Benedicto XVI
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Quienes no aprecian
suficientemente el valor de la vida humana y, en consecuencia, sostienen por
ejemplo la liberación del aborto, tal vez no se dan cuenta que, de este modo,
proponen la búsqueda de una paz ilusoria. La huida de las responsabilidades,
que envilece a la persona humana, y mucho más la muerte de un ser inerme e
inocente, nunca podrán traer felicidad o paz. En efecto, ¿cómo es posible
pretender conseguir la paz, el desarrollo integral de los pueblos o la misma
salvaguardia del ambiente, sin que sea tutelado el derecho a la vida de los más
débiles, empezando por los que aún no han nacido? Cada agresión a la vida,
especialmente en su origen, provoca inevitablemente daños irreparables al
desarrollo, a la paz, al ambiente. Tampoco es justo codificar de manera
subrepticia falsos derechos o libertades, que, basados en una visión reductiva
y relativista del ser humano, y mediante el uso hábil de expresiones ambiguas
encaminadas a favorecer un pretendido derecho al aborto y a la eutanasia,
amenazan el derecho fundamental a la vida.
También la estructura
natural del matrimonio debe ser reconocida y promovida como la unión de un
hombre y una mujer, frente a los intentos de equipararla desde un punto de
vista jurídico con formas radicalmente distintas de unión que, en realidad,
dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular
y su papel insustituible en la sociedad.
Estos principios no
son verdades de fe, ni una mera derivación del derecho a la libertad religiosa.
Están inscritos en la misma naturaleza humana, se pueden conocer por la razón,
y por tanto son comunes a toda la humanidad. La acción de la Iglesia al promoverlos no
tiene un carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas,
prescindiendo de su afiliación religiosa. Esta acción se hace tanto más
necesaria cuanto más se niegan o no se comprenden estos principios, lo que es
una ofensa a la verdad de la persona humana, una herida grave inflingida a la
justicia y a la paz.
Por tanto, constituye
también una importante cooperación a la paz el reconocimiento del derecho al
uso del principio de la objeción de conciencia con respecto a leyes y medidas
gubernativas que atentan contra la dignidad humana, como el aborto y la
eutanasia, por parte de los ordenamientos jurídicos y la administración de la
justicia.
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