
de los comandantes alzados contra Isabel Perón hizo que las “orgas” que
componían la AAA fueran desarticuladas y no utilizadas en la guerra
antisubversiva para los menesteres que había pensado Perón. Por necedad o
soberbia de los comandantes, al arrogarse el uso de la violencia, la nación
perdió la oportunidad de ser testigo de la guerra civil peronista y que el
remanente de ésta, de derecha o izquierda, cargara con los errores que toda
guerra sucia conlleva.
José Luis Milia
(1).- Lewis, P.H. .- Guerrillas and generals: the
"Dirty War" in Argentina
(2).- Delia Degliuomini de
Parodi (1913-1991) fue una política peronista argentina, estrecha colaboradora
de Eva Perón y una de las fundadoras del Partido Peronista Femenino (PPF)
(3).- Carta de Perón a Montoneros.
20/02/1971. Archivoperonista.com
(4).- Mensaje a la
juventud.- 23/02/1971. Archivoperonista.com
(5).- “Por el contrario, de
los hechos expuestos surge con claridad meridiana que el verdadero jefe de la
contrarrevolución, (…), y el verdadero jefe de la política represiva, que es la
línea inmediata más probable del nuevo gobierno, es precisamente el General
Juan Domingo Perón”. Mario Roberto Santucho. Editorial. “El Combatiente” julio
de1973
(6).- El Somatén era
antiguamente una milicia ciudadana organizada para colaborar en la seguridad en
los pueblos y campos de Cataluña.
(7).- Consejo Superior
Peronista. Orden Reservada del 1° de octubre de 1973
(8).- Consejo Superior
Peronista. Orden Reservada del 1° de octubre de 1973
(9) .- Declaraciones de Perón
al diario La Opinión el 19 de diciembre de 1973.
(10).- Discurso de Perón por
Cadena Nacional el 20/01/1974.