JOSE REINOSO
El presidente chino,
Hu Jintao, ha lanzado una seria advertencia este jueves y ha dicho que el
Partido Comunista Chino (PCCh) puede desmoronarse si no es capaz de eliminar la
corrupción. “Si no somos capaces de gestionar bien este problema, podría ser fatal
para el partido y causar incluso el derrumbe del partido y la caída del
Estado”.
Así lo ha asegurado
en el discurso de apertura del 18 Congreso del PCCh, en el Gran Palacio del
Pueblo (Pekín), ante los alrededor de 2.200 delegados llegados de todo el país.
En el cónclave, se prevé que ascienda al poder la generación de líderes que
dirigirá el país la próxima década. El actual vicepresidente Xi Jinping será
nombrado secretario general del PCCh, en sustitución de Hu, y en marzo del año
que viene ocupará la presidencia del país. La corrupción es uno los principales
motivos de descontento entre la población china y, fuente de numerosas
protestas.
La llamada de
atención de Hu Jintao no es nueva. Ya la hizo en el congreso de 2002, cuando
llegó al poder, y en el de 2007. Poco ha cambiado. Pero este año se produce en
medio del mayor escándalo político que ha vivido China desde las
manifestaciones de la plaza Tiananmen, en 1989. Bo Xilai, exsecretario del PCCh
en la municipalidad de Chongqing, está a la espera de ser juzgado, tras haber
sido expulsado del Politburó y del partido, por abuso de poder y corrupción.
Bo, líder hasta su caída hace unos meses del ala más izquierdista y
conservadora del PCCh, es sospechoso también de haber intentado ocultar el
asesinato de un ciudadano británico por parte de su esposa. Sus partidarios
dicen que ha sido víctima de una purga política.
En su intervención
-de 90 minutos, mucho más corta que en 2007, cuando duró dos horas y media-, Hu
ha loado las tres décadas de fuerte crecimiento que ha vivido el país desde que
Deng Xiaoping puso en marcha el proceso de apertura y reforma. China es hoy la
segunda economía del mundo en valor absoluto, detrás de Estados Unidos, aunque
en PIB (producto interior bruto) per cápita está alrededor del puesto 90.
Cientos de millones de personas han salido de la pobreza en estos años.
Pero el presidente ha
dibujado un panorama futuro de claros y oscuros. “En este momento, cuando las
condiciones globales, nacionales y en nuestro partido continúan experimentando
cambios profundos, nos enfrentamos a oportunidades sin precedentes para el
desarrollo así como a riesgos y desafíos no conocidos hasta ahora”, ha afirmado
delante de los más de 200 miembros del Comité Central, bajo un símbolo enorme
de la hoz y el martillo.
Hu ha prometido
reformas económicas y mayor riqueza para la población, que sufre uno de los
ratios de desigualdades sociales mayores del mundo. Ha asegurado que China hará
que su divisa (el renminbi) y los tipos de interés estén más ligados al mercado,
promoverá la convertibilidad de la moneda “en su debido momento”, potenciará
las inversiones en el exterior, invertirá más fondos estatales en la industria,
y, para 2020, duplicará el PIB y los ingresos per cápita, tanto de la población
urbana como de la rural, con respecto a 2010. Desde la reforma de Deng
Xiaoping, China se ha comprometido a duplicar su economía cada 10 años.
Las exportaciones
chinas se han visto golpeadas por la debilidad de la demanda global, debido a
la crisis. El PIB chino creció un 7,4% en el tercer trimestre, el menor valor
desde el primer trimestre de 2009, y muchos académicos y expertos chinos
consideran que el actual modelo económico, muy centrado en las exportaciones y
la inversión, se ha agotado. Algunos creen que si China no emprende una
transformación profunda, crecerá para finales de esta década al 5% anual, una
cifra muy inferior al 10% al año que ha experimentado desde hace 30 años.
Pekín es consciente,
especialmente en el actual contexto de ralentización, y va a tomar medidas. “En
respuesta a los cambios en los desarrollos económicos doméstico e
internacional, debemos acelerar la creación de un nuevo modelo de crecimiento y
asegurar que el desarrollo esté basado en calidad y comportamiento mejorados”,
ha señalado Hu. El modelo actual –de crecimiento a cualquier precio- ha pasado,
además, una elevada factura en corrupción y contaminación.
El mandatario ha
afirmado que China debería “garantizar que el sector privado de la economía
compite en las mismas condiciones” que las empresas estatales y “debería
permitir que la propiedad pública tome otras formas distintas”. También ha
insistido en que el Gobierno potenciará el consumo doméstico y la demanda
individual.
Hu ha tenido palabras
cautas para una de las crecientes demandas de la población: cambios en el
anquilosado sistema político. “La reforma de la estructura política es una
parte importante de las reforma global china. Debemos continuar haciendo
esfuerzos activos y prudentes para llevar a cabo la reforma de la estructura
política, y hacer la democracia del pueblo más extensiva, de alcance más
completo y práctica más sólida”. Una frase abstracta que significa que Pekín
podría introducir medidas para ampliar la denominada democracia interna del
PCCh, manteniendo el régimen de partido único. Porque, según ha advertido Hu,
China “nunca copiará un sistema político occidental”.
El XVIII congreso del
PCCh, que durará una semana, decidirá la composición del Comité Central del
PCCh (unos 200 miembros), que a su vez elegirá al Politburó (25 miembros) y el
Comité Permanente del Politburó, actualmente integrado por nueve personas, que
podrían pasar a ser siete. Dos miembros del actual Comité Permanente
continuarán en el próximo: Xi Jinping y el viceprimer ministro Li Keqiang, que
en marzo se prevé que sustituya a Wen Jiabao como primer ministro. Otros claros
candidatos a integrar el máximo órgano de poder en China son el viceprimer
ministro Wang Qishan; el también viceprimer ministro y jefe del partido en
Chongqing, Zhang Dejian, y el ministro de propaganda, Liu Yunshan. La
composición exacta no se conocerá hasta el final del congreso.
Los dirigentes chinos
han ligado en los últimos años su legitimidad al desarrollo, pero el nuevo
equipo tendrá que hacer frente a un contexto de ralentización económica, una
población cada vez consciente de sus derechos y mejor informada, y un número
ascendente de protestas.
Mientras Hu plasmaba
en el Gran Palacio del Pueblo las prioridades y desafíos del partido, en la
plaza Tiananmen -sellada al público-, flameaban las banderas rojas sobre los
edificios y vigilaban cientos de policías de uniforme y de paisano. Los agentes
inspeccionaban los bolsos de quienes se acercaban a la entrada de la Ciudad Prohibida ,
situada en el lado norte de la explanada, en busca de los peticionarios que
suelen acudir a Pekín, cuando hay una importante reunión política, para
intentar solucionar las disputas que no logran resolver en sus provincias.
Varios han sido detenidos por la policía en las cercanías de Tiananmen, mientras
docenas de activistas y disidentes están sometidos a vigilancia en sus casas o
han sido obligados a irse de Pekín hasta que finalice el congreso.
Las autoridades han
desplegado un gran dispositivo de seguridad en la capital, que incluye 1,4
millones de policías, agentes y vigilantes voluntarios. Además, han dado orden
a los taxistas de que retiren las manivelas de las ventanillas traseras o que
bloqueen estas para evitar el lanzamiento de octavillas, y han prohibido el
vuelo de palomas adiestradas, globos y aviones de radiocontrol.
El País, 8-11-12