Alberto Buela (*)
Nunca olvidaremos
cuando una muy buena profesora de filosofía, la querida Amelia Podetti,
sostenía allá por 1968 desde la cátedra de historia de la filosofía moderna
que:"la filosofía ha sido la única disciplina científica que no ha cedido
al pensamiento y las imposiciones del stablishment". Claro está que en
aquella época no se manejaban todavía
las categorías de políticamente correcto o pensamiento único, que
impusieran años después Alain de Benoist o Ignacio Ramonet.
Nunca imaginamos que
esta clara y evidente enseñanza: la filosofía es insobornable, se fuera al
traste con el correr de los años. En aquella época, donde estudiábamos
Heidegger, mañana, tarde y noche, a ninguno de los magníficos profesores que
tenía la UBA se
le ocurrió afirmar que Heidegger fuera nazi, o lo que es peor que su filosofía
llevara al nazismo. Ni los Carpio, ni los Pucciarelli, ni los Prior, ni un
marxista como Carlos Correa, ni "paisanos" como Klein, Madanes o
Kohan jamás levantaron su voz para condenar al Mago de Friburgo. Incluso entre
nuestros compañeros de facultad de origen judío como, Barilko, Jalfen, Abraham,
Picoti, Heller, Feinmann, y tantos otros, nunca se escuchó un comentario
adverso. Es más Dina Picoti llegó a cursar con Heidegger y tiene a su haber
magníficas traducciones del filósofo.
Y esto que pasaba en la UBA sucedió mutatis mutandi en
todas las grandes universidades.
Entonces, ¿algo tiene
que haber sucedido? ¿Qué sucedió para
que a partir de 1975 comenzaran multiplicarse como conejos los libros,
estudios, tesis y programas sobre Heidegger y el nazismo?
Nosotros creemos
encontrar la razón de peso.
La subordinación de
la filosofía a los intereses raza, religión y política más practicada después
de la guerra del Yon Kipur 1973, donde se consolida definitivamente el poder de
Israel en Oriente Medio y el poder judío en los Estados Unidos, consiste en
escribir en contra de Heidegger y acusarlo de nazi. No hay autor por mediocre
que sea, que no se vea elevado a los altares de la publicidad y el prestigio
mediático cuando publica sobre ese tema.
La falacia, porque de
eso se trata filosóficamente, que denominamos reductio ad hitlerum, se extendió
luego a todo disidente del pensamiento políticamente correcto.
Por supuesto que este
tema está vinculado a otro mayor como lo es la invención de la industria del
holocausto, como la denomina Norman Finkelstein, en el libro homónimo, y que
nace por esa época. Pues las memorias de los grandes hombres (Churchill,
Eisenhower. De Gaulle, De Gasperi,) que participaron en la lucha contra la Alemania nazi, no hacen
ninguna mención al holocausto. Industria de las indemnizaciones amañadas
otorgadas a falsas víctimas. Industria
cuyo sustento político y filosófico es equiparar el sufrimiento de los judíos
alemanes al de Cristo en la crucifixión.
Industria que ha
hecho exclamar el escritor judío Gilad
Atzmon en The wandering who? que “la religión del holocausto es la que los unifica
en todo el mundo”.
Pero, volviendo al
caso Heidegger, si leemos atentamente los testimonios con los que contamos,
sobre todo los libros del filósofo, su Discurso de rectorado y la entrevista de
publicación póstuma a Der Spiegel, se desprende en forma evidente que Heidegger
nunca fue nazi y que la mayor o menor simpatía que pudo tener con el régimen
estuvo en su creencia de que, él mismo, asumiendo el rectorado podía colaborar
al resurgimiento de la universidad alemana y no a un asentimiento ideológico
como se le pretende endilgar. Como dijo Ernst Jünger: Heidegger pensó que
Hitler lo iba a consultar”.
La decadencia de la
universidad alemana era tal en la época, que un hombre tan alejado del nacional
socialismo como un filósofo de prestigio, Nicolai Hartmann, pudo decir que casi
no había cargos en la universidad, tanto administrativos como profesorales, en
donde se pudiera encontrar a un alemán nativo.
Desde la filosofía de
Heidegger, con su crítica a la razón
calculadora y a la técnica, rasgos que el nazismo exaltó a grado sumo, no puede
deducirse ningún apoyo teórico al nazismo. De los mejores alumnos y discípulos
que tuvo a su lado (Arendt, Marcuse, Max Müller. P. Aubenque, W. Biemel,
Pöggeler, J. Patocka, Beaufret, Ricoeur,
etc.), de ninguno salió nunca una acusación de nazi o que su filosofía llevara
al nazismo.
El nazismo de
Heidegger es un negocio de avivados, que al no poder hacer filosofía por
carecer de talentos para ello, dedican sus esfuerzos a la alcahuetería
filosófica y a la policía del pensamiento. Eso le da renombre, viajes y dinero.
Es mas, a partir de
febrero de 1934 es atacado por los ideólogos oficiales del régimen, como fue el
caso de E. Krieck.
La frustrada y
frustrante experiencia del rectorado, que duró solo diez meses. (se afilia al
partido en marzo del 33 y asume el 27 de abril, lo que muestra a las claras que
su nacional socialismo era, básicamente, oportunista) es criticada por el
propio Heidegger ya en el curso de 1935 titulado Introducción a la metafísica:
“lo que hoy se ofrece en el mercado como filosofía del nacional socialismo, y
que no tiene nada que ver con la verdad interna y la grandeza de este
movimiento-con el encuentro de la técnica planetaria y el hombre moderno- pesca
en las turbias aguas de esos valores y de esas totalidades”. Y cuando se edita
el curso en forma de libro en 1953 Heidegger se niega a quitar la frase.
Pierre Aubenque, la
máxima autoridad contemporánea en Aristóteles, que fue discípulo a partir de
1948 afirma: Tras el fracaso de su imposible aventura de Siracusa, donde creía
poder convertir al tirano, Platón escribió La República. Igualmente ,
tras el fracaso del rectorado, Heidegger, meditó públicamente sobre su error, a
su manera elevada y críptica. Esta meditación tuvo influencia en el “giro” a partir
del 35, que le permitió pasar de la analítica del Desein a la deconstrucción de
la historia del ser, donde el nazismo encontrará su lugar al lado del “fin de
la metafísica”.
Walter Biemel en
respuesta al libro del chileno Víctor Farías, el inventor del negocio
filosófico del Heidegger nazi, afirma que el entorno del filósofo en la Universidad de
Friburgo, inmediatamente después de su rectorado, era el único que se permitía
una crítica abierta al régimen nacional socialista en el poder.
Con lo dicho queda
dicho cuanto había que decir aquí sobre el tema.
(*) arkegueta
buela.alberto@gmail.com
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