lunes, 26 de febrero de 2024

DROGAS

 


 de ser ‘zombie’ a ser ‘alguien’

 

POR JUAN ALBERTO YARÍA

 

La Prensa, 25.02.2024

 

“La droga es como otra persona que te susurra y te atrae, no te deja escapar”, afirmó un paciente que llegó ‘zombie’.

 

La tarea terapéutica es una tarea de humanización. El paciente cuando llega nos muestra la “realeza” del cerebro automático y simiesco imperando sobre los centros de autocontrol dependientes de las zonas más evolucionadas del cerebro.

 

De ahí, la violencia, la impulsividad desbocada o noches y días sin fin con el ‘plato de cocaína’ como el espejo de la muerte misma repudiada, pero, al mismo tiempo, deseada y desafiada y que a veces culmina en un coma.

 

Somos el primer país consumidor de cocaína junto a Uruguay en América Latina; ¿nos hemos dado cuenta de que vivimos en una pandemia? ¿Hay la cantidad suficiente de centros para atender la gran cantidad de pacientes en estados crónicos de intoxicación?

 

No percibimos que vivimos en una pandemia (fenómeno epidemiológico masivo) ni tampoco que la cantidad de centros para dolencias crónicas de años de consumo son escasos y en muchos casos la calle es su destino o solo una desintoxicación que no va a la raíz del problema.

 

La droga es así un instrumento al servicio de la deshumanización y del dominio de las poblaciones e incluso de control político. La cocaína en América Latina reina con poderes formales a su servicio.

 

Solo queda un plan preventivo que parta desde lo local, municipio por municipio, escuela por escuela, aula por aula. Desde lo local; territorio por territorio. Una cultura preventiva es lo que nos podrá salvar; aunque los poderes globales cancelan toda posibilidad preventiva.

 

Solo desde lo local se puede impactar en lo global… desde lo global entre la “plata y el plomo” se ordenan los territorios locales. Genocidio asegurado con gran plusvalía y con un aparato de narcomarketing de efectiva acción con la finalidad de naturalizar el consumo.

 

 

REHABILITADO

 

Sergio, mientras tanto, vuelve luego de varios meses de su rehabilitación. Cuando lo conocí estaba en “carrera” de cocaína. No sabía quién era. Fue traído por familiares. Su confusión mental denotaba que era un “nadie” o sea un “zombie” llevado y manipulado por otros. Meses y meses de consumo desenfrenado.

 

Varios hijos en su abandono lo buscaban frenéticamente. Solo un carnet de obra social posibilitaba su ingreso en un sistema de comunidad terapéutica. Hoy forma parte, como conductor, de una flota de taxis propiedad de uno de los pocos amigos que le quedaban de su mundo, podríamos decir, no adictivo. Asumió su paternidad y venía a invitarnos al casamiento de su hijo.

 

Llegó como un ‘nadie’ y hoy es ‘alguien’. Ese es el trayecto de un tratamiento hoy. De ‘nadie a ser alguien’ a través de ‘algunos’ (un equipo de terapeutas y de compañeros de rehabilitación).

 

Las drogas, en su consumo dependiente, llevan al vaciamiento de nuestra subjetividad, o sea de nuestra personalidad.  Dejamos de poseernos para ser objeto de otros. De sujeto de nosotros mismos pasamos a ser objeto de otros y para otros. Distintos amos se apoderan de nosotros desde el ‘dealer’ en adelante.

 

CEREBRO Y DROGAS

 

Ese vaciamiento subjetivo va acompañado de un daño a las estructuras del sistema nervioso. ¿Qué le pasa al cerebro cuando se consume drogas?

 

a. Se perturba el envío de la información entre las neuronas (ejes de la actividad del hombre).

 

b. Hay sobreestimulación de los centros de gratificación y se pervierte el sistema natural del placer.

 

c. Surgen nuevas memorias que reemplazan a las habituales de nuestra vida y estos hábitos recientes ligados al consumo son pertinaces y activos modificando permanentemente nuestra conducta, se consolida así la memoria adictiva que tracciona al sujeto hacia personas que ‘transan’ drogas, lugares de consumo o situaciones que llevan a la activación del cerebro automático.

 

d. Se forma así un verdadero ‘secuestro’ de las motivaciones normales del vivir por otras alimentadas por el consumo permanente (nuevas amistades, lugares determinados, situaciones que pueden generar conductas en ‘gatillo’ y automáticas que pueden disparar el ‘apetito’ de drogas e inducir comportamientos de recaída emocional y/o de consumo).

 

d. Todo esto forma un desequilibrio permanente del sistema nervioso y de sus aparatos de control de impulsos y de procesamiento a través del pensamiento. Se van generando, entonces, rasgos definitorios del trastorno adictivo: búsqueda y consumo compulsivo, pérdida de control y síndrome de abstinencia.

 

FAMILIA Y AMBIENTES

 

Dos fenómenos más existen articulados a esto: conectarse permanentemente con ambientes ligados al consumo y la devastación y debacle de la vida familiar. Los ambientes del paciente que consume en forma dependiente cocaína son llamados invalidantes o sea no permiten un desarrollo de la personalidad.

 

Su mundo se va estrechando y va abandonando contactos sanos, trabajos, amistades y lugares de gratificación personal. El mundo cambia porque cambian sus entornos. Algo similar sucede con la vida familiar. Los abandonos son frecuentes. Al convertirse la droga en lo único prevalente en sus vidas todo lo otro y los otros, desde familiares en adelante quedan a un lado.

 

Una recuperación implica trabajar todos estos factores. Luchar contra el devastamiento melancólico que lo transformó en un ‘nadie’ para poder convertirse en un ‘alguien’.

 

La renuncia a la sustancia es fundamental y la aceptación de la enfermedad como, así también, la ayuda de otros son requisitos claves. Recuperar la función cerebral dañada es otro elemento central.

 

Desde la medicación, la psicoterapia especializada, los grupos terapéuticos, las asambleas de familias, la oxigenación, las actividades de práctica cognitiva, la medicación necesaria; todo esto ayuda a recuperar el centro de nuestro sí mismo.

 

Trabajar sobre la vida familiar también devastada y sobre un ambiente sano de recuperación forma parte de esta aceptación y de la renuncia que el paciente necesita hacer. Sergio lo pudo hacer. Es posible.

 

Juan Alberto Yaría

* Director general de Gradiva - Rehabilitación en adicciones