BUROCRÁTICA O CLIENTELISTA
La palabra burocracia es, sin duda, una de las más utilizadas en todas las lenguas y por todas las personas. La mayoría de los hombres tienen una opinión negativa sobre dicho concepto, pero, curiosamente, no saben exactamente de qué se trata; es como el hombre de las nieves, del que todos hablan y nadie puede describir ni asegurar que existe.
La acepción común de este concepto tiene un sentido peyorativo, y llama burocracia a la lentitud, ineficiencia y arbitrariedad en la gestión de las oficinas públicas, a lo que se agrega el exceso de empleados.
Fue el sociólogo Max Weber, quien primero y en forma magistral, estudió el fenómeno de la burocracia. Este autor sostiene que toda dominación política sobre una pluralidad de hombres requiere un cuadro administrativo, o sea, la existencia de un grupo de personas en cuya obediencia se confía, destinado a ejecutar las órdenes que surjan de quien ejerce la autoridad soberana. La organización burocrática está integrada por un conjunto de funcionarios que se caracterizan por reunir determinadas condiciones:
a) Son personalmente libres y se deben sólo a los deberes objetivos de su carga;
b) Están organizados en una jerarquía rigurosa;
c) Tienen competencias claramente fijadas;
d) Trabajar en virtud de un contrato, o sea sobre la base de libre selección;
e) Su nombramiento se fundamenta en una calificación profesional, comprobada con el diploma que certifica su calificación o por medio de exámenes;
f) Son retribuidos en dinero, con sueldos fijos, y tienen derecho a pensión;
g) Ejercen el cargo como su única o principal profesión;
h) Tienen ante sí una carrera, fijada por un escalafón;
i) No poseer propiedad sobre el cargo;
j) Están sometidos a una estricta disciplina y control permanente.
En resumen, la burocracia es un sistema de organización, que se caracteriza por su racionalidad y la existencia de reglas impersonales. Los defectos de la acepción común de esta palabra –lentitud, ineficiencia, arbitrariedad- se producen por la ausencia o distorsión del sistema burocrático de organización; Pertenece a la patología administrativa. Si esta forma de organización se ha extendido y gravitado tanto –no solo en el sector público- es porque constituye, a tenor de toda la experiencia, la forma más racional, en precisión, continuidad, disciplina y confianza. Dada la necesidad de organizar un gran número de personas, esta forma es la más adecuada. La única alternativa al sistema burocrático es el diletantismo, o sea la administración ejercida por aficionados.
El funcionario ideal actúa en forma impersonal: sine ira et studio ; cumple con su deber sin acepción de personas; todos aquellos que se encuentran en igualdad de condiciones son tratados de igual modo. Por eso la esencia del espíritu burocrático se encuentra en el formalismo ; este es necesario para garantizar la objetividad con que serán tratados los interesados. De otro modo, la arbitrariedad sería inevitable y muy difícil de comprobar la mala fe. El formalismo es la importancia que se da a la manifestación externa de una regla, al atenerse a la observancia casi literal de un reglamento, limitando en lo posible la interpretación personal.
El formalismo, bien utilizado, es un medio de simplificar la administración; Si se permite que cada empleado improvise las medidas que le parezcan más adecuadas en cada caso particular, el resultado sería una mayor complejidad e inseguridad en los trámites.
El Estado moderno requiere que los organismos públicos sean un cargo de especialistas, que actúen con la mayor objetividad, al servicio de toda la sociedad. Toda administración no burocrática se vincula inevitablemente a algún privilegio social. Las burocracias modernas rara vez han estado totalmente corrompidas, y tampoco se manifiesta en ellas la tendencia al nepotismo que se observaba en los tipos anteriores de administración.
Si se quiere asegurar la imparcialidad en el tratamiento de los asuntos públicos, nada mejor que este sistema de organización, pues la experiencia demuestra que una remuneración segura, unida a la posibilidad de una carrera, sumada a la disciplina y el control, así como el desarrollo del honor estamental y la posibilidad de una crítica pública, ofrecen la mayor probabilidad de contar con una administración del sector público, honesta y eficaz.
Un aspecto muy importante que suele olvidarse al criticar a la burocracia, es que la organización burocrática no tiene dirección burocrática. En efecto, el Jefe del Estado es elegido para el cargo y no designado como los funcionarios administrativos. Y es, precisamente, la conducción política ejercida por el Poder Ejecutivo –y en algunos aspectos, con la intervención del Congreso- quien debe fijar las multas y establecer las normas que los funcionarios están obligados a acatar. Por eso: a) la competencia de los empleados públicos está delimitada; yb) la autoridad política complementa la racionalidad técnica de la burocracia con los factores emotivos y la comprensión global de la realidad social. De esa manera, cuando la relación es armoniosa, la administración pública burocrática puede lograr su máxima eficacia.
lamentablemente, en nuestro país se mantiene el llamado sistema de los despojos , que fue abandonado hace más de un siglo por los países desarrollados ; consiste en cubrir la mayoría de los cargos públicos con los miembros del partido que obtiene el gobierno. es
Como los empleados de planta permanente poseen estabilidad laboral, se añade otro problema: el incremento incesante –e injustificado- de las dotaciones de personal. Constituye el aspecto más preocupante del clientelismo
partidario.
En números concretos: en la última década, el personal del sector público argentino (los tres niveles) creció un 50 % mientras que la población lo hizo sólo en un 13 %. Se incrementó la dotación en 1.110.335 empleados, hasta llegar al total actual:
Nación: 711.000
Provincias: 2.200.000
Municipios: 440.000
Total: 3.389.000
Se registran casos insólitos como el de la provincia de Tierra del Fuego, que ha llegado a tener 14.087 empleados; Los especialistas han estimado que, como mínimo, hay un exceso de 10.330 empleados -66,7 % del total- en esa jurisdicción (FIEL, octubre 2012). Citamos este antecedente, para mostrar que el problema no se reduce al ámbito federal, y la tendencia es aplicada por todos los partidos políticos.
En un país como Francia, cuando cambia el gobierno nacional se sustituyen 250 funcionarios; en un municipio argentino, como
Superando las presiones inevitables de los propios partidarios, y de los sindicatos, el futuro presidente tendrá que resolver este dilema crucial, optando por una administración burocrática que reemplace para siempre el clientelismo en la función pública.
El nuevo modelo de gestión, deberá quedar reflejado en la legislación; en la ley de Presupuesto, tendrá que detallarse el número de cargos de nivel político, que no deben superar la cantidad de 500 funcionarios, quedando fijada la obligación de cubrir todos los demás cargos por concurso de antecedentes y oposición.