sábado, 14 de diciembre de 2019

VOX POPULI



POR JUAN LUIS GALLARDO

La Prensa, 13.12.2019

En España ha cobrado importancia un partido político denominado Vox. Aludiendo el nombre, seguramente, a la locución latina Vox populi vox Dei. Pero ocurre que la voz del pueblo no es la voz de Dios, ya que el pueblo suele equivocarse y Dios no.

¿Señalar esto indica que soy antidemocrático? De ningún modo. Creo que, especialmente en un país como el nuestro, que carece de tradición monárquica, la forma de gobierno adecuada es la democracia. Eso sí, una democracia practicada honradamente, sin trampas.

Ya apunté que, de todos modos, el pueblo suele errar al expresarse. Valgan dos ejemplos, que apenas me animo a presentar juntos. Sometido el caso al pueblo en el año 33 de nuestra era, el pueblo judío se pronunció en favor de Barrabás e hizo crucificar a Jesucristo. Y, recientemente, puesto el pueblo a elegir entre María Eugenia Vidal, de correcto desempeño en la gobernación bonaerense, y Axel Kiciloff, ex comunista con poca experiencia en la administración pública, optó por Kiciloff.

Por abrumadora mayoría ha sido elegido Alberto Fernández para desempeñarse como presidente de la República. Y todo el mundo está encantado por ello pues considera su éxito como un triunfo de la democracia. A mí, en realidad, lo que me interesa no es que triunfe la democracia. Lo que me importa es que el ciudadano elegido gobierne bien.
Que de eso se trata al momento de instaurar autoridades. Diré más: si me dan a optar entre un inepto ungido democráticamente y un gobernante de facto que se desempeñe bien, no vacilaría en preferir a este último.

EL MEJOR GOBIERNO
Repetidamente he afirmado que el mejor gobierno que conocí desde que tengo uso de razón político es el del general Juan Carlos Onganía, presidente de facto modelo de rectitud y prudencia en el ejercicio de la primera magistratura nacional. Mandaba Onganía cuando debió pronunciar un discurso importante, dirigido a los gobernadores provinciales. Y me convocaron para colaborar en su redacción, facilitándome unos papelitos que el presidente escribía cuando se le ocurría algo que le podía resultar útil más tarde.

 Pude verificar así lo atinado de aquellas anotaciones.Ya concluido su mandato, solía yo visitarlo en su casa para hablar de bueyes perdidos. Confirmando en esas charlas el buen sentido que asistía al ya ex mandatario.