Arq. José Marcelino García Rozado
La nación argentina se encuentra en una encrucijada: macroeconómicamente está bien –quizás mejor que bien- pero existe una realidad incontrastable y es que el problema es “político”, el gobierno es cuestionado desde adentro y desde el exterior, no es confiable y es poco previsible; lo que termina por castigar a toda la patria colocándonos en el lugar de las naciones “border”.
Siguen los exabruptos, y las dicotomías entre el “país real” y el “país ficticio –o de los medios-” al decir de nuestra Presidente; y es una verdad absoluta aquella dicotomía entre ambos países, sólo que no como lo ve Cristina, sino por el contrario como se nos observa desde el exterior, y muy principalmente en el espacio regional, tanto de la UNASUR como del MERCOSUR. El máximo consejero del Presidente Lula, acaba de decir que de no imponerse Dilma Rousef, es muy factible que Argentina termine “por caerse del subcontinente”.
En esta dicotomía donde el país real –el de la macro economía exitosa, pese al desgobierno kirchnerista- se halla a las puertas de recrear una cosecha cercana o superior a las 100 millones de toneladas, y con un potencial de crecimiento económico muy superior al de nuestros vecinos, y hasta al de muchos de los países emergentes; mientras en el país ficticio –y no de los medios, sino en el de las cifras inmostrables del INDEC, y la corrupción- el mundo mira azorado como una nación rica y con signos de verdadera prosperidad se debate al borde del precipicio.
Llaman estupefactos desde los centros del poder mundial preguntando “¿qué es lo que está pasando, porqué tantas peleas y confrontaciones, porqué se desdibujan los aciertos?”, y nadie es capaz de dar una respuesta satisfactoria a tamaña incredulidad. Y esto es resultado de que nadie logra entender a un Gobierno que debiendo avanzar con los vientos de cola internacionales, y el empuje de su sector productivo –principalmente el agropecuario- se enfrasca en confrontaciones y peleas logrando a pesar de sus óptimas posibilidades, retroceder arrastrando al pueblo argentino a la pobreza, la exclusión y el hambre de millones de compatriotas.
Siguen y prosiguen las réplicas de los coletazos de los actos de corrupción generalizada del entorno presidencial; cuando no son las denuncias de sobreprecios en las obras públicas, son las de la mafia de los medicamentos, o las de las compras sin llamado a licitación pública, o la entrega descarada del “juego” a los amigos del poder político presidencial, juego que explota las necesidades de una población imposibilitada de ganarse el pan y el sustento con el trabajo fructífero.
Estamos “temblando” los argentinos de bien, y así también lo está el país mismo, preso de una tembladera inacabable ante la prepotencia y la soberbia autista de un Gobierno y una Presidente que se enfrasca diariamente en la “novela rosa de la tarde” cuando en un permanente abuso de la “cadena nacional” nos admoniza, cuan maestra ciruela, mostrándonos la dualidad de países existentes entre su mirada y la mirada –cuasi atónita- del resto del pueblo argentino.
Quizás la mayor réplica del tembladeral nacional, sea en el campo político, después de todo hace menos de un año -9 meses para ser exactos- hubo otro verdadero “terremoto” de claro signo opositor a los deseos y los sueños de grandeza imperial de la Presidente y su consorte, cuando una mayoría clara y notoria de nuestros conciudadanos eligió “castigar” al prepotente Néstor y la soberbia Cristina en las urnas, haciendo ganar a un “extranjero” millonario que hasta creyó posible doblegar a la Constitución Nacional para postularse a competidor presidencial.
Fue un rechazo contundente a una forma de gobernar y hacer política, un rechazo a la permanente confrontación y a un sistema que nos conducía invariablemente a un verdadero “enfrentamiento de clases”, totalmente opuesto a la doctrina y al legado de Perón y el peronismo, dejando de lado los éxitos económicos y la remanida costumbre de “votar con el bolsillo” –típica de la clase media pancista denunciada por Scalabrini y Jauretche en su “Manual de Zonzeras”- haciendo a un lado los avances económicos y sociales significativos producidos tras la herencia Duhalde-lavagnista.
La nueva realidad política plantea una multitud de dudas acerca del futuro inmediato y el mediato. ¿Estamos presenciando un realineamiento político permanente o acaso tanto Cristina como Néstor, que tienen quizás la peor imagen de la historia del último medio siglo, lograrán revertir este presente aciago en los próximos dieciséis meses? ¿Continuará esta oposición, fragmentada y unida por el espanto, la acción a favor de controlar las ambiciones desmedidas de la pareja presidencial, o terminará por beneficiar al kirchnerismo, contaminados por su cuasi complicidad en tantas desmesuras y fraccionamientos, en vedetismos individualistas y en actos de verdadera antipolítica?
Será capaz el peronismo de ser fiel a su historia y a su doctrina expandiendo la Justicia Social, la Soberanía Política y la Independencia Económica sin seguidismos personalistas, a la vez que enfrente a este matrimonio caprichoso y estalinista, que terminó por consolidar un país “unitario” y dependiente de las dádivas dinerarias del poder central; y lo más grave aún, un matrimonio que se enriqueció desmesuradamente a costas del hambre, la pobreza y la exclusión de millones de nuestros hermanos, entregándonos un país donde reina la brecha entre ricos y pobres como nunca antes en la historia.
Este “modelo K” que vino a acentuar y exacerbar el modelo neoliberal y socialiberal económico imperante tras la caída del Muro de Berlín y el dominio del “capitalismo salvaje” impulsado por Reagan y Thatcher –que ellos enfáticamente critican, y cínicamente aplican- ha sido el verdadero responsable del creciente e infamante abismo entre ricos y pobres que hacen de Argentina –a contrapelo de su historia- una de las naciones menos equitativas en el mundo hoy globalizado.
Todas estas realidades han ido enturbiando al “país real”, y la Argentina hereda un pueblo traumatizado, atónito de muertos de hambre y de desamparados, de pobres protegidos por el clientelismo más desembozado, o abandonado a su suerte y desamparo más humillante si pertenecen al arco piquetero opositor; y la historia lo va a juzgar de acuerdo a como ese país real lleve a cabo la “derrota” del país ficticio impuesto por el actual régimen, esta tarea urgente de reconstrucción patriótica no permite ni acepta la fragmentación del arco opositor.
Nuestro pueblo espera de su dirigencia un sinnúmero de reparaciones, y aquella se enfrenta a una enorme cantidad de retos y trastornos, pues este régimen autoritario y estalinista no sólo descuartizó al sector productivo agropecuario, sino que desmembró el tejido social argentino. Enfrentó a pobres con pobres, a productores agropecuarios con industriales; también reveló y sacó a la superficie hondas fisuras y desgarros en el tejido social y ético de la Patria, el persistente tsunami de la inmoralidad y la manipulación de cifras, estadísticas y planes sociales, la precariedad cosmética de la “modernización” de que el país kirchnerista se ufana es una atroz mentira.
Cuando nuestra Presidente declara que existen “dos países”, nos enfrentó a una realidad incontrastable que no es otra que abordar esta realidad, debemos enfrentar la magnitud de tamaña revelación, para una vez aceptada la realidad poder comenzar a delinear la política que acabe con esos dos países a los que alude Cristina. La pesadilla de la revelación cristinista debe alertar al pueblo argentino a una cara disímil en el espejo, forzándonos a reconocer que hemos estado viviendo en un país de mentira, un país –no una Nación- de simulacro forjado a partir de ilusiones de excesiva grandeza.
¡Nos creímos un país en desarrollo!
Igual que hace veinte años, nos creímos que entrábamos al Primer Mundo, de la mano de la “convertibilidad” cavallo-menemista, y que le decíamos “adiós, a América Latina” y nos emparentábamos a Canadá y los Tigres Asiáticos renunciando a nuestro “atrasado” continente, hoy la Presidente nos enfrenta a esta verdadera “catástrofe” de reconocer “dos países”, uno el de la macro economía y el otro, el de la realidad cotidiana de la corrupción, el apriete o la compra de jueces, camaristas y fiscales, los desamparados, las mentiras del régimen, la falta de moral y ética del Gobierno y el funcionariado, el que mira con asombro el mundo y nuestros hermanos y vecinos.
Es en este contexto, donde la catástrofe puede bien leerse como una llamada de atención y alarma para la Argentina: ¡Hola, América Latina!, una nueva prueba a que nos somete la misma Madre Tierra, un desafío que nos pide explorar las fuentes más profundas de nuestra identidad peroniana desplazada y confusa. Si es así, el “peronismo que viene” podrá encontrar, posiblemente, modelos para la acción futura en la misma historia, algo para imitar y también, por ahí, algún ejemplo que será imperioso que evitemos.
Perón uso la hecatombe de la década infame, y el descrédito de la clase política como un acicate para negociar y promulgar leyes que incorporaron a una población excluida y expoliada durante décadas y siglos, y trajeron para ellos una serie de medidas imprescindibles para su bienestar, desarrollo y crecimiento en la escala social: la seguridad social, las vacaciones, el pago dinerario y digno del trabajo, las inversiones formidables en educación, salud y vivienda y el desarrollo y conformación de una burguesía nacional y de la industria argentina.
O por el contrario, el caso del gobierno de Alem, quien no sólo traicionó a sus propios correligionarios y retrotrajo a la Nación al peor de los períodos de los gobiernos oligárquicos del siglo XIX, sino que pactó con los golpistas que terminaron fundando la década infame y cuyo último gobierno fuera el de Castillo dando como consecuencia el alzamiento cívico militar del 43, donde jóvenes y trabajadores se incorporaron a la reconstrucción nacional convocados desde el Ministerio de Trabajo y Previsión por el Coronel Perón.
Estos ejemplos para imitar o para evitar deben servirnos de lección acerca de la verdadera Argentina, la Argentina ignominiosa que se esconde debajo de la costra y el espejismo de la prosperidad y “civilización” vigentes, la Argentina “real” que Cristina y Néstor y tantos otros de la elite privilegiada de los amigos del poder prefieren reprimir, en todos los sentidos de esta última palabra, tan bastardeada por estos mismos personajes que se ven compelidos a buscar venganza en lugar de justicia.
La Argentina del “país real” es la misma que escondió y negó no solo el heroísmo de nuestros compatriotas de Malvinas, y que se niega a reconocerles los derechos que por tal motivo tienen a acceder a retribuciones –en muchísimos casos negadas o insuficientes- mientras se pagan cifras escandalosas a muchos seudo víctimas de la lucha interna de la década del 70 del siglo XX.; negaciones y ocultamientos que suelen ser abucheados ruidosamente por una enorme mayoría del pueblo argentino.
La hipocresía del estatus quo es tan perversa que los pobres y excluidos del “país ficticio” de Néstor y Cristina terminan por abandonar la pasividad y la infructuosa espera de la dádiva humillante para enfrentar desde la calle y el piquete el clientelismo de esta nueva clase de oligarcas formados al amparo de este gobierno pingüino, conformando un nuevo “polo” de presión incontenida aún por esa oposición surgida de las urnas y del mandato popular del pasado 28-J.
Quiero creer que tanto aquellos heroicos héroes de las Islas, como estos alzados piqueteros anti K están llamando desde más allá de la ignominia, el hambre y la exclusión a sus representantes, para que la oposición de 2010 se precipite a las calles para conseguir aquello que el régimen estalinista les niega o les retacea, a ellos y a sus gobernadores e intendentes, perjudicado profundamente al pueblo de la Patria. Es la hora de la caravana multitudinaria que venza al país de la mentira y la ignominia más abyecta.
Quiero creer que la juventud de ayer y de hoy están y estarán exigiendo y anticipando una Argentina diferente, una Patria de igualdad de oportunidades y justicia para todos, una Argentina que se mida no por las ganancias de los más ricos, o de los gobernantes y sus amigos sino por el modo en que trata a sus hermanos más marginados y sufrientes.
Espero que este mensaje se sepa entender, y abriendo los corazones y las mentes, haga conciencia a la historia verdadera de nuestra querida Patria arrasada, vilipendiada y maltratada por quienes quieren imponernos “dos Argentinas”, una mal llamada “real” frente a otra designada como “ficticia”.
Buenos Aires, 18 de marzo de 2010.
Movimiento Peronista José Ignacio Rucci.