domingo, 24 de noviembre de 2013

CAPITANICH, UN TIGRE DE PAPEL






Carlos Tórtora

InformadorPúblico, 24-11-13



La institución del Jefe de Gabinete de Ministros es otro de los fracasos de la reforma constitucional del ‘94. Fue creado como la conducción de la administración pública, con fuertes poderes sobre los ministerios y rara vez funcionó de ese modo. Las contadas excepciones fueron Eduardo Bauzá con Carlos Menem, Jorge Capitanich con Eduardo Duhalde y Alberto Fernández con Néstor Kirchner. Otros jefes de gabinete fueron meramente testimoniales, por ejemplo Alberto Atanasoff, Sergio Massa y tal vez el más evidente, Juan Manuel Abal Medina, cuyo rol estelar fue operar como censor en el multimedios oficial. Acosado por la pérdida de votos y de credibilidad y con el riesgo de que Massa fracture las filas del PJ en todo el país, el cristinismo acaba de delegar el gobierno en un superjefe de gabinete y un poderoso ministro de economía. En este último caso, el oficialismo demostró que la necesidad tiene cara de hereje. Desde que Kirchner despidió a Roberto Lavagna en el 2006, el dogma oficial fue que los ministros de economía no deciden ni están en las reuniones de primer nivel y que simplemente acatan las decisiones políticas. De esa escasa valía fueron Felisa Miceli, Miguel Peyrano y Hernán Lorenzino, totalmente sobrepasado por Guillermo Moreno. Axel Kicillof, en cambio, pertenece a la estirpe de los ministros de economía de alto vuelo y con opinión propia, más cerca de Domingo Cavallo y Lavagna.

Esta mutación en la composición del poder también alcanza al rol de Jorge Capitanich. Sin embargo, la aparente inmensidad de su poder en la práctica no es tal. El chaqueño parece tener vía libre para rearmar una liga de intendentes y otra de gobernadores, también está habilitado para efectuar retoques de sintonía fina en el presupuesto y las tarifas de servicios públicos. También tiene instrucciones de articular la coordinación del Ejecutivo con las presidencias de las dos cámaras y de las bancadas oficialistas del Congreso. Un paquete de competencias importantes pero que lo dejan muy lejos del primer ministro que aparenta ser. Sin inmutarse, el ultracristinismo, del cual Capitanich no es parte, conserva los resortes fundamentales del poder institucional, aparte del poder económico a través de Kicillof. Por ejemplo la AFSCA, que preside Hernán Sabbatella y que libra la batalla fundamental con el grupo Clarín para su adecuación a la ley de medios audiovisuales, se reporta directamente a Carlos Zannini, al igual que los ministros de Defensa y Seguridad, Jorge Rossi y Arturo Puricelli. La estratégica distribución de la pauta de la publicidad oficial depende de la lapicera del Secretario de Comunicación Pública, Alfredo Scoccimarro, que sólo firma lo que le dicen CFK y Zannini. No hace falta decirlo, pero la Secretaría de Inteligencia (Ex SIDE), cuyo titular es Héctor Icazuriaga, sólo informa a Zannini y Carlos Parrilli. De más está decir que el nuevo presidente en comisión del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, se reporta a Olivos y no a Capitanich. Esta lista incluye al disminuido Julio de Vido, que nunca tuvo ninguna predilección por el chaqueño. Y de más esta decir que la máquina más importante del gobierno, después de la impresora de billetes, la máquina de hacer decretos, la maneja Zannini a su gusto. Y ni que hablar del enorme presupuesto del Ministerio de Desarrollo social, la gran caja de la política, que Alicia Kirchner seguirá administrando según le indique su cuñada.

Este panorama indica que Capitanich acaba de recibir toda la responsabilidad política y algunos instrumentos institucionales formales. Pero los resortes fundamentales del poder del Estado siguen en manos del cristinismo duro y condicionan casi totalmente la gestión del nuevo jefe de gabinete. En síntesis, la delegación que acaba de hacer CFK es más de problemas que de poder. Capitanich tiene las manos atadas y lo más probable es que, si no hace pie en las próximas semanas, corra el riesgo de convertirse en otro Juan Manuel Abal Medina. Su estatura política es por cierto superior, pero la cuota de poder que le dieron es tan mezquina como lo son los Kirchner.