José Ignacio de Mendiguren
La aprobación legislativa del acuerdo con
China abre nuevamente el debate sobre la ausencia de estrategia argentina para
el desarrollo. En el mundo actual y en el que viene, China es una potencia con
la que resulta imposible no entablar relaciones comerciales, ¿pero de qué
manera debe encararse esa relación para no relegar las posibilidades de
desarrollo nacional?
El modelo chino viene avanzando a pasos
agigantados pero presenta dos flancos débiles a partir de los cuales nuestro
país puede negociar desde una posición ventajosa: alimentos y minería.
La estrategia argentina tiene que estar
basada en el aprovechamiento de esa ventaja comparativa para transformar
minerales en productos manufacturados y los alimentos en productos con más
valor agregado que vayan directamente a las góndolas de los supermercados
chinos.
Esta estrategia implica concebirnos como
jugadores de un equipo y no como un actor aislado. Por eso es imperioso
concebir a Brasil como socio estratégico en este nuevo mundo multipolar y cada
vez más regionalizado.
Ambas naciones poseemos industrias pujantes a
las que potenciar: trabajando de manera articulada podemos hacer valer nuestros
recursos naturales como palanca para el desarrollo.
En nuestro modelo de desarrollo, a diferencia
del caso de los países que conforman la Alianza del Pacífico, no alcanza con
firmar tratados de libre comercio con el gigante.
Entre Argentina y Brasil tenemos el 25% de la
proteína vegetal del mundo para transformarla y exportar valor agregado.
Además, la región posee el 55% de las reservas mundiales de litio, futuro
carburante para la industria automotriz. Son apenas dos ejemplos de nuestra
fortaleza para trabajar en conjunto. Hay muchos más.
Nuestro país todavía debe solucionar un
problema acuciante: 4.000.000 de ciudadanos en informalidad laboral y 1.700.000
desocupados.
No vamos a poder solucionar este cuello de
botella si nos convertimos en un mero proveedor de materias primas para China.
Lo que nos permitirá desplegar las potencialidades de la industria es un plan
estratégico para nuestro desarrollo que se capaz de generar en el mediano plazo
8.000.000 de puestos de trabajo registrados. La relación con China puede
reportarnos beneficios en ese sentido, pero requiere que fijemos prioridades y
ritmos y, sobre todo, que no decidamos el largo plazo en virtud de urgencias de
cortísimo aliento.
Para Argentina y la región, desarrollarse
implica que nuestros recursos naturales sean insumos para la agregación de
valor a través de conocimiento, ciencia y tecnología. Escuchar el canto de
sirenas de la primarización puede hacer que China troque de oportunidad a
riesgo. Y de consumarse, habremos tropezado una vez más con la piedra que frenó
el desarrollo a lo largo de nuestra historia.
José Ignacio de Mendiguren es diputado
nacional y secretario de la UIA.
Clarin, 7-1-15