No hay dudas que por el progresismo.
El domingo gane quien
gane la Argentina será otra.
Claudio Chávez
El kirchnerismo se retira en
el marco de un fracaso estrepitoso. Inflación, caída de las exportaciones,
descenso de la producción industrial, déficit fiscal, cepo, falta de
inversiones, aumento escandaloso del delito y el narcotráfico, magros salarios,
industria no competitiva, caída dramática de las reservas monetarias, presión
impositiva como jamás tuvimos, declinación educativa, justicia maniatada por la
política, garantismo y puede agregarse a esta extensa lista infinidad de problemas cotidianos que como
cortes de luz, rutas intransitables, hospitales sin provisiones, cortes de calles y autopistas
hacen de lo usual un infierno que los
argentinos soportamos vaya a saber porque insondable maleficio.
Se aprecia claramente que el
estatismo ideológico del gobierno ha agravado los males heredados sin hallar en
su mochila ideas capaces de darnos una
solución realista. Bajo otras
circunstancias y en otras latitudes el estatismo, al igual que en la Argentina,
fatigó a su población. Me refiero a la Unión Soviética que implosionó por su
cruel ideología y un Estado ineficiente. Chernobyl fue su emblema. Nosotros, en
menor medida, hemos tenido nuestro
Chernobyl, esto es, la muerte de argentinos
por ineficacia del Estado. Caemos
como moscas a manos del delito y la droga como
también por la corrupción de funcionarios irresponsables. Cromagnon y la
estación de Once son nuestro Chernobyl. Lo que los soviéticos entendieron
dándole la espalda a ese régimen los
argentinos aun ignoran. Llegarán,
posiblemente, tiempos mejores.
Lo importante a comprender
es que ha sido el progresismo como cuerpo doctrinario el que ha fracasado y no
el populismo que es una categoría de otra etapa de la historia universal, por
más que cierto periodismo interesado e intelectuales de escasa lectura continúen
insistiendo en el asunto.
Los populismos han sido movimientos de masas que por encima de las
instituciones y en contra de ellas arrasaron con la democracia y las
libertades. Apoyados en las Fuerzas Armadas hicieron de la violencia, la
voluntad y la fuerza sus principios
fundantes, tanto como la jerarquía y la
autoridad. Contaron con líderes mesiánicos no contenidos institucionalmente y fueron
portadores de una concepción totalitaria del Estado. La vida vivida a todo o
nada era concebida como una épica heroica. Su sistema puede ser definido como dictaduras plebeyas donde todos tiranizan a
todos. Los derechos humanos jamás fueron su preocupación. El enemigo era el
extranjero y no sus connacionales. Exaltaron la naturaleza y desvalorizaron la
intelectualidad.
Los populismos defendieron
la familia tradicional, la diferencia de género, la educación regimentada y la condena al vago
y al delincuente. La voluntad general y la comunidad nacional fueron su objetivo principal. Naturalmente no soy
defensor de estos regímenes dictatoriales.
Ahora… que tiene que ver esto con el
progresismo, con lo que ocurre en la Argentina, que defiende a las minorías
homosexuales, travestis, delincuentes,
presos, por encima de las mayorías.
Que hacen de la igualdad de género y del matrimonio igualitario la esencia de
su revolución. Para el progresismo el enemigo
está adentro: la oligarquía, los poderes concentrados, las corporaciones,
alentando la fractura de la comunidad nacional y el conflicto social. La
educación es light y facilista. Denigran a las Fuerzas Armadas y de seguridad. En fin la lista sería interminable.
El
progresismo que dejará de gobernarnos luego de las elecciones del domingo es un
cuerpo doctrinario con componentes liberales, marxistas y anarquistas con
ciertos toques nacionalistas que hacen
de esta mezcla, un todo indigerible.