REALIZADA POR UN POLÍTICO
El ataque a la Santa Iglesia Católica por parte del
gobierno de Macri
El Norte,
Chaco, 2 de Septiembre, 2018
Por Jorge Milton Capitanich
Hoy, el 2,1 por ciento de la población argentina
corresponde a comunidades originarias, el 4,2 por ciento a inmigrantes y el
resto de la población tiene componentes autóctonos a través de distintas
generaciones.
Con el primer censo de población de 1869 propiciado
por Domingo Faustino Sarmiento como presidente de los argentinos teníamos 1,8
millones de habitantes, mientras que en 1914 alcanzábamos cerca de 8 millones
de habitantes, un tercio de los cuales eran inmigrantes.
Durante el Virreinato del Río de la Plata, que ocupaba
5,6 millones de kilómetros cuadrados, gran parte de nuestro territorio era
ocupado por nuestros pueblos originarios y la corriente de “conquista y
colonización española” desde 1536 en adelante fueron ocupando parte de nuestro
territorio.
Desde la Revolución de Mayo de 1810 en adelante
empieza a cambiar la configuración étnica del país por exterminio de negros y
mulatos, por el avance del flujo inmigratorio desde 1850 en adelante con la
presencia de alemanes, ingleses y franceses, luego españoles e italianos.
La Santa Iglesia Católica fue acompañando la
construcción de nuestra identidad nacional desde la perspectiva de la fe como
expresión voluntaria de las creencias de nuestro pueblo.
Toda nación se forja con base en valores, actitudes,
tendencias y creencias de una comunidad en un territorio determinado cuyo
espacio geográfico se consolida en el tiempo.
El cambio desde la ley de registro civil, el
matrimonio civil, la ley de educación laica, libre y obligatoria implicaron
procesos de transformación cualitativa en la cultura de nuestra comunidad pero
inexorablemente el sostenimiento de nuestro culto mayoritario ha sido
determinante en la riqueza cultural de nuestro pueblo.
Ataque sistemático
El ataque sistemático de la figura de nuestro Sumo
Pontífice, reconocido como figura internacional de nuestro tiempo, de origen
argentino, el Papa Francisco, es parte de una realidad cotidiana por parte de
las corporaciones mediáticas concentradas que operan con aval del gobierno
nacional.
Ahora se discute la extinción de un financiamiento de
130 millones de pesos de la partida presupuestaria del sostenimiento del culto
para el presupuesto 2019 como si fuera la panacea del ajuste fiscal.
Y más adelante observamos estrategias mediáticas de
apostasías crecientes con el objeto de lacerar la estructura de creyentes
disminuyendo de este modo la unidad espiritual de nuestro pueblo.
Pertenezco a un movimiento político profundamente
humanista y cristiano, que tiene un basamento doctrinario en la Doctrina Social
de la Iglesia Católica que desde 1891 a través de la Encíclica Rerum Novarum de
León XIII hasta la Laudato Si del Papa Francisco de nuestros días reivindica la
dignidad humana y la protección de nuestra Casa Común y que ha defendido el
sostenimiento a nuestro culto católico, apostólico y romano.
La mayoría de nuestro pueblo argentino es católico y
en virtud de su fe y de sus creencias interpretamos el sentir de nuestras
mayorías populares pues forman parte de nuestra identidad nacional, de nuestra
patria y es el símbolo de nuestra soberanía.
El gobierno de Macri ha sostenido desde el inicio de
su gestión una estrategia para quebrar nuestra identidad con la complicidad de
ciertos sectores que componían teóricamente el campo nacional y popular y de
las corporaciones mediáticas y económicas que pretenden fulminar la conciencia
histórica colectiva de nuestro pueblo.
Reemplazar la imagen de nuestros próceres en los
billetes por la flora y la fauna es sólo una parte de esta estrategia que se
suma a la falta de participación en actos patrios y a un ocultamiento de la
causa “Malvinas”.
Desacreditar al Papa, atacar a la Iglesia, promover su
desfinanciamiento es intentar quebrar la unidad espiritual y moral de nuestro
pueblo, para fragmentar nuestra sociedad y birlar nuestra conciencia colectiva
con el objeto de anular la perspectiva de un proyecto de vida, auténticamente
nacional, popular, humanista y cristiano.
Pero el Evangelio tiene en Lucas 10.15, “Misión de los
setenta y dos discípulos”, la respuesta: “Después de esto, el Señor escogió a
otros setenta y dos para enviarlos de dos en dos delante de él a todo pueblo y
lugar adonde él pensaba ir. Es abundante la cosecha -les dijo-, pero son pocos
los obreros. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que mande obreros a su
campo. ¡Vayan ustedes! Miren que los envío como corderos en medio de lobos. No
lleven monedero ni bolsa ni sandalias; ni se detengan a saludar a nadie por el
camino”.
Y finalmente desde diversas posiciones laicas muchos
promueven cambios en el celibato para hacerlo optativo, duras sanciones
respecto de los casos de abusos de menores y “pedofilia”, mayor participación
de la mujer en la gobernanza de la Iglesia como así también una mirada más
realista y contemplativa de los cambios que experimenta nuestra sociedad
moderna.
Para los cristianos, creyentes en nuestra fe, Dios con
su infinita misericordia perdona nuestros pecados, nos redime en la conversión
y nos ama profundamente como sus hijos.
Pero también nos quiere militantes, nos quiere como
testimonios de vida, nos quiere solidarios, nos quiere comprometidos, nos
quiere defensores de la libertad, de la justicia, de la fraternidad.
Nos quiere protectores de derechos, cumplidores de
nuestros deberes, del catecismo, de la Doctrina Social, de los mandamientos y
de la palabra como fuente y creadora de vida. Muchos de nuestros próceres
expresaron su fe y devoción mariana, como Manuel Belgrano resaltando la imagen
de la Virgen del Valle. Muchos de nuestros clérigos fueron activos partícipes
de nuestras gestas heroicas y revolucionarias y participaron como congresales
en la declaración de nuestra “independencia de Sudamérica”.
Es cierto que la sana autocrítica debe mirar a través
de la historia respecto de errores cometidos, pero no es menos cierto que a
través de muchas generaciones ha formado estudiantes a través de colegios y
universidades católicas imbuidos de sólidos valores morales, ha sanado y curado
enfermos a través de redes de hospitales y sanatorios, ha asistido a través de
Caritas y múltiples congregaciones a nuestros hermanos más desamparados.
Las virtudes teologales y cardinales cristianas
constituyen un paradigma de amor y servicio que a través de miles y miles de
voluntarios cristianos en distintos confines de nuestra tierra lleva la palabra
de Dios a personas afligidas mediante nuestros sagrados sacramentos.
La fe, la esperanza y la caridad como expresión de
nuestras virtudes teologales debe vivificar a los miembros de nuestra
feligresía para defender nuestra causa común. Insto a todos a alzar nuestra
voz, con valentía, sin vergüenza como verdaderos hijos de Dios, pues cada
templo es luz de esperanza para nuestro pueblo en virtud de la cual su palabra
enciende la llama viva de su amor.