Elisabetta Pique
Corresponsal en Italia
En la Toscana, una de las regiones más amadas de Italia, cuna del Chianti, de la Torre de Pisa y de Dante Alighieri, existe el Chinatown más grande de Europa. Se encuentra en Prato, ciudad industrial a 20 kilómetros de Florencia, que en los últimos treinta años sufrió una verdadera invasión de chinos.
Sobre una población de 187.000 almas, se estima que viven aquí entre 35.000 y 40.000 chinos, de los cuales solamente unos 10.000 residen legalmente. "En relación con el número de habitantes, Prato tiene el primer Chinatown de Europa", afirmó a LA NACION Aldo Milone, asesor de seguridad de la comuna, que inició una cruzada para que los italianos, que se sienten extranjeros en su tierra, "recuperen" su ciudad.
No por nada, Prato, ciudad tradicionalmente "roja", pasó después de 63 años a ser gobernada por la derecha, que prometió reimplantar orden, legalidad y seguridad.
"Yo no estoy en contra del Chinatown , sino que espero que los que viven ahí se adecuen a las normas y a las leyes del país en el que viven", dijo a LA NACION el flamante alcalde, Roberto Cenni, un rico empresario textil que logró derrotar a la sinistra al frente de una amplia coalición que incluye a la xenófoba Liga Norte.
"Si no se adecuan, que se vayan a otra parte", agregó el alcalde, que, como la mayoría en Prato, afirma estar harto de sentirse un extranjero en su propia ciudad.
El visitante que recorre la Vía Pistoiese, principal avenida del barrio chino, no parece estar en Italia. Se huele a frito y se ven rasgos orientales y una infinidad de letreros escritos con coloridos ideogramas chinos. Intentar hablar con alguien es una misión imposible. El clima es de desconfianza total. Nadie sabe, nadie entiende el idioma local.
Milone, que acaba de comenzar una campaña para tapar los carteles del barrio que no tengan una traducción al italiano, define como "pésima" la convivencia entre chinos e italianos.
"El nivel de tolerancia está al límite. Ellos escupen, viven hacinados en los departamentos, trabajan día y noche, sin respetar horarios, tiran la basura sin decoro, no reciclan, cuelgan a secar fuera de los departamentos a los pollos, cosas que para un italiano no son muy agradables... Sin contar que tienen sus peleas internas en la comunidad, con periódicos acuchillamientos", expresó.
"En plena crisis económica mundial, que está golpeando especialmente la industria textil de Prato, los chinos quebrantan todas las leyes: no pagan los impuestos, el 99,9% trabaja en negro, no pagan los servicios locales, como colegios y hospitales públicos, pero los aprovechan a expensas de los italianos", continuó.
Por otra parte, los nativos de Prato envejecen, mientras que los chinos, una población joven, se reproduce aceleradamente, a tal punto que en la nursery del hospital de la ciudad, llena de carteles escritos en chino, casi sólo nacen chinos; y en algunos barrios de la ciudad hay escuelas en las que el 40% de los alumnos es de origen asiático.
En Prato, donde se ven chinos manejando camionetas 4x4 último modelo, o que festejan su casamiento en larguísimas limusinas, hay más de 3000 empresas textiles registradas en manos chinas, que producen el denominado "pronto moda", artículos realizados a la velocidad de la luz, de bajo costo y de gran demanda mundial. Muy pocas pagan los impuestos o los aportes sociales de sus empleados, que en muchos casos trabajan casi esclavizados, día y noche, en enormes galpones. Pero no es fácil que la Policía Tributaria detecte las irregularidades: muchas funcionan por 18 meses, cierran sus persianas y luego vuelven a abrirlas con otro nombre y en otro lugar, según explica Cenni.
Aunque lo más preocupante para el alcalde, de 56 años, es la increíble cantidad de dinero que circula en la zona. "Acá hay una capacidad financiera de la que no se entiende el origen y esto da miedo", señala.
Cenni no cree que la nueva ley inmigratoria aprobada por el gobierno de Silvio Berlusconi, que considera un delito la clandestinidad, pueda cambiar las cosas: "Hasta que en la Toscana no haya un CIE [centro de identificación y expulsión de inmigrantes], va a ser imposible combatir a los ilegales".
La semana pasada, cuando por primera vez los militares pisaron las calles del Chinatown , fueron recibidos como un "ejército de liberación" por los pocos italianos que no se fueron del barrio chino. Simone, uno de los militares de patrulla, no ocultó su asombro: "Yo siempre quise hacer un viaje a China, pero después de esta experiencia voy a renunciar a esa idea".
La Nación, 23-8-09