jueves, 15 de diciembre de 2022

EL OCIO Y LA BATALLA CULTURAL


 

POR JUAN PABLO IALORENZI

 

La Prensa, 14.12.2022

 

En su último libro, La batalla cultural, Agustín Laje busca esclarecer magisterialmente el concepto de «cultura», para que, una vez comprendidos los fundamentos del asunto, se dé paso a la urgente y necesaria elaboración de estrategias, propias de toda batalla.

 

LA CUESTIÓN DE LA CULTURA

 

Sintéticamente, Laje concluye que el hombre tiene la capacidad de dar forma a su entorno cultural, pero que, a su vez, este es formado por la cultura.

 

Complementariamente a esto, en 1977, el entonces cardenal Wojtyła se preguntaba si la cultura se constituye a través de la “praxis”, respondiendo con claridad y profundidad metafísica: “el hombre, operando, no solo cumple alguna acción, sino que de algún modo se realiza a sí mismo y deviene él mismo”. Y siguió diciendo: “se realiza llegando a una cierta plenitud (actus), naturalmente solo de manera parcial. En el acto el hombre realiza lo que verdaderamente es, y al mismo tiempo quien es en potencia. (…) A través de la praxis así entendida el hombre se realiza a sí mismo y al mismo tiempo torna más humana la realidad externa”. Desde la mirada de san Juan Pablo II, los procesos de socialización deben ir aparejados con procesos de personalización. Hacer más persona a la persona.

 

Entendido esto, vemos que la buena cultura es aquella que respeta la naturaleza humana y que permite desarrollarla. La cuestión por resolver para los “intelectuales orgánicos” de la nueva derecha será advertir cuál es la naturaleza humana y su respectivo fin. Así la batalla adquirirá un sentido profundo y verdadero.

 

PERO… ¿HOY ES POSIBLE?

 

Hay una realidad sociológica innegable: el mundo de hoy está viciado. Para muchas personas, simplemente, la virtud no es un tema.

 

En Capitalismo y pulsión de muerte, Byung-Chul Han responde a si hoy es posible una revolución. Resumidamente, responde que no, no es posible ninguna revolución. Han cita un diálogo que tuvo con el filósofo Antonio Negri, y lo recuerda así: “Negri se presentó como un revolucionario comunista y a mí me tildó de profesor escéptico”. “Escéptico” por preguntarse por qué el gobierno neoliberal es tan estable. O, diríamos desde otro marco conceptual, ¿por qué el progresismo es tan estable?, ¿por qué en el poder mismo de las elites liberal-progresistas está el germen de su permanencia?

 

Byung-Chul Han advierte que, quien quiera instalar un nuevo sistema de gobierno, tiene que eliminar la resistencia. En la sociedad disciplinaria que Foucault describía, el poder era represivo: los opresores y los oprimidos estaban claramente definidos, pero, en el sistema liberal-progresista, no lo están. El enemigo, redefiniendo el concepto de libertad, es quien dice “sé libre” y uno se ve obligado a liberalizarse. La libertad en este sistema no es la voluntaria elección del bien, sino que es el optar entre lo fácil, lo instintivo. Esta explotación de la libertad dificulta la resistencia al poder.

 

Quien haya circulado recientemente por las calles porteñas habrá visto la publicidad que dice «renuncio a un trabajo que no se adapte a mi vida». Fiel espejo del hombre de hoy, que tiene la mirada puesta en el yo: “solamente yo soy capaz de decirme que ser y que hacer”. Pero ni siquiera un yo completo, sino un yo vacío. Que no sabe, ni tampoco sabe que no sabe, porque no hay nada que saber, porque no hay nada fuera de uno mismo.

 

DEFENSA DEL OCIO

 

Por esta mirada que tiene Han, en ¿Por qué (no) leer a Byung-Chul Han?, un breve libro que comienza citando a Foucault y a Marx, dejando en claro cuáles son las fuentes de su marco teórico, los autores lo acusan de “pasivo” y de estar “al servicio de una política de la resignación”. Byung-Chul Han suele pensar en términos de contemplación e “inutilidad” —como lo hizo en su obra filocristiana Loa a la tierra—, que no entran dentro de las posibilidades del pensador progresista. Se lo acusa a Han de promover “Una exaltación del nihilismo. Carente de proyecto colectivo, de utopías emancipadoras, despojado de formas de cohesión social, ausente de imaginarios articulados”. La crítica que se le hace es que no presenta un “proyecto de liberación”. Porque lo único que importa desde esa mirada ideológica es la praxis. Todo es en cuanto sirve a la lucha.

 

Ahora bien, para quien aún quiera tener una mirada optimista sobre el asunto, tal vez sirvan los siguientes párrafos. Uno de los conceptos fundamentales de la filosofía de Josef Pieper es el de “ocio”. En el ocio está la contemplación de lo real, el conocimiento profundo de las cosas. El ocioso es el sabio.

 

Es verdad que no todo el mundo tiene vocación de filósofo, pero justamente por eso los fundamentos de quienes guíen la batalla deben estar claros, ya que serán responsables de llevar la buena filosofía a los no-filósofos. También es verdad que es urgente una batalla políticamente activa, pero no sin antes una lucha intelectualmente ociosa, en la que el fin antropológico esté claro.

 

La “inutilidad” del saber ocioso termina por ser el más útil, porque es el que ayudará a la persona a ser más persona. San Juan Pablo II diría “que la esperanza escatológica no disminuye la importancia de las tareas terrenas, sino que ayuda con nuevos impulsos a su realización”.