participó de una misión con toda la flota de la Armada
Tiempo de San Juan,
25 de marzo de 2018
“Presidente, le habla Aguad, le confirmo que no
volvimos a tener comunicación con el submarino. Está perdido”.
Habían pasado 36 horas desde el último contacto del
A.R.A San Juan con la Base Naval de Mar del Plata. Era el 16 de noviembre del
2017. Mauricio Macri entendió el problema.
El ministro de Defensa, Oscar Aguad, también le había
comunicado la novedad, c uando todavía quedaban esperanzas de retomar contacto
con la nave de inmersión furtiva al jefe de Gabinete, Marcos Peña.
“Oscar, tenemos que encontrarlo sí o sí. No se nos
puede perder un submarino”, le contestó Mauricio Macri al Ministro.
Sí, se podía perder.
Pero eso no ocurrió en las circunstancias en las que
el entonces jefe del estado mayor Naval, Almirante (hoy retirado) Marcelo Srur,
persuadió a la Casa Rosada, y luego a la ciudadanía, sobre cómo se enmarcó esa
pérdida.
El submarino no partió desde el Atlántico Sur hacia
Mar del Plata en solitario. Más bien lo contrario. Toda la flota de la Marina
argentina navegaba por la zona. Buques, corbetas, lanchas patrulleros con buzos
tácticos y hasta aeronaves, se ejercitaban junto al San Juan en el mayor ejercicio
naval de desplegado por la Armada desde 1983. Incluso, el submarino
desaparecido participó de la operación de mayor riesgo militar en ese plan
conjunto cumplido hasta el fin.
Se trató del hundimiento, adrede, de un buque en
desuso de la Marina, que fue escogido como blanco de una ofensiva militar de
naves de superficie y también submarinas como el San Juan. Lo hundieron con
disparo de misiles y con minas que buzos tácticos colocaron en el barco, que
finalmente explotó.
Ese antiguo buque se llamaba Comodoro Somllera. Las
armas navales, algunas de ellas sigilosas , lo destruyeron según el
procedimiento articulado por el plan del Ejercicio, la zona que este operativo
confidencial de la Armada identificó como su “punto rojo” es un área cercana a
la Isla de los Estados, frente a Tierra del Fuego.
Clarín accedió a documentos de la Marina, clasificados
con la categoría de “Confidencial”, que demuestran que, más allá de la historia
narrada por las más altas autoridades de esa fuerza, el A.R.A San Juan no tenía
como única misión patrullar por las aguas territoriales de la Argentina para
detectar pesqueros extranjeros que podrían surcarlas y explotarlas de modo
ilegal.
Que haya cumplido con su parte en el Ejercicio
conjunto prueba que el San Juan, entonces, podía navegar. Y navegar incluso con
solvencia tal como para participar, con protagonismo armamental variable según
las diferentes fuentes consultadas por este diario, en la calculada explosión
exitosa del Somellera.
Después, sí, el submarino partió hacia el Golfo San
Jorge, y hacia Mar del Plata, y el 15 de noviembre ya no se supo más de él.
El Gobierno mostró en el Congreso documentación
confusa que indicaba, con anotaciones manuscritas y tachaduras sobre el texto,
que el submarino desaparecido, junto a sus cuarenta y cuatro tripulantes,
habría entrado en las doscientas millas náuticas que, de acuerdo al Reino
Unido, son los límites perimetrales de las islas Malvinas dentro de los cuales
no podrían navegar otras naves de guerra que las tripuladas por marineros
súbditos de la Reina Isabel II. O sea: la Royal Navy.
El plan naval del sur, que movilizó a toda la fuerza
de la Marina, incluido el A.R.A San Juan, y que tenía como duración un mes, y
como teatro de operaciones también las aguas del canal de Beagle, había sido
organizado por el contralmirante José Luis López Mazzeo, Comandante de
Alistamiento y Adiestramiento de la Armada.
A los ojos de la mayor parte de la Fuerza, López
Mazzeo parecía el sucesor natural de su superior, Marcelo Srur.
La desaparición del A.R.A San Juan desencadenó una
disputa interna en la Fuerza impulsada desde la propia cúpula de la Armada para
evitar la promoción de López Mazzeo.
Esta situación fue reconocida por importantes
funcionarios del Ministerio de Defensa, quienes pusieron fin al conflicto al
zanjar la cuestión de modo rotundo.
En medio la crisis institucional provocada por la
desaparición del San Juan, Srur le inició un sumario interno a López Mazzeo, en
el que lo responsabilizó por la vida de los cua renta y cuatro tripulantes del
submarino.
López Mazzeo respondió jurídicamente.
El ministro Aguad se sorprendió con la voluntad
sumariante de Srur, y le pidió el pase a retiro.
Según se determina en la documentación que hoy revela
Clarín, el A.R.A. San Juan partió hacia los puertos del Sur, donde se unió al
resto de la flora de la marina, con varios objetivos prefijados de antemano.
Están resumidos en un paper interno de la Armada, de
este modo: “ZARPAR A PARTIR DEL 27 OCT, EJECUTAR ACTIVIDADES DE ADIESTRAMIENTO
NAVAL INTEGRADO EN ACCIONES DE DEFENSA AÉREA, ANTISUBMARINA, ANTISUPERFICIE Y
ANFIBIAS. DURANTE LAS OPERACIONES REALIZAR RECONOCIMIENTO DEL LITORAL MARÍTIMO,
VISITAR LOS PUERTOS DE ((USU)), DEL 6 AL 9 NOV Y ((DRY)), DEL 20 AL 22 NOV Y
POSTERIORMENTE EJECUTAR UN ENCUENTRO TÁCTICO PREVIENDO TOMAR PUERTO BELGRANO A
PARTIR DEL 25 NOV”.
Según admitieron a este diario fuentes de la Armada y
del Ministerio de Defensa, el A.R.A San Juan, en un momento de su travesía,
habría navegado guardando una distancia de cinco millas con el límite “de la
Corona”, como llamaron a la zona de conflicto con el Reino Unido sobre la
soberanía de las Islas Malvinas.
Siempre de modo informal, en el Gobierno admiten que
el San Juan tenía como una misión vigilar las aguas argentinas, pero en particular
prestar atención a la ya antes comprobada aparición de pesqueros de bandera
inglesa que sí superaban los límites de la Corona de Su Majestad: pero en
sentido contrario, ingresando al Mar Argentino.
Según consta en el expediente judicial de la causa que
instruye la jueza Martha Yañez, de Caleta Olivia, que investiga la desaparación
del San Juan, el submarino, en un viaje anterior por el Atlántico Sur,
efectivamente se topó con naves extranjeras. Algunas, manejadas por súbditos de
la Reina Isabel II.
En la que resultó ser su última travesía, el San Juan
tenía la orden de avistar e intentar conseguir material audiovisual de posibles
naves intrusas en aguas de República Argentina.
En el punto 4 del documento de la Armada, también
“Confidencial”, titulado “ETAPA FINAL DE ADIESTRAMIENTO ESPECÍFICO INTEGRADO”,
se advierte la importancia que se le daba al viaje del San Juan por las aguas
nacionales:
“DURANTE EL DESARROLLO DE TODA LA ETAPA SE DEBERA ENFATIZAR EL
CONCEPTO DE CONCIENCIA DE DOMINIO MARITIMO (MDA) ASOCIADO A LA PERMANENTE
VIGILANCIA Y CONTROL DE LOS ESPACIOS MARITIMOS JURISDICCIONALES, DE INTERES Y
DE MANIOBRA COMO TAREA PERMANENTE DE LA FASE PREVIA DEL EMPLEO DEL INSTRUMENTO
MILITAR CONFORME LOS PLANES EN VIGOR”, se lee en uno de sus párrafos.
Y agrega el texto del documento: “LA FUERZA DE TAREAS
DEBERA MANTENER EN TODO MOMENTO UNA CLARA SITUACION DE SUPERFICIE Y SUBMARINA
QUE PERMITA, EN COORDINACION CON LA CENTRAL DE OPERACIONES DE ESTE COMANDO,
CONTRIBUIR A LOS OBJETIVOS ESPECIFICOS DE LA VIGILANCIA ESTRATEGICA DEL
ATLANTICO SUR. EN IGUAL SENTIDO, REPORTARÁ LOS CONTACTOS AEREOS QUE SE OBTENGAN
A LA GUARDIA DEL CENTRO AEROESPACIAL EN MERLO (COAMER) CONTRIBUYENDO A LA
VIGILANCIA Y CONTROL AEROESPACIAL…”.
Una comisión de expertos analiza aun qué fue lo que
pasó con el San Juan.
No se sabe.
Los Estados Unidos, el Reino Unido y el organismo de
búsqueda internacional de submarinos, conocido con las siglas de Ismerlo,
coinciden en que hubo una explosión repentina de la nave en el lugar en el que
las autoridades informaron al respecto.
El “Orden de Operaciones del Comando de la Flota de
Mar N 14”, especifica, tras caracterizar la “situación” del operativo en el
Atlántico Sur, nunca antes ejecutado en esta magnitud por una Armada, hoy
diezmada presupuestariamente, remarca una cuestión crucial. Dice así: “Fuerzas
enemigas: no hay”.
Ese documento era “Confidencial”.
Hasta hoy.