jueves, 14 de abril de 2022

DESOLACIÓN

 


Reflexiones de un joven profesional, que resume bien la realidad argentina

 

La política argentina sigue sin rumbo. De un lado, el gobierno, un Frankestein previsiblemente desastroso, mezcla indigesta de un kirchnerismo desesperado por la impunidad y cada vez más recostado en la izquierda radical,con una mala imitación de la socialdemocracia alfonsinista, pusilánime y que gobierna por espasmos e improvisaciones. La improvisación en política, esa pasión argentina de las últimas décadas.  

 

La oposición, otro reino de lo ambiguo. Aquella alianza impulsada por Macri y Carrió, experimentada degustadora de victorias electorales y bailecitos insulsos, eterna fundadora de la nueva Argentina, con sus poses de dudosa transparencia y una incapacidad singular para diseñar y poner en práctica un plan realista a futuro, se debate entre un ala dura, preocupada por la popularidad de discursos antiestatistas que se llevan todo su caudal electoral y un ala socialdemócrata, acaso tan sosa e inmaterial como el “albertismo”, que, igual que el gobierno, tenazmente progresa en la senda de la Agenda 2030.

 

La novedad del tablero, Milei, todo marketing y consignas fáciles, cosechador próspero de la creciente bronca del electorado “de clase media”, sin programa de gobierno definido. Está claro que muchos sectores nacionalistas y conservadores podrían interesarse en él si su discurso no fuera de un antiestatismo absurdo y que ninguna de las “nuevas derechas” ha puesto en práctica en el mundo. Tampoco es un adalid confiable de la “batalla cultural” desde que su visión de la cultura es que cada uno haga y diga lo que quiera, por lo que no tiene valores de referencia para orientar la educación, por ejemplo, a nivel público.

 

El peronismo histórico está absolutamente diluido en distintos sectores, y ninguno rescata su esencia doctrinal primigenia que acaso podría darle consistencia a un futuro proyecto auténticamente nacional. Por el contrario, los gobernadores del PJ corren enloquecidos al albur de sus suertes electorales, adhiriendo mayormente a la centroizquierda probadamente inoperante, demasiado cobardes para proponer un proyecto que ofrezca una alternativa de centroderecha económica pero también cultural, que es el pulso con el que late la mayoría silenciosa de los Argentinos desde hace mucho.

 

El veredicto está claro: si ninguno de los actores de peso exhibe y propone un programa de gobierno sólido para el próximo turno electoral, y la situación económica no termina colapsando trágicamente, votará el 50 % del electorado, crecerá la mayoría anómica y harta, y el gobierno quedará en manos de un personaje impredecible, todavía más a la deriva que en la hora actual. Sólo puedo pedir que la Divina Providencia, Dios, Señor de la Historia, nos ayude y si nos decide dar una lección más, aprendamos algo de una vez por todas.


Andrés Torres