jueves, 22 de diciembre de 2022

AGUA PARA NUESTRO MOLINO

 

                                                                                   Alberto Buela (*)

 

Hace casi cuarenta años, en 1984, tuve mi segunda estada en París para defender mi tesis de doctorado en la Sorbona y, en esa ocasión, escribí el texto de mi conferencia Hispanoamérica contra Occidente, que tuve el honor de leer en el Palacio de Congresos de Versailles junto a Julien Freund, Alain de Benoist y Guillaume Faye.

Ese texto, luego ampliado, fue publicado como mi primer libro en España gracias a la disidencia política y el riesgo económico de un español a pie firme como lo fue Miguel Ángel Vázquez. Libro que recién este año vio la luz en Buenos Aires gracias a Julio Piumato y a Iciar Recalde.

Toda esta introducción para decirles que mi tesis según la cual Hispanoamérica está en contra de este Occidente liberal, individualista, progresista, Lgtb+q y disolvente de las identidades nacionales.

 

Nuestra tesis la confirma el triunfo del seleccionado argentino en el mundial de fútbol. Por su comportamiento, por su esfuerzo colectivo, por sobreponerse a la adversidad, por su solidaridad en el juego, por su genio.

Que fue expresión más acabada de nuestra idiosincrasia. Y allí tenemos a los Martínez, los Fernández, los Álvarez, los Otamendi, los Molina, los Montiel, los Romero, junto a los Messi, los Di María y los Mac Allister.

Fue expresión acabada de lo que es el crisol de razas como lo es nuestro país, donde como dice el dicho criollo: naides es más que naides.

Crisol de raza que los norteamericamos solo lograron en las miles de películas que nos los fuerzan a ver por la televisión, pero que en la realidad los negros van por un lado y los blancos por el otro.

Paradójico, la primera agresión que sufrió vino desde los Estados Unidos donde en The Washington Post  salió publicado un artículo  ¿Por qué Argentina no tiene jugadores negros en la Copa del Mundo?”, escrito por la profesora Erika Denise Edwards.

 

Un título que por elevación quiere dar a entender que Argentina es racista, cuando en realidad no existe racismo en nuestro país. Los negros de la época del Virreinato fueron libres a partir de 1813 y luego se fueron integrando con la población blanca, de ahí vienen los morochos. Y luego otros murieron en la guerra del Paraguay (1865-67). Además, recuerdo que Argentina tuvo en su seleccionado jugadores de origen negro como el arquero de Huracán Baley y el defensor de River Ramos Delgado.

La segunda agresión vino de Ricardo Forster, un argentino de origen judío, que se auto titula filósofo aunque nadie sabe donde estudió, pero que trabaja como asesor filosófico del Presidente de la República cuando afirmó: el seleccionado es gorila, oligárquico y mezquino pues no permitió compartir la alegría peronista en la Casa Rosada.

 

El ladrón cree que todos son de su condición, pues si existe una oligarquía gorila y mezquina en Argentina es la oligarquía de los argentinos de origen judío que explota al pueblo llano en todos las actividades. Además este moiche tiene de peronista lo que yo tengo de chino.

El seleccionado argentino como factum es el mentís más rotundo y evidente al proceso de globalización y de extrañamiento de las patrias (como tierra de los padres) en una patria universal de todos por igual, como proponen la Fifa, la UE, la Onu, la Unesco, la Otan y la mar en coche. No. El seleccionado argentino mostró que somos diferentes, que somos distintos. Que esfuerzo, el tesón, el trabajo, los grandes emprendimientos están en nuestro ADN[1] y no la beca, el subsidio y las canonjías como nos quieren hacer creer. Que no somos ni tan europeos no tan indios (Bolívar). Que hablamos castellano y que estamos unidos a los otros pueblos hispanoamericanos por la lengua, las creencias, las costumbres y ...la pelota (incluido Brasil). Que tuvimos un eco formidable y multitudinario en países tan lejanos como la India y Bangladesh por compartir el enemigo común que es Inglaterra.

Claro está que todo ello va acompañado por la irreverencia argentina, aquella que escandaliza a europeos y norteamericanos, y que algunos de nuestros hermanos la confunden con la soberbia.

Y además, y por sobre todo, demostró que tenemos genio para jugar al fútbol. Que somos los mejores del mundo. Salute y que se chupen esta mandarina.

 

Breve observación metapolítica

 

Es sabido, al menos los amigos y profesores que conozco, que la metapolítica se ocupa de las grandes categorías que condicionan la acción política o de los políticos de turno. Y este gran triunfo del fútbol argentino mostró cómo somos receptados en Bangladesh con 170 millones de habitantes, cuatro veces más que Argentina. Donde Perón en su tercer gobierno 1973-1974 abrió una embajada y el dictadura militar la cerró en 1978. Y los gobiernos democráticos de estos últimos 40 años la mantuvieron cerrada. Lo cual muestra ignorancia, desidia, mala fe o las tres juntas.

 

Si nos atenemos a la distinción entre poder fuerte (hart power) y débil (soft power). Donde el poder fuerte es el del dinero, la tecnología, y el armamento y el débil la cultura, el deporte, la religión. Nosotros nos inscribimos en este último estadio, donde el fútbol es nuestro principal embajador. ¿Por qué no aprovechar ese poder débil o simbólico para transformarlo en negocios y beneficios para nuestro país?

Abran la embajada en Bangladesch, que vaya nuestro seleccionado y juegue un partido, y detrás nuestros productos y los servicios que podamos prestar.

No hay mejor recepción que la de aquellos que nos quieren. Decía con una gran sabiduría rea mi amigo Pizzolorusso: hay que darle bola a los que te dan bola.

 

(*) arkegueta, aprendiz constante

buela.alberto@gmail.com



[1] Perón hizo la exhaltación del pueblo trabajador y Heidegger en su telegrama de 1949, cuando los franceses no lo dejaron viajar al Primer Congreso Nacional de Filosofía, hablo de la magnanimitas=la grandeza en las obras del pueblo argentino. La movilización de 5 millones de personas con solo 16 heridos, que irreverente y transgresora ignoró al gobierno nacional, al de la capital  y al de la provincia de Buenos Aires, es un signo de esta grandeza.