martes, 30 de enero de 2024

NO SE PUEDE SER CATÓLICO

 

Y LIBERAL (*)

 

Hernán Bernasconi

 

Infobae, 28 Ene, 2024

 

En una amplia entrevista que Jorge Fontevecchia le realizo al Papa Francisco hace poco menos de un año, cuando ingresaron a la cuestión económica y financiera del mundo actual, el primero le preguntó si se puede ser católico y libertario al mismo tiempo.

 

Pope Francis opens a "Holy Door" at St Peter's basilica to mark the start of the Jubilee Year of Mercy, on December 8, 2015 in Vatican. In Catholic tradition, the opening of "Holy Doors" in Rome symbolises an invitation from the Church to believers to enter into a renewed relationship with God.   AFP PHOTO / VINCENZO PINTO / AFP / VINCENZO PINTO

 

Fontevecchia: ¿Existe alguna versión del capitalismo que pueda estar alineada con la visión social de la Iglesia?

 

Papa Francisco: La mejor (respuesta) a esta pregunta fue (la) de San Juan Pablo II, “Economía Social de Mercado”, le metió la palabra “social”, economía de mercado social. Estaba de acuerdo. Hoy día las cosas fueron más allá, y se puede dialogar muy bien con la economía y lograr pasos de entendimiento o fórmulas que van bien. En cambio, no se puede dialogar bien con (el mundo de) las finanzas. Las finanzas son gaseosas, la economía es concreta.

 

Un poco más adelante Jorge Fontevecchia le dice y pregunta: “Hay voces dentro de la grey católica que sostienen que no es compatible ser liberal y ser católico. En virtud al crecimiento del liberalismo económico en Argentina en estos últimos años y considerando la cantidad de católicos en el país, ¿podría expresarse sobre esta cuestión? Concretamente, ¿se puede ser económicamente liberal y católico; o existe, como algunos sostienen, una contradicción de base?

 

(y a continuación el periodista le aclaró:) " …me refiero a los llamados libertarios, una deriva todavía más ortodoxa que el neoliberalismo…”

 

Entonces el Papa Francisco (regresando a la inclusión de la palabra “social” de San Juan Pablo II aludida más arriba) afirmó: “en la línea de la economía social de mercado sí”.

 

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Un sistema basado en una libertad tal que prescinde de la autoridad del Estado sosteniendo el establecimiento de un “Estado mínimo” que asegure servicios indispensables y una política del “dejar hacer” y “dejar pasar”, no sería compatible con el concepto cristiano de libertad, cuando esta es ejercida para imponer el interés del portador, sea individual o grupal sobre el interés común. ¿Cómo sostiene un cristiano- libertario, su fe y obediencia en el Señor y su fidelidad a tal doctrina política?

 

Cuando San Juan Pablo II habló de “economía social de mercado” hablaba de valores, reafirmaba el valor de la libertad que es central en la vida cristiana, el de la justicia y solidaridad social que es un mandato de inclusión de todos en los bienes creados por Dios y en los beneficios. Valores que para la Doctrina Social de la Iglesia son inseparables y se fundan mucho antes del compendio de ésta en la teología del cristianismo. Según la teología la libertad (libertad para) consiste en hacer el bien y en no poder hacer el mal (San Agustín) sin que el don de la libertad se pierda. Entonces, de los caminos “posibles” podría nuestro co-religionario libertario recurrir a la religión, cediendo al dogma.

 

La DSI por su parte afirma que “es un deber de justicia y de verdad impedir que queden sin satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas”. De ahí que el bien común consiste en ayudar a estos hombres necesitados a “salir” de su estado de necesidad y nos lleva a concluir que la exclusión social es un mal que atenta contra la libertad y dignidad humana.

 

Cuando la ideología prevalece sobre la realidad

No sin una absoluta ingenuidad se podría argüir que si los individuos, los grupos, los funcionarios, los integrantes de los mercados fueran buenos cristianos podrían estos ser al mismo tiempo libertarios sin incurrir en contradicción -posibilidad que no descarta el Papa Francisco-, es decir, siempre que con su libertad hicieran el bien y no hicieran el mal.

 

No sabemos cuál hubiera sido la respuesta del Santo Padre si se le prguntara por la teoría del título válido de Robert Nozick y la posibilidad de un Estado más que mínimo desarrollado a partir del concepto de “voluntariedad” o el de “acto mixto” o la concepción de un “Estado subsidiario” todos aspectos que se debaten con ardor entre los adherentes a esta corriente del pensamiento liberal libertario. Intuyo que la respuesta correcta deriva de la aplicación armónica de los principios de su discernimiento: la realidad es superior a la idea, la unidad prevalece sobre el conflicto, el todo es superior a las partes y el tiempo es superior al espacio.

 

Una economía “que sea practicable y tolerable”

Joseph Ratzinger desde su aguda observación de la realidad social y política europea decía dos cosas. Que “es innegable la importancia del conocimiento de la técnica en materia económica para el desarrollo y bienestar de los pueblos. Pero asimismo “se está convirtiendo en un hecho cada vez más evidente de la historia económica, que el desarrollo de los sistemas económicos que se concentran en el bien común depende de un sistema ético determinado, el cual a su vez puede nacer y sostenerse solo por fuertes convicciones religiosas (Tübingen, 1985, 76-96). A la inversa, también se ha vuelto obvio que la declinación de tal disciplina -agrega Ratzinger -puede verdaderamente causar el colapso de las leyes del mercado. Una política económica que está ordenada, no sólo para el bien del grupo común de un determinado estado, demanda un máximo de disciplina ética y así, un máximo de fuerza religiosa. La formación política de una voluntad que emplea las leyes económicas inherentes hacia su meta se muestra, a pesar de todas las protestas humanitarias, casi imposible hoy en día. Sólo se puede llevar a cabo si poderes éticos nuevos son liberados por completo. Y agrega el filósofo, más tarde Papa, que así como no se puede prescindir de la técnica económica la economía tampoco puede prescindir de un ethos sin malentender la realidad del hombre y por ende dejar de ser científico.

 

Por otro lado “la moral no puede prescindir de la técnica sin caer en el moralismo que como tal es la antítesis de la moralidad.” Y al mismo tiempo “un acercamiento científico que se cree capaz de conducirse sin un ethos, malentiende la realidad del hombre. Por ende no es científico.”

 

Iglesia y economía en diálogo

En el artículo que seguimos presentado originalmente en el simposio “Iglesia y economía en diálogo” en 1985 en Roma concluía diciendo: “Hoy necesitamos un máximo de entendimiento económico especializado, pero también un máximo de ethos tal que el entendimiento económico especializado pueda ponerse al servicio de los fines correctos. Sólo de esta forma su conocimiento será, al mismo tiempo, políticamente practicable y socialmente tolerable.” (Economía de mercado y ética según Joseph Ratzinger, Rev. Cultura Económica, Año XXIX -Nro. 80, agosto 2011 p. 65/73).


(*) Título adaptado por este sitio)