Dólares, ruegos y una charla
con Fidel. La deuda millonaria de tres países que la Argentina no puede cobrar
Pablo Fernández Blanco
La Nación, 4 de octubre de
2019
Los Bielsa vienen de familia
erudita. Un poco por eso y otro tanto por su amor a Roma, Rafael, el
excanciller, describe una faceta de Néstor Kirchner con sofisticación y en
italiano: con las cuentas era un accanito, lo recuerda. En rioplatense, quiere
decir que se trataba de un cobrador emperrado.
Con ese espíritu, el expresidente le ordenó a su ministro
viajar a Cuba en octubre de 2003. Kirchner quería descongelar las relaciones
con Fidel Castro, puestas en el freezer tras llamar "lamebotas" a
Fernando De La Rúa, pero también cobrar una olvidada deuda millonaria de ese
país con la Argentina. Se sabe, Kirchner no disociaba la política de las
finanzas.
Rafael Bielsa intentó
cumplir la orden de Kirchner durante el tiempo que estuvo en el Gabinete, pero
no pudo. Su nombre forma parte de una lista de frustraciones en la que también
están funcionarios de Carlos Menem y de Raúl Alfonsín. El último en tropezar
con la tarea fue, el año pasado, Marcos Peña, jefe de Gabinete de Mauricio
Macri.
La historia del crédito a
Cuba es la más onerosa de un conjunto desconocido de saldos a favor que están
perdidos en un lugar de las cuentas argentinas y sobre los cuales casi no se
habla desde principios de los '80. Es algo así como la contra historia de la
deuda externa argentina.
A
las acreencias en el Caribe se les suman una deuda de Guyana por más de US$15
millones y otra de República Centroafricana. Así surge de una
investigación que hizo LA NACION a partir de documentos oficiales, consultas a
exfuncionarios, a fuentes del Gobierno y a un miembro de uno de los últimos
equipos económicos de Héctor J. Cámpora, cuando con la venia de Juan Domingo
Perón se originó la mayor parte de esos pasivos.
Néstor Kirchner le había
ordenado a Rafael Bielsa que intente cobrar la deuda con Cuba. El canciller lo
discutió cara a cara con Fidel Castro, avanzó en la negociación con el
presidente del Banco Central Cubano, Francisco Soberbón. Los saldos incobrables
de la Argentina confluyen en una ironía financiera. El país, que dejó de pagar
su deuda en 2001 y vuelve a tener dificultades hoy para cumplir con sus
compromisos tal como los asumió - a eso se refiere el término reperfilamiento-,
también sufrió los problemas de prestarles dinero a malos pagadores. Es un extraño caso de defaulteador
defaulteado.
La aventura del Caribe
Los
registros indican que, al 30 de septiembre de este año, Cuba le debía al país
US$2658 millones, según los documentos que revisó LA NACION.
Es lo que se necesita para comprar el 74% de YPF según su valor de mercado en
la mañana del 25 de septiembre, o pagarles a 43 millones de beneficiarios de la
Asignación Universal por Hijo (AUH), incluido el último plus y con un dólar a
$59,33.
Una comitiva argentina
liderada por Bielsa viajó a la isla el 11 de octubre de 2003 para traer el dinero
de vuelta. Discutió el tema cara a cara con Castro. "Tú tienes que hablar
con la gente que se ocupa de eso", se desligó el líder cubano ante la
consulta del enviado de Kirchner. Dos días después, estaban negociando con el
presidente del Banco Central Cubano, Francisco Soberbón.
La Argentina llevó una
propuesta acordada antes con el ministro de Economía, Roberto Lavagna. Su
contenido, que se muestra aquí por primera vez, merodeaba una serie de ideas
como parte de pago: aceptar tecnología para medicamentos y tratamiento de
discapacidades y licitar en el mercado argentino bonos de deuda cubana que les
permitieran a sus tenedores participar del turismo en el Caribe, una idea del
subsecretario de Asuntos Latinoamericanos, Eduardo Sguiglia, que además era
economista.
Esos ítems figuran en
anotaciones de aquella época que Bielsa revisó en el pasado fin de semana del
14 y 15 de septiembre a pedido de LA NACION.
Soberbón, en cambio,
contraofertó con una alternativa de inspiración kirchnerista. "Queremos pagar en la medida de
nuestras posibilidades", los sorprendió el banquero comunista, que pidió
una quita del 75%. Un mes antes, Lavagna les proponía lo mismo a los
acreedores de la Argentina. El país
aceptó la propuesta. Serían US$475 millones que se cancelarían con un pago de
los intereses en efectivo al momento de la firma del acuerdo, el envío a la
Argentina de medicamentos de uso popular fabricados en Cuba, atención gratuita
en la isla para coterráneos de bajos recursos por hasta US$50 millones y la
capacitación allí de docentes y científicos.
Marcos Peña retomó la tarea
que habían dejado inconclusa las administraciones anteriores. Peña iba a viajar
a La Habana en septiembre, pero un huracán golpeó a Cuba y suspendió el viaje.
Retomó esa agenda el 27 y el 28 de mayo del año siguiente, pero el cobro no
prosperó.
Cuba
reconoció la deuda, pero nunca pagó. El kirchnerismo lo intentó al menos hasta
2005. Con el fracaso consumado, Bielsa ató cabos mucho
después: el grupo guerrillero Montoneros había resguardado en ese país los
dólares que había cobrado por el rescate de Jorge Born porque lo consideraba
una muralla infranqueable a la salida de divisas. La Argentina lo había sufrido
en carne propia, pensó.
Antes de la gestión
kirchnerista, entre enero y agosto de 1995, la Argentina había enviado a La
Habana varias misiones para avanzar en la conciliación definitiva de la deuda.
El trabajo concluyó en cuatro cifras escritas el 25 de agosto de ese año: eran
US$1278 millones, a los que se les aplicó la tasa Libor -de referencia en el
mercado mayorista británico- más 1,5 puntos porcentuales. Así se llegó a los
casi U$S2700 millones de Macri.
Eran épocas en que Carlos
Menem terminaba su primer mandato y ganaba las elecciones para el segundo, al
tiempo que Domingo Cavallo comenzaba a alejarse de su gobierno.
Años más tarde, y bajo otro
viento político, Marcos Peña retomó la tarea que habían dejado inconclusa las
administraciones anteriores. A principios de 2017 la Jefatura de Gabinete les
pidió los papeles disponibles a varios ministerios. Uno de los que le mandó lo
poco que tenía fue el equipo de Luis Caputo, por aquellos días a cargo de
Finanzas.
En
tanto cobradores, Menem, los Kirchner y Macri tuvieron menos suerte que su
antecesor Raúl Alfonsín. Durante
la presidencia del líder radical, Cuba hizo pagos por US$102 millones en 1988 y
por US$98,6 millones al año siguiente.
El origen
La deuda de Cuba comenzó a
formarse el 24 de agosto de 1973, cuando el presidente ya era Raúl Lastiri. Era
una gestión de su antecesor, Héctor J. Cámpora, que no hacía nada sin la venia
de Juan Domingo Perón. Su ministro de Economía, José Ber Gelbard, le había
sugerido darle a Cuba una línea de crédito de US$600 millones para financiar la
venta de tractores, maquinaria agrícola, camiones, automóviles Fiat 125,
Renault 12, Ford Falcon, Ami 8 y Peugeot 404, entre otras cosas. Hasta su
vencimiento, en junio de 1983, se habían usado US$513,4 millones.
El cerebro detrás de Gelbard
era el secretario de Programación Económica, Orlando D'Adamo. Un día de octubre
de 1973, D'Adamo estaba convaleciente y mandó a su número dos, Carlos Leyba, a
atender una de sus diligencias. El asistente rondaba los 30 años y todavía
recuerda, a los 78, cuando les dijo a las autoridades de Ford, empresa de
origen norteamericano, que debían poner en marcha una exportación a un país
comunista en medio del bloqueo propiciado por Estados Unidos.
Leyba, sin embargo, le quita
ideología a la operación: "Fue la posibilidad de vender equipamiento a un
país que en aquellos años tenía caja fluida por su intercambio con la Unión
Soviética. Necesitaba comprar y nadie le vendía", recordó ante la consulta
de LA NACION. El economista Orlando Ferreres se encontró sin pensarlo con la
deuda de Cuba en 1993. Ocupaba un lugar en el Banco Central durante la
vicepresidencia de Pedro Pou y recibió a una comitiva de Londres que preguntó
por las acreencias de la entidad monetaria. En medio de la charla, surgió el
tema. Ferreres, apasionado por la historia casi tanto como por la economía,
pidió permiso para indagar. "Está en bolsas de arpillera", le
respondió Pou, quien no puso reparos a la curiosidad del economista.
Los documentos del Banco
Central revelan el plan exportador que comenzó con Cámpora, siguió con la
dictadura y llegó hasta Raúl Alfonsín. Para noviembre de 1985 había al menos 13
convenios financieros entre el Banco Central argentino y países como China, El
Salvador, Guatemala, Guinea, Guyana.
Según
los números de Ferreres, "si se calcularan los valores originales y
aplicando tasa Libor más uno, daba una deuda de unos US$11.000 millones para el
año 2015". Esa cuenta permite pensar que las
renegociaciones de los últimos años jugaron a favor de Cuba.
Todos son menores al
préstamo a Cuba. Guinea Ecuatorial, por ejemplo, había obtenido US$5 millones
para la adquisición de productos y servicios argentinos; Guinea, US$10
millones, Costa Rica, US$15 millones; República Dominicana, US$40 millones, y República
Centroafricana, US$10 millones.
La
contabilidad pública muestra que al menos tres de esos créditos están impagos
al día de hoy. Al de Cuba se le suman el de Guyana y el de República
Centroafricana, dos de los países más pobres del mundo. LA
NACION corroboró la existencia de este último cruzando información del
Ministerio de Hacienda, el BCRA y otros bancos públicos, pero incluso la
documentación oficial es egoísta en los detalles.
Guillermo Conti, embajador
argentino en Guyana, le envió el 18 de noviembre de 1983 una carta al ministro
de Relaciones Exteriores de ese país, Rasleigh Jackson. Está fechada en
Gorgetown, confirma la aprobación de la Argentina y pide el visto bueno de la
contraparte para la puesta en marcha de la línea de crédito. Es uno de los
pocos documentos de aquellos años que flotan en los cajones de Cancillería.
Con el paso del tiempo y la
sumatoria de intereses, los US$5 millones originales que se le habían prestado
a Guyana se convirtieron en US$15 millones, que la Argentina aún reclama. A
diferencia del misterio centroafricano, tuvo movimientos en el último tiempo.
El crédito argentino a ese
país data del 13 de septiembre de 1984. Guyana nunca pagó, pero tampoco dejó de
intentarlo. Los registros oficiales que vio LA NACION muestran que desde 1994
solicita periódicamente quitas sobre el préstamo y sus intereses.
El año pasado, la
administración de Mauricio Macri le envió una nota a Guyana con la intención de
cobrarle la deuda y le envió el ticket total. Eran US$15,2 millones.
La respuesta del deudor
llegó meses después. El ministro de Finanzas de ese país, Winston Jordan, le
mandó una nota al Gobierno. Dirigida a Luis Caputo, que ya estaba en el Banco
Central, el texto se esmeraba en el trato, abundaba en detalles sobre la
deteriorada situación económica de Guyana y recordaba los esfuerzos que hace
para mantener la sostenibilidad de la deuda. Era el sustrato argumentativo para
solicitar una quita del 100% sobre el monto adeudado. Es decir, un perdón total
sobre el incumplimiento.
Por si el gobierno argentino
rechazaba la propuesta original, en el mismo documento Jordan proponía una
quita del 98% y pagar el restante 2% en tres años más la penalización de una
tasa de interés del 2% anual. Bajo esas coordenadas, la vieja oferta cubana
parecía generosa. Para fines de 2018, según el pedido que el gobierno argentino
le respondió a Donna Yearwood, cabeza del departamento de gerenciamiento de la
deuda del Ministerio de Finanzas guyanés, la deuda actualizada era de US$15,5
millones.
A principios de los '90, el
Banco Central se sacó de encima la suciedad financiera que representan las
acreencias con Cuba, Guyana y República Centroafricana. Las dejó en manos del
Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE), donde las cuentas pendientes de
otros países con la Argentina ocupan un lugar casi invisible en los estados
contables del organismo que maneja Francisco Cabrera.