lunes, 14 de diciembre de 2020

ACERCA DE LA HUMANIDAD BANALIZADA

 


POR ANTONIO LAS HERAS

La Prensa, 13.12.2020


¿Indica el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) que "banal" es algo "trivial", "común", "insustancial". "Común" en el sentido que es algo que no merece especial atención. De manera que, en principio, lo banal pareciera algo del orden opuesto a la condición humana que tiende o -para decirlo con mayor precisión, debiera tender- a generar humanos únicos e irrepetibles. Empero, no es eso lo que encontramos en la actualidad donde una uniformidad globalizada es lo imperante.

 

Se trata de un fenómeno único en la Historia de la Humanidad pues abarca desde recién nacidos hasta ancianos arrastrando con ellos a niños, adolescentes, jóvenes y adultos. El instrumento utilizado para este logro está constituido por la televisión y el ciberespacio. La herramienta es la privación del uso del tiempo por parte de cada individuo. ¡Allí está la causa por la que tanta gente sostiene que le parece que el tiempo pasa más rápido! Mas no es así. De lo que se trata es que le están manejando su tiempo llevándolo a tomar decisiones basadas en deducciones erróneas. La primera de ellas -y muy evidente -es que -a través de los insistentes estímulos que recibe desde la televisión y el ciberespacio- la persona asume actitudes y hace cosas que no ha pensado, que no necesita y que -en más de una ocasión- ni siquiera le sirven para su progreso intelectual o espiritual, ni mejoran a la comunidad.

 

Si fue cierto que la Ciencia y la Técnica sustituyeron a los dioses durante el siglo XX, en este siglo XXI se ha operado un nuevo cambio, y reina una única divinidad que es la posesión de bienes materiales. Para decirlo de manera más adecuada: la inacabable lucha por la acumulación de objetos materiales, la mayoría de ellos de inutilidad absoluta. Esa tarea obliga a desatender aquellas búsquedas que fueron siempre esenciales para el cumplimiento de la condición humana como lo es tener tiempo suficiente así como la serenidad necesaria para pensar, reflexionar, buscar los conocimientos y saberes necesarios sobre un tema antes de definirse al respecto. Tener tiempo para uno mismo en la soledad meditativa, para la contemplación que abre a la proacción creadora y -no menos importante- espacio suficiente para la conversación. Llegado a este punto, adviértase que escribí "conversación" en lugar del término que desde fines del siglo XX se puso de moda que es "charla". Volviendo al DRAE, charla es una conversación sobre temas triviales e intrascendentes. O sea, banalización. Tanto se ha extinguido en el humano acto de conversar -ese al que los filósofos griegos atribuían la mayor riqueza de la ancianidad- que hoy proliferan los humorismos sobre que la gente se reúne en torno a la mesa pero cada quien sigue atento a los mensajes que -desde su celular- recibe o envía. A más, hay quienes se sinceran explicando que por mensaje de texto pueden comunicar cosas que cara a cara no podrían.

 

La necesidad de contar con objetos por la acumulación misma llega a tal punto que ni aún quien cuente con el dinero suficiente para comprar cuanto desea podrá darle utilidad ya que para él los días igualmente tienen 24 horas. Serán sus asistentes, secretarias y empleados de mayor confianza quienes aprovechen parte de esos bienes. Los cuales tendrán la característica peculiar de caer en pronto desuso. Se esconde una conducta psicopatológica, autodestructiva, en ésta forma que se está utilizando de construir la estructura sociocivilizatoria.

 

TIEMPO PROPIO

 

Para alcanzar su concreción en cuanto persona cada humano necesita tiempo dedicado a sí mismo. Allí viene a nuestra mente la obra de Santo Tomás (1) cuando enseña que la pobreza ayuda para la buena contemplación porque quita muchas preocupaciones que pueden impedir la serenidad que es tan necesaria para ese fin. No se trata de pobreza leída como la falta de lo necesario para el desarrollo de la vida cotidiana, sino de estar dispuesto a la carencia de lo superfluo. Tal inexistencia guía necesariamente hacia concreciones que jerarquizan la condición humana.

 

En marzo de 2016 se hizo en Dubai el Foro Mundial de Educación y Habilidades (Global Educacion & Skills Forum) (2) donde quedó en evidencia que la universidad allí imaginada era aquella que sólo respondía a los requerimientos del mercado laboral; una formadora de futuros empleados acordes a las necesidades empresariales. Surge, así, de inmediato, una distorsión más provocada por este proceso de banalización. La universidad que deja de cumplir su función característica y varias veces centenaria que es la de formar pensadores, gente dispuesta a la crítica racional, a la producción de conocimientos nuevos, capaces de aportar otras formas de comprensión a la sociedad actual. La autonomía del conocimiento brilló por su ausencia en este foro mundial. Se produjo el debate, pero los disertantes no tuvieron respuestas para este aspecto central de la educación superior.

 

Traemos este ejemplo por su característica de reunión mundial; pero alcanza con ver los avisos que en la Argentina suelen aparecer desde hace años promocionando carreras universitarias para darse cuenta que la competencia -salvo honrosas excepciones- es por atraer a un alumnado que al egresar pueda conseguir empleo más rápido.

 

Esta banalización generalizada de la condición humana conlleva acciones impensables hace sólo algunas décadas. Entre éstas la más evidente es una inusitada e intensa presencia de lo que Carl G. Jung denominó el Arquetipo del Paraíso Perdido. Simbología ésta que remite al deseo -vinculado al Arquetipo del Puer Aeternus- de inmortalidad o, más propiamente, de la eterna juventud. La Fuente de Juvencia hoy no hay que buscarla en peligrosas selvas o riesgosas montañas como hicieron algunos europeos en los tiempos de la colonización de América. Ahora se encuentra en el quirófano del cirujano plástico o en el botiquín donde se atesoran medicamentos de los que se esperan milagrosos efectos. Ya no se trata de acudir al bisturí para eliminar la marca de una herida de guerra o provocada por un accidente. Ahora lo que se busca -y que no es sino otra manera de acumular lo innecesario- es modificar la figura externa -el Arquetipo de la Máscara- con procedimientos quirúrgicos, químicos y similares. Lo importante es engañarse y engañar. Esto forma parte de lo que algunos estudiosos han llamado la conversión del humano en "artefacto" producido por la técnica. Sobre esto Nicolás Mavrakis (3) escribe:

 

"Desde una perspectiva filosófica, una de las conclusiones de Peter Sloterdijk es que si los hombres son "artefactos" producidos por la técnica que ellos mismos han elaborado, la pregunta sobre el sentido de lo humano no puede excluir -como hacía Heidegger- la pregunta sobre el sentido de la ciencia. Pero eso es, también, lo que ante los inminentes descubrimientos de la neurociencia, la genética y la física habilita una puerta abierta a toda clase de manipulaciones, una "irrupción en la cámara de los secretos de la naturaleza" en la que los hombres se vuelven "técnicos de lo monstruoso".

 

"No podemos dejar de hablar de los humanoides: creo que entramos en una etapa en la cual algo tan común como ponernos un lente de contacto se trasladará a otras prótesis y complementos de nuestros cuerpos", explicó recientemente Valeria Bosio, investigadora del Conicet y profesora en la Universidad de La Plata. Ella misma, al referirse a los acelerados avances en biotecnología, comenta: "Es un vector que cruza absolutamente todas las partes de nuestra vida: salud, alimentación, energía, muchos procesos que históricamente fueron químicos ahora son biológicos y con un nivel de efectividad mucho mayor".

 

"HUMANOIDES"

 

Está claro que la tecnología médica ha logrado progresos sorprendentes y muy efectivos para una mejor salud y desarrollo de la longevidad humana. La cuestión es cómo asegurar que eso no derive en impedimentos para que cada persona sea capaz de tomar sus propias decisiones sin ser afectada por la aparición de eso que Bossio denomina "humanoides" puesto que han comenzado a perder características en verdad humanas. Aquí se abre un interrogante puesto que los resultados sólo podrán verse con el paso del tiempo. Empero, se advierte que conviene estar muy atentos a todo esto.

Hace un mes, la revista Journal of Neurointerventional Surgery incluyó un trabajo realizado por australianos y norteamericanos donde se presenta una novísima técnica de electrodos tubulares que se van desplegando en el interior de las venas del cuerpo hasta llegar al cerebro mismo. La incorporación de microchips, incluso en el cerebro humano, ya se encuentra muy avanzada también. Sobre esto brindó hace un par de meses una esclarecedora -y estremecedora- conferencia el empresario multimillonario Elon Musk, propietario de Neuralink.

 

Jung entrevió que la civilización a la cual él pertenecía se hallaba en un proceso que podía llevar a esta trivialización de la condición humana. E indicó la manera en que puede evitarse. Aunque no fue para nada ingenuo al respecto. Expresa Jung (4):

 

"La individuación es una unificación consigo mismo y al mismo tiempo con la Humanidad, que al fin y al cabo también es uno. Una vez asegurada la consistencia del individuo, está garantizado que la acumulación organizada de los individuos en el Estado, incluido el Estado provisto de la mayor autoridad, ya no dará lugar a una masa anónima, sino a una comunidad consciente. El presupuesto imprescindible de esto es la elección consciente y libre y la decisión individual. Sin esta libertad y autonomía del individuo no hay comunidad verdadera, y, como tenemos que decir, sin esa comunidad el individuo fundado en sí mismo y autónomo no puede prosperar a la larga. Además, la personalidad autónoma es el mejor servidor del bien común".

Reitero una de las frases. "El presupuesto imprescindible de esto es la elección consciente y libre y la decisión individual". Elección consciente y libre producto de una decisión individual requiere la condición previa de un pensador bien formado capaz de entender qué le es propio y qué cosas le están siendo inducidas por estímulos externos. Sobre lo que nos está refiriendo Jung es la necesidad del pensador que lo hace ejerciendo su libertad. Y la libertad exige alejarse lo más posible del lugar de la comodidad. Esa comodidad tan meneada en estos tiempos, que siempre aparece próxima, casi alcanzable, pero nunca lograda.

 

"La comodidad es la carcelera de la libertad", expresó alguna vez el presidente John F. Kennedy.

 

Y Santo Tomás de Aquino, en De Veritate, hace de esto casi ochocientos años, dejó bien en claro que "toda la razón esencial de la libertad depende del modo de conocimiento". Ese "modo" es el tema a que cada quien debe atender si su intención es no dejarse cubrir por las grises y mediocres aguas de la banalización de la condición humana. Por eso, una vez más recurrimos a Tomás de Aquino: "Si el juicio de la facultad cognoscitiva no está en poder de alguien sino que es determinado desde fuera de él, tampoco el apetito estará en su poder, y por consiguiente tampoco el movimiento u operación". (5)

 

Referencias:

1. Tomás de Aquino, Summa Theologica, II-II, 186, 3, ad 4.

2. Los cinco ejes que definirán la educación ejecutiva del futuro. Diario Clarín del 27 de marzo de 2016. Suplemento de economía. Págs. 6 y 7.

3. Mavrakis, Nicolás, Filosofía Vs. Ciencia, nuevo round. Diario La Nación del 10 de abril de 2016. Suplemento Ideas. Pág. 6.

4. Jung, Carl G, La psicoterapia en la actualidad. Conferencia dictada en 1941. Obras Completas Vol. 16. Ed. Trotta. Madrid. Págs. 109 y 119.

5. Tomás de Aquino. Esencial. (Introducción y antología Eudaldo Forment). Ediciones de Intervención Cultural. Madrid, 2008. Pág. 142.

 

Antonio Las Heras

Doctor en Psicología Social, magíster en Psicoanálisis, filósofo y escritor. Dirige uno de los institutos de la Sociedad Científica Argentina.